sábado, noviembre 11

Novias de blanco... rojo y negro



Hace un poco más de 100 años las novias no vestían de blanco. De hecho eran muy pocas quienes podían permitírselo, y la gran mayoría de las mujeres que contraían matrimonio, lo hacían vistiendo un traje llamativo –casi siempre de algún color-que pudiera servirles para ser utilizado en otra ocasión. A principios del siglo XX los avances en la industria textil, la aparición de nuevas telas y la influencia que genera el cine, la fotografía y la moda, comenzará a imponer el blanco como el único color para confeccionar este tipo de trajes, una tendencia que se hará obligatoria a partir de la década de 1930.

Los invitamos entonces a hacer un recorrido por  la historia del vestido de novia a través de algunas fotografías pertenecientes a nuestra colección!

 

 
 
El matrimonio ha sido desde tiempos inmemoriales todo un acontecimiento. Ya sea con amor de por medio o como una mera alianza económica, este evento ha acaparado las miradas desde que se impuso como una forma de unir la vida de dos individuos. El matrimonio era un contrato social, se utilizaba para unir fortunas, hacer pactos sociales y a nivel geopolítico, era muy común que se usara para afianzar la paz entre reinos y naciones. Sea cual fuera el caso, hubo siempre un elemento que llamaba la atención en este tipo de compromisos: el traje de la novia, que reflejaba el grado de prosperidad de la familia de la contrayente.

En la antigua Grecia las mujeres se casaban con túnicas especiales de color amarillo, y en Roma las novias debían ceñirse a un rito, utilizando túnicas de lino de tonos crudos y un manto de color azafrán, cubriendo la cabeza con flores de mirto, como símbolo de la diosa Afrodita. Siglos más tarde, las novias lombardas usaban una túnica negra con un tapado rojo el día del matrimonio, y durante la Edad Media así como en el Renacimiento, era común que las novias de alta sociedad (que eran las únicas que podían permitírselo) utilizaran trajes de color azul, verde o rojo, fabricado en telas vistosas como terciopelo o brocato, siempre realzado con joyas de oro. Prueba de esto son algunas obras medievales como “El matrimonio de Felipe d’Artois y Maria, hija del duque de Berry” del siglo XIV, la pintura “Los Esponsales” de la escuela Ferraresa (1470), o la representación del matrimonio entre el mítico Rey Arturo y Ginebra, del destacado pintor flamenco Willem Vrelant (siglo XV).   
 

Matrimonio entre el mítico Rey Arturo y Ginebra, del destacado pintor flamenco Willem Vrelant (siglo XV).

«El sacramento del matrimonio», en el libro El arte del buen vivir, 1492. Francia
 

Detalle de «Los esponsales», óleo de la escuela Ferranesa, siglo XV. Italia

 
«Matrimonio de Felipe d’Artois y Maria, hija del Duque de Berry», siglo XVI. Francia


A partir del siglo XVI los trajes de novia no se diferenciarán mucho del traje de corte, virará su color a tonos pasteles, otorgándole cierta sobriedad, que era contrastada con el excesivo uso de pedrerías y adornos. Nace además la cola, como un símbolo de status pues mientras más larga y decorada, mayor era la importancia de la familia. Durante los siglos XVII y XVIII los colores que primarán en las novias serán los pasteles, y los metalizados, como dorado o plateado, este último reservado para los enlaces reales. Sin ir más lejos, el vestido de novia de la Emperatriz Catalina de Rusia fue hecho en glasé plateado cosido con hilos de plata, data de 1745 y hoy se conserva en el Museo del Arsenal en Moscú. A principios del 1800 se impondrá el estilo Regencia en el vestir, que será popularizado por la emperatriz Josefina de Francia, primando colores tenues como el verde, tonos rosados, castaños, azules y amarillos, siendo común el uso de la seda como material principal de confección.


Traje de novia de la Emperatriz Catalina la Grande de Rusia, 1745. Museo del Arsenal en Moscú. – Traje de novia de la Emperatriz Maria Luisa, segunda mujer de Napoleon I, 1810. Museo de Eckmühl – Auxerre, Francia.

Vestido de novia de la reina Victoria de Inglaterra, 1840.

 
Pero no es hasta 1840 cuando aparece en escena el primer vestido de novia blanco. Fue usado por la reina Victoria de Inglaterra para su matrimonio con el príncipe Alberto, y estaba compuesto por un traje blanco bordado con flores de color naranja, y complementado por una larga cola y un velo de encajes de honiton. La popularidad de esta reina era altísima, y gracias a la prensa, su imagen con el traje blanco se difundió por todo el mundo. Desde ese minuto, todas las mujeres quisieron vestir de blanco en el día de su matrimonio, tal como lo había hecho la reina de Inglaterra. Sin embargo, durante el siglo XIX las telas blancas era muy escasas, muy caras y de compleja mantención, por lo que su uso estaba restringido exclusivamente a los miembros de la alta sociedad. Por lo mismo, la masificación del vestido blanco tardó décadas en imponerse, pues su alto costo de fabricación lo convirtió en un bien prohibitivo para la mayoría de las familias, que siguieron utilizando trajes de color para el día de su matrimonio. Recordemos además que en esa época, la ropa era considerada un bien escaso y de lujo, las personas no tenían grandes guardarropas, incluso las más ricas no podían jactarse de tener más de 15 trajes, y mandar a hacer un vestido era todo un acontecimiento. Por lo mismo, al momento de pensar en confeccionar un traje de novia, primaba la idea que debía ser más vistoso que otros, pero también en que debía servir para otras ocasiones importantes. Podría decirse que el vestido de novia era un traje versátil, que era heredado entre hermanas, primas o hijas, incluso.
Si prestamos atención a la mayoría de las fotografías nupciales del 1800, nos daremos cuenta que es muy común que la novia vista un traje oscuro. Generalmente estos vestidos eran de color burdeo o café, y su forma no guarda mucha diferencia con la indumentaria de uso cotidiano, salvo por la presencia de adornos, cintillos, ramos de flores de azahar, o velos blancos; únicos elementos que permiten identificar los retratos de matrimonio.
Pero no sólo se utilizaron trajes oscuros, sino que curiosamente el color negro se transformó en una verdadera tendencia durante el siglo antepasado. Una de las grandes razones se relaciona a la costumbre del luto, tradición arraigada fuertemente en el imaginario social de fines del siglo XIX y principios del XX, que impone a todo aquel que pierda un familiar, la obligación de vestir sólo prendas de color negro como muestra de respeto al ser extinto. El luto podía durar meses y hasta años, por lo que si una mujer comprometida tenía la mala suerte de perder a alguien de la familia cercana, debía posponer su matrimonio o casarse con un vestido negro. En Chile esta situación se hizo habitual durante los años de la Guerra del Pacífico (1879-1884), y posteriormente durante la Guerra Civil de 1891, debido a la gran cantidad de muertos en el campo de batalla.
Otro motivo, se relaciona a un asunto netamente socioeconómico, pues como habíamos comentado antes, las telas blancas era muy caras, y los ciudadanos de clase media o baja, no podían costear un vestido de ese nivel. La solución entonces era utilizar la mejor ropa que se tenía en el guardarropa, o mandar a hacer un traje a medida de color negro, pues era más barato y daba la posibilidad de volver a utilizarlo en alguna otra ocasión formal. Además las telas negras ocultaban mucho mejor la suciedad de los dobladillos, y no eran prendas que requirieran lavados constantes. Las chaquetas y polleras negras realzadas con velos blancos, o ramos de azahar son comunes a principios del 1900 en los retratos de matrimonio.
La geografía tampoco jugaba a favor de las novias muchas veces, y es común que en zonas apartadas de los grandes centros urbanos, las mujeres que contraían matrimonio, debieran optar por confeccionar su vestido con telas oscuras, pues la oferta de buenos textiles claros no era muy variada, y su compra y transporte se hacía muy difícil, sobretodo en las zonas más aisladas.

Matrimonio de Maria Lazarte y Victor Ewing, Administrador del Hospicio de Viña del Mar. El traje blanco que ella viste es bastante lujoso, confeccionado con diferentes tipos de telas, lo que evidencia la facilidad de encontrar una mayor oferta textil en las grandes ciudades. Fotografía Garreaud, 1891. Archivo Brügmann.

Retrato de estudio de Clara Oehninger Geiger, vestida de novida. Se casó con José Luis Silva Lastarria. Fotografía Elegante, c.1885. Archivo Brügmann. 

Matrimonio de Clotilde Ognio Terrile y Cristian Wiegand Rodriguez. El velo, las flores de azahar, un ramo de flores blancas y algunos adornos, era la alternativa de muchas mujeres durante el siglo XIX para realzar el oscuro color de su traje de novia. c. 1880. Archivo Brügmann, Fondo familia Jungk Wiegand.

Matrimonio de Domitila Sotomayor y Eduardo Miranda, hacendados en la zona de Curicó. La ausencia de una oferta textil, obligaba muchas veces a las mujeres de zonas rurales a confeccionar sus vestidos con telas oscuras, a pesar de la buena situación económica que presentara. c. 1900, Archivo Brügmann.

Retrato de Elena Herrera Aguirre, casada en 1903 con José Joaquín Aguirre Luco. Archivo Brügmann, Fondo Manuel Ignacio Aguirre Valdivieso.
 


Matrimonio de Blanca Caballero Cannobio y el Intendente de Cautín, Arturo Vidal Pizarro. c. 1915 Archivo Brügmann, Fondo familia Vidal Varas.

 
A partir de 1910 los avances en la industria textil y la masificación de la moda hace un poco más común el uso del vestido blanco para los matrimonios. Una pieza fundamental que viene a complementar esta tendencia es el velo, que en esa época reemplazó a la cola del vestido, y podía medir varios metros de largo. Este accesorio era más barato de confeccionar un traje, por lo que quienes no podían costear un vestido completamente blanco, optaban por encargar un velo que cubriera gran parte del traje, para así seguir la tendencia de la moda que imponía cada vez más el color blanco como símbolo nupcial. En la década de 1920, la fotografía, las grandes casas de moda europeas –como Jeanne Paquin, Chanel, Lanvin o Madeleine Vionnet- y por sobretodo, la influencia del cine en las personas, genera que el traje de novia blanco se convierta en una verdadera obligación, imponiéndose ya en los años 30 como una generalidad; en parte gracias a la presencia de un mercado variado tanto en calidad como en productos textiles, siendo los más solicitados la seda, el brocato, el tul, el raso y algunos textiles derivados del nylon. A partir de ese entonces, el vestido de novia blanco experimentará variaciones ligadas a las tendencias en la moda que impondrá cada década del siglo XX.
 


Retrato de novia no identificada, con un vestido corto bajo la rodilla y un largo velo de tul, c. 1925. Archivo Brügmann.

Retrato de Aida Pacheco de Brügmann, en la cabeza se distingue un cintillo de perlas c. 1930. Archivo Brügmann.

Retrato de Tita Buch y su marido José Leigh el día de su matrimonio, 1935. Archivo Brügmann.

Ester Sánchez Lobos y Jorge Vásquez Castillo el día de su matrimonio. c. 1925. Archivo Brügmann, fondo Gonzalo Vergara.

Retrato de Maria Regina Thumn Guerra y Arturo Anwandter Paz, 1928. Archivo Brügmann, Fondo familia Manríquez Santa Cruz.

Retrato de Octavia Guerra de Davis, 1933. Archivo Brügmann, Fondo familia Manríquez Santa Cruz.

Retrato de Inés Pacheco de González Rojo, con un cintillo de perlas y azahares, para sostener un pesado velo. 1926. Archivo Brügmann.


Retrato de novia no identificada, con vestido de encaje, cintillo de flores y velo de tul, c. 1930. Archivo Brügmann.

Retrato de Eugenia Espic Stahr y Julio Matte Reyes, c. 1935. Archivo Brügmann, Fondo familia Matte.
 
Novia N/I, Foto Llaguno, c.1925. Archivo Brügmann.
 

Retrato de Eugenia Espic Stahr y Julio Matte Reyes, c. 1935. Archivo Brügmann, Fondo familia Matte.

Retrato grupal de matrimonio en el patio de una casa, c. 1920 Archivo Brügmann.


Retrato del matrimonio entre Fresia Braitwhite Carabantes y Agustín Larraín Bunster, c. 1930. Donación Esther Jordán Larraín, Archivo Brügmann.

Retrato de novia de Luz Inés Palacios Ureta de Barros, c. 1940. Archivo Brügmann, Fondo familia Undurraga Barros.

Retrato Carlota Nuñez Casanovas y Alfredo Grünberg, en la casa de sus padres ubicada en Alameda esquina Manuel Rodríguez, c. 1935. Archivo Brügmann, Fondo familia Grünberg.

Retrato de Adelina Palacios Ureta de Valenzuela, c. 1935. Archivo Brügmann, Fondo familia Undurraga Barros.

Retrato de Marta Ríos Padilla de Griffin junto a su padre, en el pórtico de acceso a su casa en Alameda esquina General José M. Carrera, c. 1935. Archivo Brügmann, Fondo familia Griffin.

Retrato de Mercedes Undurraga Alemparte de Greene, c. 1935. Archivo Brügmann, Fondo familia Undurraga Barros.

Retrato de Elena Zañartu Zenteno de Fernández, hija del ministro y diputado Enrique Zañartu Prieto, candidato a la presidencia en la década del treinta, c. 1935. Archivo Brügmann.

Retrato de novia no identificada, con un vestido de larga cola, c. 1945. Archivo Brügmann, fondo familia Vidal Varas.

Retrato de novia no identificada, de la ciudad de Concepción, 1942. Archivo Brügmann.

Retrato de Adriana Wiegand de Jungk, 30 de octubre de 1948. Archivo Brügmann, fondo familia Jungk Wiegand.

Retrato de novia no identificada, cerca de la ciudad de Concepción, 1942. Archivo Brügmann.

Retrato Mercedes Arrieta Pereira y Fernando Velasco rodeado de invitados a la salida de la iglesia, c. 1945. Archivo Brügmann, fondo familia Marin Arrieta.

Retrato de novia de Marina Varas de Vidal, 1947. Archivo Brügmann, fondo familia Vidal Varas

Retrato de Ximena Arrieta Pereira y Sergio Marin en el día de su matrimonio en su casa de Peñalolén, 1943. Archivo Brügmann, fondo familia Marin Arrieta.

Retrato grupal del matrimonio de Ximena Arrieta Pereira y Sergio Marín Correa en el Parque Peñalolén, 1943. Archivo Brügmann, Fondo familia Marín Arrieta.

Retrato grupal de matrimonio en la década de 1940. Fotografía Silva, Archivo Brügmann.
 
Retrato grupal de matrimonio frente a una iglesia, c. 1940. Archivo Brügmann.

Retrato grupal del matrimonio entre Adriana Wiegand Koch y Mauricio Jungk Stahl, 1948. Archivo Brügmann, Fondo familia Jungk Wiegand.
 
Retrato de Enrique Reichhard e Ilse Barends en el día de su matrimonio. Ella fue una reconocida deportista chilena, campeona Sudamericana de Salto alto en 1946. Foto 1946, Archivo Brügmann, Fondo familia Reichhard.
 

Retrato grupal de matrimonio frente a la Parroquia Nuestra Señora del Carmen de Ñuñoa, c. 1945. Archivo Brügmann

Alicia Álvarez Reynáls y Alberto Lungenstrass durante su matrimonio en la Capilla de los Sagrados Corazones de Alameda en 1955. Archivo Brügmann, fondo Álvarez Reynáls.
 

Alicia Álvarez Reynáls y Alberto Lungenstrass durante su matrimonio en 1955. Archivo Brügmann, fondo Álvarez Reynáls.

Retrato de María Angélica Álvarez Reynáls, quien fue una de las favoritas en el concurso Miss Chile 1958, obteniendo el segundo lugar; junto a su marido Pedro Guglielmetti. Archivo Brügmann, fondo Álvarez Reynáls.

Retrato de María Angélica Álvarez Reynáls, junto a su suegra Rosa Mina de Guglielmetti, prima del cineasta italiano Carlo Ponti, 1958. Archivo Brügmann, fondo Álvarez Reynáls.
 
Retrato de Gabriela Sánchez Errázuriz, en el hall de su casa en Alameda. Se casó con Constantino Roussian Myhr. Foto c, 1925. Archivo Brügmann.

 

Lucy y Alberto en la Iglesia del Santísimo Sacramento de Santiago, durante la ceremonia de su matrimonio el 1 de enero de 1949. Archivo Brügmann.

Retrato de Alicia Galleguillos Valenzuela y Sergio Troncoso en el día de su matrimonio, c. 1960. Archivo Brügmann.

Maria Alicia Fuenzalida y Fernando Tupper saliendo de la Capilla del Colegio Sagrados Corazones de Alameda, c. 1960. Archivo Brügmann.
 

Retrato de Lucy Álvarez Reynáls de Charles, preparándose para cortar la torta de matrimonio, 1954. Archivo Brügmann, fondo Álvarez Reynáls

Retrato de Hilda Galleguillos Valenzuela y Mario Rojas Espinosa, casados el 14 de noviembre de 1953. Foto Guerrero, Santiago. Archivo Brügmann.

Retrato de Jeannie Zanelli Van de Vliet de Rodríguez y su familia, durante la fiesta de matrimonio en el Club de la Unión. 1958. Archivo Brügmann, Fondo familia Rodríguez Zanelli.


Retrato de novios no identificados en el auto, saliendo de la iglesia durante su matrimonio en 1948. Archivo Brügmann.


Hoy en día es raro ver a una novia que no vista de blanco, y se hace divertido apreciar esta costumbre tan cotidiana para nosotros y tan autoimpuesta por la sociedad; si pensamos que hace no más de cien años, el uso del vestido de novia blanco era en sí mismo una cosa muy extraña. Los tiempos avanzan y las modas pasan, lo que nos lleva a pensar ¿Cómo se casarán las novias en el futuro? Seguramente ya no estaremos para averiguarlo…


Autores

Mario Rojas Torrejón- Fernando Imas Brügmann

Brügmann, 2017 C


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Bibliografía y fuentes consultadas: – 1. Album d’atelier: portraits format cartes de visite(1852-1871). Adolphe Eugène Disdéri. Colección Biblioteca Nacional de Francia. – 2. Del Valle, Félix. La carte de visite: el objeto y su contexto. Universidad Complutense de Madrid. 2013 – 3.Müller, E., Imas, F. et al. Retratos de Hombre: 1840-1940. Ediciones Museo Histórico Nacional de Chile. 2015 – 4. Rodríguez, Hernán. Fotógrafos en Chile durante el siglo XIX. Centro Nacional de Patrimonio Fotográfico. Santiago de Chile. 2001 – 5. Rojas, José Luis. La tarjeta de visita: Popularización del retrato fotográfico en el México del siglo XIX. En: Mexico en el Tiempo n20. Ciudad de México, 1991 -6. Sánchez Vigil, Juan. la puerta de atrás: los dorsos de las cartes de visites. En: Una imagen para la memoria: la carte de visite, Colección de Pedro Antonio Alarcón. Madrid. Fundación Lazcano Galdeano, 2011.

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