lunes, julio 5

LA JOIE DE VIVRE DE BLANCA VERGARA

 
Elegante, sofisticada y extremadamente alegre era Blanca Vergara Álvares, una de las fundadoras del conocido balneario de Viña del Mar en Chile.
Los añosos árboles de su quinta, que fueron plantados con esmero por sus antepasados, sirvieron de marco perfecto para la construcción de un suntuoso palacio veneciano, donde distribuyó una escogida galería de pinturas y objetos, reflejos de su amor por la belleza de las artes. Los salones reunieron a políticos, músicos, literatos, intelectuales y conocidos personajes de la sociedad de todo el globo, quienes disfrutaron del ambiente refinado de las famosas recepciones de su propietaria.
Sin embargo, a pesar de las bondades que otorgaba la fortuna, la señora Vergara supo esconder una vida llena de dolor y sufrimiento, a causa de terribles tragedias familiares, y unos cuantos escándalos, que hicieron de su nombre, uno de los más conocidos del siglo XX. Hoy su querida Quinta, con su palacio, árboles exóticos y esculturas, sobreviven como mudos testigos de uno de los espacios más notables de la Belle Époque chilena. 




Con foie gras, ostras, un pato a la tour d’argent y soufflé, en plena Segunda Guerra Mundial, es recibido Tobías Barros cuando fue en búsqueda de dos distinguidas damas chilenas que se negaban a volver a la patria, a pesar del peligro de bombardeo. Es que Eugenia Huici y Blanca Vergara, cuñadas y residentes en Paris, pensaban morir en la dorada Europa y no pisar más el provinciano suburbio del mundo que era Chile. Entre súplicas y una tarde llena de risas, finalmente el señor Barros logra convencer a Blanca de regresar a cuidar las plantas de su quinta, dejando a Eugenia Huici en su villa de Biarritz, con el mayor pesar, pero comprendiendo que la mecenas de Picasso poco o nada ya tenía que hacer en nuestro país.
Volvía entonces Blanca Vergara a la tierra de sus antepasados, al hermoso jardín que las manos cuidadosas de su abuela había formado, cuando esta quinta era parte de las enormes haciendas de Las Siete Hermanas y La Viña del Mar.
Mercedes Álvares de Vergara, por el pintor Monvoisin.
Junto a la casa patronal, doña Dolores Pérez de Álvares tuvo la idea de forjar un jardín botánico con las semillas y árboles que traía su hijo de sus numerosos viajes por el Océano Pacífico. Años demoró en forestar los cerros, en cavar lagunas y delinear jardines, pero ya en su vejez logró contemplar un verdadero parque que heredó a su hija Mercedes Álvares Pérez quien continuó su labor y cultivó una pasión por el paisajismo y la botánica.
Como marido, Mercedes escogió a José Francisco Vergara y Echevers, hijo del Sargento Mayor José María Martínez de Vergara y Albano, prominente político que participó en el Ejército Libertador y que provenía de una importante familia de Talca. De profesión ingeniero y periodista, el joven José Francisco estuvo a cargo de las obras del ferrocarril de Quillota a Santiago, construyó también el Túnel San Pedro y tuvo una corta pero prolífica carrera periodística. Participó en la política, fue ministro, diputado y senador, también fue también candidato a la presidencia en 1886, y unos años antes, había destacado como estratega militar durante la Guerra del Pacífico. Pero su obra más recordada parece ser la fundación de la ciudad de Viña del Mar en 1878, como un polo urbano alternativo a Valparaíso, procurando urbanizar sus haciendas, conectarlas con el ferrocarril y permitir la llegada de algunas industrias que dieron empuje a toda la región.

Junto a su mujer Mercedes, decidió establecerse en la vieja casa patronal rodeado del jardín que su suegra había forjado. Ahí vio nacer a sus dos hijos: Salvador en 1862, y Blanca en 1866. Ambos continuarán la labor de su padre, y se preocuparán de lotear sus posesiones para transformarlas en poblaciones y avenidas, que con el tiempo transformaron esta incipiente urbe en uno de los principales balnearios de Sudamérica.
No es menor el papel que desempeñó Salvador Vergara en la conformación de Viña del Mar. Continuó con pasión la labor urbanística, formando una sociedad con su primo Ismael Valdés Vergara, para expandir la ciudad en los terrenos que le habían correspondido por herencia, en la parte norte de la hacienda. Encargó el diseño de la Población Vergara a Francisco Garhnam, conformando un barrio de grandes avenidas donde muy pronto se levantaron espléndidos chalets. Construyó el Muelle Vergara, un puente para unir la ciudad sobre el estero Marga-Marga, levantando además un completo sistema de muros para rectificar el cauce, y hacerlo más atractivo.
Salvador Vergara Álvares
De espíritu aventurero, es enviado a Europa por el gobierno, alistándose hacia 1893 en el ejército español al mando del General Martínez Campos, donde luchó contra los marroquíes que se sublevaron en la ciudad de Melilla. Su astucia lo llevó a recibir una condecoración otorgada por el Rey Alfonso XIII. De regreso en Chile sirve al país estudiando los problemas limítrofes con Argentina, se convierte en Ministro de Guerra y Marina; y emprende una nueva fantasía urbanística que concentraría grandes casas quintas de descanso al norte de Viña del Mar, conformando en 1905 una sociedad a la que dona cinco mil hectáreas para fundar Reñaca. Muere repentinamente en 1917, a los 55 años.
Blanca Vergara, por otro lado, tenía arraigada en su sangre la idea de castellana feudal, concentrando sus esfuerzos en conservar la quinta familiar ubicada en el centro del balneario: un enorme parque privado de 35 hectáreas, que contaba con árboles exóticos, senderos, quebradas, laguna y una fantástica residencia. Desde pequeña cultivó gran afición por la sociabilidad, las inquietudes intelectuales, una pasión desmesurada por el arte y la belleza de las formas. Muy joven viajó a Paris, donde se casó con el chileno Guillermo Errázuriz Urmeneta, nieto del rico capitalista José Tomás Urmeneta.

Blanca Vergara Álvares de Errázuriz
Sus primeros años de matrimonio los pasó en Europa, recorriendo las grandes capitales. Los hijos no tardaron: Blanca Elena, Hugo, Manuela, Amalia y Guillermo vinieron a completar la felicidad del matrimonio, quienes ya en Chile disfrutaban enormemente del encanto que poseía la quinta en Viña del Mar, y los veraneos que pasaban en el fundo de los Errázuriz en Panquehue, donde se reunía toda la familia para realizar animados paseos campestres. Entre los participantes se encontraba Salvador Vergara junto a su mujer Blanca Vicuña (hija del Intendente Vicuña Mackenna), Amalia Errázuriz y su marido Ramón Subercaseaux; y Eugenia Huici casada con José Tomás Errázuriz.
La vida de ensueño que llevaban terminó abruptamente en 1895, cuando Guillermo Erráruziz, recluido hace meses en su Hacienda de Lo Hermida en Santiago, muere de tuberculosis. La desdichada viuda se vuelca al cuidado de sus hijos en su tranquila quinta, pero la tragedia que invade a la familia parece presagiar otro dolor irreparable.
Con apenas 11 años el pequeño Hugo, quien es un aficionado a los caballos, sale como de costumbre a recorrer el campo montado en su caballo. A su regreso el pie se le enreda en el estribo, muriendo trágicamente al ser arrastrado varios metros.
A inicios del 1900 la viuda de 34 años reside en Viña del Mar. Su casa, de sólida arquitectura, algo afrancesada por torreones y balcones, era el epicentro de la sociedad del balneario; donde se realizaban muy seguido encuentros musicales, tertulias intelectuales, bailes y fiestas, eventos que eran muy comentados por la suntuosidad de las celebraciones. Es que Blanca Vergara vivía y recibía un trato en la ciudad digno de un señor feudal, y en Viña del Mar, ella era lo más parecido a eso.
Sin embargo en 1906, la tierra se sacudió tormentosamente… sin distinciones sociales, de género o posición política, arrebató vidas y desplomó las viviendas de tantos miles que habían hecho de Valparaíso o Viña del Mar, su hogar. Los Errázuriz Vergara no fueron la excepción, la enorme casa de la quinta quedó totalmente destruida.

La antigua casa de la familia Álvares, reformada según los gustos de la época romántica, sucumbió al fuerte terremoto de 1906.
La ciudad de Valparaíso, tras el terremoto de 1906. Fotografía en: https://manepedia.wordpress.com/2012/03/26/321/

El siglo XX trajo consigo los aires eclécticos de la arquitectura mundial, la cercanía del primer Centenario de la República en 1910 creó un ambiente de euforia y optimismo.
Destacados arquitectos tuvieron en sus manos la reconstrucción de las ciudades, construyendo suntuosos palacetes en todo Chile, especialmente en Santiago y Viña del Mar, que se transformó en una ciudad moderna, que albergaría toda la población que decidió huir del destruido puerto de Valparaíso. Conocidas son la mansión neoclásica de Fernando Rioja, que hospedó al Infante Fernando María de Baviera y Borbón en 1920; el castillo de Agustín Ross en estilo Tudor, el castillo de Wulff que enfrenta las olas en un roquerío, el veneciano palacio Valle, el castillo Lyon Edwards, la mansión Riesco, el castillo Brunet, y tantas otras residencias que reflejan el intento por convertir los cerros en verdaderas alegorías al arte y la historia de la arquitectura mundial.
Blanca Vergara, gran amante de la belleza decorativa y el lujo, vio con pesar la destrucción de la casa que la vio nacer, pero como todo espíritu inquieto y alegre, vio en el terremoto la oportunidad de dotar a su preciada quinta de una mansión a la altura. Contrató los servicios del arquitecto italiano Ettore Petri y edificó una palaciega residencia de 3000 mts2, en un presuntuoso estilo gótico veneciano, inspirado en el Palacio de los Dogos de Venecia.
Todos los detalles fueron supervisados por doña Blanca, instando al arquitecto a crear una mansión acorde a sus inquietudes artísticas e ideal para el desenvolvimiento de su intensa vida social. La planimetría cumple todos los requisitos: se organiza casi al azar desde un hall severo, desde donde puertas casi ocultas llevan a espacios de uso público decorados con finos enmaderados, mármoles, granitos, gobelinos y hermosos artesonados. Las blancas fachadas no son menos ornamentales, corredores con columnas, gárgolas, vitrales, herrería y lujosas terrazas con piletas, complementan el exótico paisaje que ya ofrece la quinta con sus cerros y antiguos árboles. 

Vista del palacio Vergara, obra del arquitecto italiano Ettore Petri. Fotografía del Archivo Fotográfico MOP. Color: Brügmann

Basta nada más hoy recorrer la mansión: El decorado corredor exterior -al que se accede por dos escalinatas de mármol custodiadas por leones-, conduce a una gran puerta coronada por el monograma de Blanca Vergara en bronce dorado. Recibe un sobrio hall, de severo pavimento de mármol negro y blanco, una chimenea del mismo material, muros enmaderados a media altura y artesonado. La sala es iluminada por gruesas ventanas con vitrales.

Hall del palacio Vergara. Archivo Patrimonial Brügmann, 2008
Desde el hall se accede a las dos escaleras que conducen al segundo nivel, un ascensor y los salones más importantes: El gran salón de generosas proporciones, es iluminado por una claraboya rectangular y está decorado con pilastras, finas esculturas y pinturas del siglo XVI; al fondo el jardín de invierno con piso de mayólica italiana se abre a un enorme ventanal con acceso al jardín. La sala de caballeros y el salón de señoras resguardan una sobria ornamentación neoclásica, mientras que la deslumbrante sala de baile, está profusamente decorada con paneles dorados de corte veneciano, artesonado, muros entelados y espejos. La sala esconde un secreto, una pequeña habitación oculta tras un panel corredizo, donde la orquesta podía tocar sin ser vista en las noches de fiesta. El comedor estaba tapizado con gobelinos en sus mejor época, aun existen los enmaderados a media altura y el parquet. La biblioteca poseía muebles empotrados y una chimenea, estaba iluminada por una claraboya veneciana, y de sus muros colgaban numerosos lienzos de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, unos junto a otros, en una evocación al barroco y su horror vacui, tan de moda en las grandes galerías de Europa. Una gran piscina, un invernadero, escritorio, dormitorios en el primer y segundo nivel, y un fabuloso baño privado revestido completamente en mármol de carrara, el que lamentablemente ya no existe, eran algunas de las otras estancias de la mansión. No podemos hacer una descripción del edificio sin olvidar el parque, que fue remodelado luego de 1910, creándose pérgolas, terrazas, senderos, una laguna y grandes jardines, que incorporaban esculturas de mármol y fuentes de agua.
Con su mansión recién construida, y la intensa sociabilidad que vivía la ciudad, Blanca Vergara retomó sus hábitos de anfitriona, organizando grandes corsos primaverales que partían desde su Quinta hacia la plaza, y regresaban, horas más tarde, para culminar en fastuosas celebraciones, donde agasajaba a sus convidados con interminables banquetes, música de orquesta y espectaculares bailes.
“Atravesamos la gran puerta de reja y entramos a un ancho sendero de maicillo que va dividiendo grandes prados de pastito verde, en los que se elevan, aquí y allá, viejos y hermosos árboles, o se extienden al sol brillantes agrupaciones de geranios rojos, desde el gránate al anaranjado. Va subiendo el terreno poco a poco, hasta llegar a la casa, de estilo veneciano, con un claustro, o cerrador con columnas en todo el frente. En los prados, bajo los árboles, hay estatuas y bustos de mármol antiguos. No es una maravilla la casa por fuera; pero, ya dentro de ella, uno cree no estar en Chile. Aquello puede ser Europa, una casa de la Europa señorial y respetable; pero Chile no es…”, exclamará Manuel Magallanes Moure sobre una visita a la propiedad. Fragmento carta de Manuel Magallanes Moure a su hija, 1918. En: Maino, V., Redondo, M. Los X en la Quinta Vergara, Revista Archivum, año V, Nº6. 2004.


Pinacoteca de la familia Errázuriz Vergara en su palacio de Viña del Mar. En: Album de Viña del Mar, 1913.
Salón de Baile del palacio Vergara. Fotografía Flickr Marcelo Salazar.

El entorno que había creado la señora Vergara fue escenario especial para un gran acontecimiento que jamás olvidaría, no por la felicidad que un matrimonio conlleva, sino por la tragedia de su término. Desde muy temprano había llamado la atención en los salones de Viña del Mar, la figura carismática de Blanca Elena Errázuriz, quien con sólo 16 años conoció al millonario estadounidense John de Saulles, quien visitaba el país como enviado de una multinacional ferroviaria. A pesar de los conflictos por la diferencia de edad (15 años), la autorización de la esperanzada madre no tardó, y aprovechando un viaje a Europa, se concretó el matrimonio en la Iglesia inglesa de Paris en 1911. Blanca Elena y su marido vivieron un tiempo en esa ciudad, y luego se trasladaron a Nueva York, donde tuvieron un hijo: John Longer de Saulles.
La suntuosa vida de Doña Blanca continuó entre despedidas y celebraciones. Su hija Manuela ingresó a un convento religioso, mientras que Guillermo se casó con la rica heredera María Edwards McClure, quien durante la Segunda Guerra Mundial participará en la Resistencia Francesa, arriesgando su vida para salvar la vida de pequeños niños judíos. La historia la recompensará con un lugar en el monumento de los "Justos entre las naciones" de Yad Vashem, Israel; y el grado de Caballero de la Legión de Honor de Francia.
 

Blanca  Errázuriz Vergara, Bain Photo. Biblioteca del Congreso EEUU
En 1915 el matrimonio de Blanca Elena parecía llegar a un término. Las continuas infidelidades, afición al juego y alcoholismo del estadounidense, culminaron por colmar la paciencia de la otrora gran señorita de Viña del Mar. En diciembre del año siguiente, la pareja firmó el divorcio, pero Blanca Elena continuó viviendo en Estados Unidos porque De Saulles tenía la tuición de su hijo. Comenzó a frecuentar entonces los salones de moda, donde sus encantos hicieron caer a Rodolfo Valentino, que según cuentan, debió huir de Nueva York por las continuas amenazadas de De Saulles, huyendo a Hollywood donde curiosamente alcanzó el estrellato. En 1917 la tensa relación del fracasado matrimonio tomó otro cariz. Una fuerte discusión, y la amenaza de no poder ver nunca más a su hijo, generaron que en un arrebato Blanca Elena empuñara un revolver, disparándole a John de Saulles cinco tiros, que lo asesinaron instantáneamente. La joven de 23 años fue encarcelada en Mineola, donde recibió un trato bastante especial, teniendo una celda cómoda, un piano para su entretención, comida especial y numerosas visitas, entre ellas a la pianista chilena Rosita Renard. Es que la cárcel jamás había recibido -como decía el Alcaide-, a una señorita tan distinguida y hermosa.
Fuera de lo anecdótico, la noticia golpeó a doña Blanca, quien temía que su hija fuera condenada a la silla eléctrica. Por algunos días, gracias a sus contactos y dinero, mantuvo la noticia en secreto; pero cuando ésta explotó, la sociedad entera se movilizó en un enorme cotilleo, y el asunto ocupó las portadas de los diarios de Chile y Estados Unidos, teniendo una cobertura especial.
Dueña de una entereza sin igual, recurrió al gobierno chileno para que el consulado intercediera mientras ella viajaba a Estados Unidos. En ese país contrató al mejor grupo de abogados, quienes tras un largo juicio, y en parte debido a que el caso fue usado por las feministas americanas como un asunto de opresión doméstica, Blanca Elena salió en libertad, volviendo a Chile junto a su hijo.
La escandalosa reclusión ocupó las portadas durante meses, e incluso se realizó una película muda llamada “The Woman and the law”, basada en el caso e interpretada por la conocida actriz Miriam Cooper. 


Caricatura del diario estadounidense relatando el suceso de 1917 - La actriz Miriam Cooper en su papel de la película The Woman and the law, dirigida por Raoul Wlash en 1918, e inspirada en el caso de Blanca Elena Errázuriz Vergara.
Blanca Elena Errázuriz en 1923, en la Revista Familia, tras el anuncio de su matrimonio con Fernando Santa Cruz. - Retrato de John de Saulles, perteneciente a la National Library of Congress, USA.
Como gran mujer de su época, Blanca Vergara volvió a sonreír, cuidar sus plantas, disfrutar de su hija y nieto; y por supuesto, retomar su animada vida social. Era una anfitriona peculiar, entre la ceremoniosa etiqueta de sus recepciones con gran desplante de mozos vestidos de frac, la carismática matriarca disfrutaba de hacer bromas a los asistentes, reír a carcajadas y tomar parte de álgidas conversaciones de diversa índole… “es que doña Blanca creó, para satisfacción de su alma eternamente nueva y enamorada de todo lo bello, un ambiente propio, como una emanación de sí misma; mitad pagano, mitad místico, donde siendo la reina, también sabía ser la compañera y amiga”, recordará Manuel Magallanes Moure quien tuvo la fortuna de visitar la mansión junto a Pedro Prado, ambos miembros del Grupo los X. Otras personalidades del mundo también fueron convidados a la quinta, como el infante Fernando de Borbón, el Príncipe Eduardo VIII y el curioso pensador hindú Krishnamurti, que causó tal revuelo, que las personas se agolpaban en las ventanas del palacio pensando que el sólo ver la sombra del sabio, sanaría sus males.
Hacia fines de los años 20 la señora Vergara vivía sola junto a su hija Amalia en la enorme quinta, pues Blanca Elena se había vuelto a casar con Fernando Santa Cruz Wilson, trasladándose a Paris, con el pequeño John. Los años de la posguerra, y los avatares del salitre, causaron gran malestar económico en el país, y la familia Vergara de a poco comenzó a perder su patrimonio. Sin que eso fuera un impedimento, Blanca siguió con su lujoso tren de vida, trasladándose a Paris, donde vivió algunos años junto a su concuñada Eugenia Huici, quien acostumbrada al deslumbrante mundo intelectual del viejo mundo, disfrutaba junto a Blanca de sus numerosas amistades, entre las que contaba a Picasso, Igor Stravinsky, Jean Michel Frank, Jean Cocteau, John Singer Sargent, Arthur Rubinstein, Blaise Cendrars, Emile Terry y otros. 


Parque de la Quinta Vergara. Fotografía en Album de Viña del Mar,  1913.
Esculturas en el jardín del palacio Vergara, fotografía Jacques Cori, 1941.

En 1940 la tragedia invadirá nuevamente su vida. Blanca Elena, por quien tanto había luchado, moría extrañamente en Con Con, producto de un abuso en los medicamentos para dormir. Su nieto John de Saulles, moriría poco después a causa de un ataque al corazón mientras jugaba golf. Otro de sus hijos, Guillermo, se suicidaba en Paris, por los continuos conflictos con el juego y numerosas amantes.
Cansada y con su fortuna bastante mermada decide junto a su hija Amalia, liquidar su querida quinta en 1941, vendiéndola junto a algunas importantes obras de arte, a la Municipalidad de Viña del Mar, entidad que la convirtió en Museo de Bellas Artes. Actualmente el palacio espera su restauración, a raíz de los severos daños ocasionados por el terremoto de febrero de 2010.

Recluida en su fundo de Limache, enferma y casi ciega, se mantuvo alegre rodeada de su familia y sobrinos. Conversaba largos ratos y se escribía con su pariente Matías Errázuriz, quien a pesar de tener un espléndido palacio en Buenos Aires se había recluido en Zapallar melancólicamente tras la muerte de su esposa Josefina Alvear.
Blanca Vergara, en revista Pacifico Magazine, 1918
“Sólo después de los ochenta me he venido a dar cuenta de tanta cosa maravillosa y hermosa en mi vida...estamos los dos en plena y clara vejez física, que no nos permite hacer ni decir lo que deseamos, lo cual es una crueldad para dos charladores sociales”. Cartas de Blanca Vergara a Matías Errázuriz. Archivo Sergio Fernández Larraín, Biblioteca Nacional de Chile, 1952.
Cuando Eugenia Huici volvió a Chile a regañadientes en un avión, se sintió complacida y pasaba largas horas hablando por teléfono con ella de sus viejas andanzas en Europa. Estos tres iconos fueron desapareciendo a medida que el inexorable paso del tiempo fue agotando sus fuerzas: Eugenia Huici en 1951, y don Matías Errázuriz en 1953.
Dos años más tarde, a los 89 años y casi ciega, moría Blanca Vergara en su fundo de Limache. Atrás había quedado su quinta en Viña del Mar, sus lujosas recepciones, sus largas temporadas en Europa, y la pena ocasionada por las desdichadas vidas de sus hijos. Junto con ella desaparecía un estilo de vida extravagante, alegre y donde el arte unido a lo cotidiano, logró una figuración como nunca antes se había visto.

La Quinta Vergara en Viña del Mar, eclipsada por el festival musical, resguarda entre sus árboles y la arquitectura romántica de un palacete veneciano, la viveza de una mujer que como pocas en la historia de Chile, logró reunir las tragedias y alegrías de los mágicos instantes que conformaron la efímera Belle Époque chilena... 




Autores
Mario Rojas Torrejón
Fernando Imas Brügmann
Brügmann, 2016 C

Este es sólo un extracto de nuestra investigación, si tienes más información de la casa, te gustaría aportar con imágenes o algún antecedente nuevo, no dudes en escribir a contacto@brugmann.cl; y así contribuirás junto a nosotros al rescate de la memoria patrimonial de todos los chilenos.




2010. Prohibida su reproducción total o parcial.

12 comentarios:

Unknown dijo...

muy interesante, excelente forma de conocer la belle epoque de Chile.

Anónimo dijo...

qué buen artículo!!! me encantó!!! lograron trasladarme a esos alocados y pretenciosos años, y humanizar una figura q me parecía bastante plana... esto de no saber... jajaja... se agradece....

Mario Rojas Torrejón dijo...

jajjaa.. si, humanizar es la idea.
Muchas gracias por tu comentario.

Karin Wachtendorff dijo...

Preciosa e interesante historia. Me ha encantado!!!

Unknown dijo...

Excelente artìculo, muy completo, me encantò, y me trasladò a la època...

Anónimo dijo...

en cuanto a su hija amalia...cual es la historia de su vida??

T.Señoret dijo...

Como viñamarina observo un muy buen artículo y felicito a Fdo. Imas B. se nota el buen Colegio que estudió (Colegio Alemán de Stgo.)Sólo les solicito ...por favor...RECTIFIQUEN el segundo apellido de la Señora Blanca Vergara Alvares ..es con S y NO con Z .Porque es portugués y NO español. Gracias

Anónimo dijo...

Doña Blanca Vergara también tuvo una casona en Valparaíso, aun en pie, se encuentra en la Subida Washington, al final de la avenida Argentina en su fachada tiene un símbolo de BV y el año de la edificación - 1904

Fernando Javier Imas Brügmann dijo...

Gracias por sus comentarios ¡¡
:) Fernando Imas Brügmann.

Jaime Ross dijo...

Que lástima que se borraron algunas fotos
Mis Saludos y felicitaciones
Jaime Ross

Gaby Evans dijo...

Muy buen artículo. Me gustó muchísimo. ¿Alguna información respecto a los descendientes de la familia Vergara Alvares en la actualidad?














Deby dijo...

Llegué a esta página buscando información sobre la Quinta Vergara porque mi abuelita frecuentó el palacio Vergara durante su niñez. Resulta que su madre, que en realidad era una señora que la cuidaba porque su verdadera madre la había abandonado, ya que era una niña de familia de clase alta que se había enamorado del chofer por lo que la familia nunca permitió esa relación y al nacer mi abuelita la entregaron a esta señora que trabajó para ellos), bueno esta señora "mamá Santos" como la llamaba mi abuelita, trabajaba en el palacio Vergara y vivían en una de las casas del servicio, que aún están pero ahora las separa un muro de los jardines. La señora Blanca se encariñó mucho con mi abuelita, la llevaba a andar a caballo, le pagaba clases de piano y de ballet y tomaban el desayuno en su habitación, la vestían y peinaban, era la niña de la casa. Mi abuelita ya no está en este mundo pero recuerdo cuando me contaba cómo era vivir ahí, que era como estar en un sueño. Por lo que he investigado esto debe haber sido en los últimos años antes de que dejaran la Quinta. Mi abuelita me contó que la señora Blanca tenía serias intenciones de adoptarla pero la señora que estaba a su cargo no quiso. Solo le quedó de recuerdo una foto junto a unos de los leones de la entrada cuando tenía como 5 añitos.