sábado, mayo 8

El olvidado Parque Arrieta

“Don Luís Arrieta Cañas, en el ocaso de su vida, ha decidido vender su hermosa mansión de Peñalolén y con ello ha puesto punto final a una larga tradición de cultura y belleza....”
El Mercurio 12 de diciembre de 1954

En los faldeos de la cordillera de Los Andes, dominando desde lo alto nuestra ciudad, entre espejos de agua, piletas, esculturas y centenarios árboles; la Mansión Arrieta guarda pasajes trascendentales que configuraron el Chile de hoy.



Los picunches fueron los primeros en poblar las escarpadas laderas de Peñalolén, bautizando con ese nombre los terrenos que más tarde pasarían a manos de insignes hombres de gobierno. Fue el marino genovés Juan Bautista Pastene el primero en ocupar y forestar este árido territorio. Años después, el jesuita Alonso de Ovalle traspasará la Hacienda Peñalolén a su congregación, quienes la mantienen hasta 1767, año en que son expulsados del territorio español. La familia Vicuña compra los terrenos, y en 1822 venden el fundo a Juan Egaña y su hijo Mariano, quienes lo transforman en un gran parque y casa de verano.
La familia Egaña, siguiendo las corrientes románticas europeas, idean la conformación de un enorme parque, cuyo punto central fuera la existente casa principal de un piso. De Europa trajeron réplicas de famosas esculturas clásicas, y paisajistas delinearon dos hermosos parques, el primero de clara influencia inglesa; y el segundo a la usanza italiana, que aprovechando la pendiente del terreno y el agua de una quebrada, incorporó un deslumbrante juego de fuentes y piletas. El fundo fue bautizado entonces como “Quinta Las Delicias”, casa de verano de la familia, y sitio predilecto para la reunión de la intelectualidad chilena del siglo XIX.
El pintor Cicarelli pintó el parque en 1855
En la casa Principal, los Egaña formaron la biblioteca más importante y antigua de Chile, que fue base para la creación de la Biblioteca Nacional; en sus habitaciones y corredores, Juan Egaña redactó parte de la constitución moralista de 1823, y su hijo Mariano trazó parte también de la reconocida Constitución de 1833. Por su parte Andrés Bello, asiduo visitante, escribió entre los Peumos y Palmeras centenarias el Código Civil. Las bondades de este parque maravillaron a la cronista Mary Graham, quien dedicó extensos pasajes a describir este jardín en las afueras de Santiago; el pintor Alejandro Cicarelli, primer director de la Academia de Pintura de Santiago, inmortalizó en 1855 la importancia de la hacienda en su “Vista de Santiago desde Peñalolén”

don José Arrieta y doña María Mercedes Cañas
En 1859 llega al país José Arrieta Perera - como Cónsul General del Uruguay-, un hombre de refinado gusto y aficiones intelectuales, amante del arte y la música. Casado con la distinguida dama santiaguina Mercedes Cañas y establecido ya en el país, construye un palacio frente al Teatro Municipal, según los planos del reconocido arquitecto francés Paul Lathoud, autor del Palacio de la Exposición de la Quinta Normal, el palacio de Gregorio Ossa y el palacio de la familia Cousiño, entre otras construcciones.
Un hombre de connotada figuración social como José Arrieta necesitaba además de una casa en Santiago y Valparaíso, una quinta de descanso en las afueras de Santiago, un lugar de reunión y veraneo, donde desarrollar las inquietudes intelectuales de los cada vez más numerosos hombres que veían en el romanticismo un estilo de vida. En 1870 la Hacienda Peñalolén es puesta a la venta por los descendientes de Egaña, el idílico paraje en las cercanías de Santiago cautivó a José Arrieta, quien junto a su mujer adquiere el parque ese mismo año, iniciando una serie de transformaciones a los jardines y por sobretodo a la casa, otorgándole la magnificencia y prestancia que mantienen hasta hoy.

El ala posterior de la mansión
A fines del siglo XIX el influjo francés había caído en las mentes americanas, y un parque tan romántico como el Arrieta, necesitaba una casa a la altura de las circunstancias. Las reformas en la mansión comenzaron con una ampliación total de su planta, alargándola y dándole forma de “L”. Se construyó un segundo piso con 15 habitaciones y un tercer nivel con tres grandes altillos, decorados con un fino trabajo ornamental.
A la Mansión se accede por una terraza elevada, enriquecida con una extensa balaustrada que lucía finas cráteras de mármol y diversas esculturas de fierro. En el centro de la fachada, un saliente a modo de bow-window resguarda la puerta de ingreso. Tras ella se abre un Hall que cruza la casa y sirve además de salida al parque posterior. En sus muros hay enmaderados a media altura, diversa yesería ornamental de motivos clásicos, columnas de madera, enormes puertas vidriadas y una espectacular escalera imperial de roble americano que permite subir al segundo nivel. Esta planta presentaba cinco salones importantes y dos salas menores utilizadas como recibidores; diversas terrazas techadas y un pequeño corredor que llevaba a la cocina ubicada en el subterráneo.
 Piano en el Salón de Música
Uno de los sitios que aun mantiene su sobria elegancia es el antiguo Comedor, que destaca por su laborioso trabajo en cielos y muros enmaderados. Hay muebles empotrados en cada esquina que eran coronados por bustos. Destacables son las ventanas y puertas, con dinteles ricamente tallados emulando fantasías góticas.
Hacia la cordillera la serenidad de la Capilla sorprende, esta extensa sala presenció matrimonios y bautizos de la familia; y hoy aún conserva el altillo del coro, ventanas con vidrios de colores, candelabros, pedestales y algunas banquetas originales. La Sala de Música es otro rincón bien conservado de la casa, entre sus muros enmaderados -hace más de 100 años- se realizó el Primer Concierto de Cámara de Chile. Contiguo a este salón existía la Biblioteca, completamente enmaderada, con pisos de mármol; que albergaba además de antiguos libros, valiosas partituras de música traídas de Europa y la colección de armas de la familia. Este sector lamentablemente fue demolido por posteriores dueños, para aprovechar las ricas maderas de la construcción.
Salones de la casa: El Comedor, la Sala de Música y el Hall hacia 1920

El Parque siguió las reformas de José Arrieta, que centró su atención en realzar los juegos de piletas, construyendo diversas estructuras que canalizaron el agua de la quebrada. Además trazó nuevos senderos y caminos, instaló una pequeña central hidroeléctrica para iluminar la casa; y repartió valiosas esculturas y otros elementos decorativos por toda la quinta.
En el jardín Inglés construyó una enorme laguna artificial, con islas y zonas de descanso, en cuyo centro un águila de fierro arrojaba agua a considerable altura. Más tarde a comienzos del siglo XX, las filtraciones obligarían a drenarla y construir un estanque circular, despejando el área para dar perspectiva a la casa y construyendo dos caminos curvos que conducían a ésta.
Antigua laguna del parque, que fue drenada a inicios del siglo XX
Es en el parque posterior donde se hacen las mayores transformaciones. La pileta central se modifica, convirtiéndola en una gran terraza escalonada, con estanques y caídas de agua a modo de cascada, que culminan en una extensa piscina, decorada con finas rejas de fierro y una extravagante figura de Fauno al centro. Existen además otras plataformas con esculturas y jarrones, un patio de descanso custodiado por leones y al fondo -como una escenografía de la vieja Roma- un templete ricamente decorado, de época de los Egaña, coronaba el ya impresionante juego de terrazas acuáticas.

Más adelante, por un camino recto con plintos y esculturas se accedía al patio Pompeyano, una construcción octagonal, pintada con frescos y decorada con jarrones, águilas y esculturas de leones; además de una pequeña fuente central.
Subiendo las escalinatas del patio, se llegaba a un enorme aljibe, delimitado por barandas de madera. Caminos perimetrales dejaban perspectiva para observar una gran estructura, La Fuente del Cóndor y su acueducto romano, que canalizaba las aguas de la vertiente y las distribuía por el parque, en un ingenioso juego de estanques y cascadas. Junto a este sitio, aun existe una hermosa reja de fierro, que antiguamente marcaba el acceso a un largo camino que llevaba a La Quebrada, dónde aun se pueden encontrar entre arbustos y enredaderas, los numerosos sitiales de piedra que Arrieta dispuso para los intrépidos visitantes que subían el cerro.

 

El Patio Pompeyano
La familia no escatimó en gastos a la hora de decorar su paradisíaco rincón de Santiago, formaron un interesante muestrario artístico, que acompañado del intenso quehacer intelectual, dieron carácter y valor a esta extensa propiedad. La mansión fue alhajada con gran lujo, muebles importados, incluso algunos adquiridos en un remate en Versalles. El parque y las terrazas poseían una enorme cantidad de elementos decorativos, numerosas esculturas de mármol, fierro o bronce, réplicas de obras europeas, como La Venus de Milo, Diana la cazadora, Apolo de Belvedere, Fauno, un Torso de Hércules, la Venus de Médici, Baco, Hebe de Cánova, Mercurio en Reposo, la justicia, la República, Fauno inclinado en un árbol, el Rapto de Proserpina, el Aristeo; y numerosos otros elementos como águilas, leones, perros, querubines, jarrones de mármol y fierro, cráteras, columnas y hasta un reloj de sol. Lamentablemente con los años este invaluable patrimonio artístico se perdió, de la enorme cantidad de esculturas, hoy existen sólo 8 en el parque, y de los otros elementos, se mantiene una cifra muy inferior.
Conjunto de obras que ornamentaban el parque, en su mayoría hoy desaparecidas.
                                                             

A principios del siglo XX, Don Luís Arrieta Cañas, compra a su padre parte importante del Parque Peñalolén, realizando transformaciones a los jardines, pero manteniendo la extensa tradición musical, instaurando periódicamente las tertulias musicales. Este notable hombre fue alcalde de Ñuñoa y dirigió una fundación de ayuda a la comunidad, cuyas ruinas existen hasta hoy en Avenida Ossa. La explosión demográfica de Santiago, comenzó a causar estragos en el sistema rural de Peñalolén; hacia los años ‘30 comienzan a lotearse grandes terrenos, y el fundo se reduce. La conformación de viviendas cedidas por el gobierno, tomas y poblaciones, fueron acrecentado la urbanización del sector; y en 1954, el mermado parque es vendido por Luís Arrieta, culminando con la tradición cultural que en sus jardines se había gestado. 
La Fundación Arrieta: Folleto de obra teatral- La fachada principal- El presidente Arturo Alessandri de visita.
don Luis Arrieta Cañas quien junto a su mujer, doña Rosa Pereira criaron en el parque a sus doce hijos.
Los posteriores ocupantes del parque no hicieron más que destruir el legado histórico y artístico, dueños entre los que se cuentan un colegio, el grupo Los Jaivas, y numerosas asociaciones comerciales, que destruyeron, desmantelaron y robaron gran parte de las esculturas y ornamentos de la casa. El descuido de los jardines causó la pérdida de las formas cuidadas del paisajismo europeo, la nula mantención destruyó los complejos sistemas hidráulicos, que hacían funcionar las piletas que tan famoso hicieron al Parque.

En 1991 la Casa y el Parque son declarados Monumento Histórico y ese mismo año es comprado por la Universidad Internacional SEK, quienes la mantienen hasta hoy como la Facultad del Patrimonio Cultural.
doña Ximena Arrieta Pereira se casó en la capilla del parque en 1941 con don Sergio Marín Correa.

Siempre ligados al mundo artístico, Ximena y Soledad Arrieta Pereira, mellizas e hijas de don Luis, forjaron estrecha amistad con la pintora Matilde Pérez, quien pasaba largas temporadas en el parque. 1- Matilde Pérez pintando en el parque 2-Ximena y Matilde disfrazadas en un salón de la casa, 3- Matilde Pérez y el matrimonio Marin Arrieta en 1944.
Este hermoso parque bicentenario, es como ningún otro, un testigo tangible de toda nuestra nacional, un lugar que presenció la llegada de los españoles, que vio nacer la República y alcanzó magnificencia en el utópico Santiago afrancesado. Sobrevivió la reforma agraria, terremotos y expropiaciones, la contaminación y la voraz mano de la expansión urbana. Hoy a pesar del deterioro, se mantiene como un paradisíaco rincón, donde la belleza de la naturaleza y el arte se unen en soberbia armonía…
Vista actual del parque italiano.
Vista de Santiago desde Peñalolén
                      
Mario Rojas Torrejón. 
Fernando Imas Brügmann 
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2 comentarios:

Keebelen Rocker dijo...

Me gustaría Vivir esa época, donde las cosas se hacian con tanto cariño y dedicación.
Yo entreno en el "parque Peñalolen", a un costado del velódromo, pero ¿Donde se encuentra lo que último que queda del parque?
Atte Belen Tapia
Favor responder. norumrockers@gmail.com

Anastasia dijo...

No estás ni cerca, el Parque Arrieta que se menciona aquí está mucho más arriba, al final de la Av. José Arrieta.