jueves, junio 9

COMPENDIO DE PATRIMONIO PERDIDO III


LAS IGLESIAS QUE SE CONSAGRARON A DIOS, PERO DERRIBÓ EL HOMBRE

LA IMAGEN DEL SANTIAGO COLONIAL CON SUS INTERMINABLES MUROS DE CAL, ESTRECHAS CALLES POLVORIENTAS Y REDUCIDOS ORNATOS COMO EL PASEO DE LA CAÑADA, ERA ANIMADA DE VEZ EN CUANDO POR LOS ALTOS Y SENCILLOS CAMPANARIOS DE IGLESIAS, TAN NUMEROSOS QUE MÁS DE ALGÚN VIAJERO DENOMINÓ A ESTA CIUDAD PERDIDA AL FIN DEL MUNDO COMO LA ROMA DE AMÉRICA. 
SIN EMBARGO HOY CONTAMOS CON POCOS DE ESOS VETUSTOS CLAUSTROS, PUES FUERON CAYENDO BAJO LA MANO DEL PROGRESO HAC UNOS 100 AÑOS ATRÁS. hace unos 100 años atrás.


En Actualización!!


Cuando el visitante llegaba a Santiago en el siglo XIX, se extrañaba al ver grandes iglesias separadas por sólo metros de distancia, donde los campanarios casi se fusionaban y no era más que una estrecha calle la que dividía chacras y monasterios, llegando a contarse 86 sólo en el perímetro central de la ciudad. El mejor ejemplo gráfico es la imagen de la Plaza de Armas con su catedral inconclusa, eclipsada al poniente por la soberbia cúpula de la iglesia de la Compañía y su alta torre.
Es que las órdenes religiosas llegaron muy temprano al Reyno de Chile. Pioneros fueron los Mercedarios en 1536 junto a la expedición de Diego de Almagro, estableciéndose en 1542.
Fueron seguidos por los Dominicos (1553), Franciscanos (1554) y los Jesuitas (1593), a quienes se les entregaron extensos terrenos en la Cañada y las inmediaciones de la plaza principal, donde fundaron grandes monasterios, que aunque mutilados aun se conservan.
A fines del siglo XVII llegan al país las órdenes conventuales femeninas: Agustinas, Carmelitas, Clarisas y Capuchinas; fundando enormes conventos de varios patios y productivas chacras. Su presencia en Santiago incidió de tal forma en la trama urbana y las modalidades sociales, que en torno a sus portales o plazoletas, se realizaban la mayoría de las actividades de esa brillante y temerosa sociedad colonial. 
Plaza de Armas 1861. La Catedral e iglesia de La Compañía
El siglo XIX llega con abruptos cambios. La iglesia comienza a perder poder, y la ciudad se abre a una nueva forma de concepción urbana, trazándose avenidas, boulevares y parques bajo el modelo francés. El entramado colonial de vetustos muros de cal comienza a desaparecer y las órdenes religiosas lotean sus terrenos, conservando pequeñas cápsulas conventuales en el centro de las manzanas, rodeada de edificios comerciales o residenciales.
Las primeras décadas del 1900 hace que la crisis, la especulación inmobiliaria y la pérdida del patrimonio de la iglesia cause el éxodo de las órdenes religiosas, que venden los patios y las iglesias, para dar paso a nuevos edificios estatales o particulares, que configuran el actual centro de nuestra capital, movimiento urbano que continua hasta hoy.

Los antiguos templos coloniales que no conocerá.
Los terremotos han hecho de nuestro patrimonio colonial un bien escaso y poco representativo. Sin ir más lejos el sismo de 1647 derribó Santiago, conservándose sólo en pie la Iglesia de San Francisco en la Alameda. Fueron muchos los templos que se levantaron luego de ese fatídico suceso, pero pocos los que hoy podemos visitar. En su mayoría fueron demolidos a partir del siglo XIX por obstaculizar obras que en su momento fueron parte de una modernidad.
En la esquina nororiente de la Plaza de Armas se estableció la pequeña Iglesia de las Monjas Clarisas de la Victoria, las Monjitas de la Plaza; he ahí el nombre de la calle.
Fueron fundadas en 1678 con siete religiosas, destacando como superiora sor Úrsula de Suarez, intelectual y una de las primeras mujeres de la colonia que publicó sus obras, permaneciendo hasta el siglo XIX ocultas por representar la emancipación femenina
Su iglesia daba frente a la casa consistorial y era de una nave, con una pequeña torre de madera. En su portal vendían dulces y legumbres, que las hicieron reconocidas, hasta que en 1821 O’Higgins decidiera trasladar su iglesia a un terreno en las cercanías de Puente Alto, para que pudieran llevar una tranquila vida de claustro sin el ruido de la Plaza Mayor. En su solar más tarde se construiría la Casa de Valdivieso, llamada la pequeña Moneda, por su similitud con la casa de Gobierno –recordada en el reportaje anterior-. Hoy la tienda Tricot ocupa el espacio.

Iglesia y claustro de las Capuchinas.
Hacia el norte, entre Rosas, Bandera, San Pablo y Morandé se encontraba el sencillo convento de las Capuchinas, fundado en 1727 por religiosas venidas de Madrid. A los dos días de fundación tomó el hábito doña Margarita del Carrión, de 60 años, mujer devota reconocida en todo Santiago. Entre las religiosas capuchinas era común ver a mujeres de avanzada edad, viudas y solteras de alta sociedad, que evitaban la soledad y la presión social, ingresando al convento. La hermosa María Josefa Briand Manso, sobrina del gobernador Manso de Velasco, tomó el hábito de las capuchinas; y la hija del conde de Quinta Alegre, María Ana Alcalde.

Iglesia de San Juan de Dios
En la Cañada- Alameda de las Delicias- los padres lazaristas fundaron en 1767 el primer hospital y su iglesia la comenzó a construir Joaquín Toesca en 1795. La iglesia de San Juan de Dios tenía tres naves, con decoraciones del orden jónico y una portada dórica. Lamentablemente la falta de fondos impidió su terminación, siendo recién intervenida hacia 1870, con un revestimiento neogótico y una extraña torre. Su interior se dividía por pesados pilares de cal y contenía un solo gran altar. Fue demolida junto al hospital en 1944.

Iglesia de San Diego de Alcalá
Entre los templos especial mención merece la capilla del colegio San Diego de Alcalá, perteneciente a la orden de San Francisco, y que se ubicaba en Alameda esquina Arturo Prat. La fachada tenía un frontón triangular, con una pequeña pero sólida torre. En el interior, de una nave, se distribuían cinco altares. Junto a ella se construyó el edificio de la Universidad de Chile, quedando anexada al conjunto hasta 1928, fecha en que se demuele.

Por último la colonial Iglesia de San Lázaro, ubicada en la acera norte de la Alameda entre las calles Manuel Rodríguez y San Martín. Sus orígenes se remontan a 1575 como una pequeña capilla. A fines del siglo XVIII su construcción era de gruesos muros de adobe, con una pequeña torre, sin mayores pretensiones arquitectónicas. Su estado deplorable hizo que se convirtiera en barraca de maderas hacia 1860, con serios problemas de derrumbe tras años de abandono. El Arzobispo Valdivieso en 1876 traslada la sede parroquial a la calle Ejército, demoliéndose ese mismo año la antigua y destartalada iglesia.

El incendio de la Compañía de Jesús
La Compañía- Rugendas
La Iglesia de San Miguel del colegio de la Compañía de Jesús, fue construida en el siglo XVI y era quizás la más suntuosa de Santiago. Su destino eso sí es menos pomposo y está lleno del dolor y sufrimiento de las víctimas del incendio que la destruyó una fatídica tarde del 8 de diciembre de 1863.
En la esquina de compañía y Bandera se erigió en 1593 una pequeña capilla, que con el empuje de los jesuitas se convirtió en un soberbio templo de gruesos muros y altas torres. El terremoto de 1647 derribó esa iglesia, levantándose aun más magnífica, con una alta torre del reloj, el primero que funcionó en Santiago. El terremoto de 1730 forzó a reconstruir la iglesia, y con la expulsión de los jesuitas en 1767, el templo quedó abandonado hasta inicios del siglo XIX, donde se convirtió en el centro social de la aristocracia de Santiago.
Su primorosa arquitectura de semblante barroco era “toda de piedra blanca y la fachada de la puerta principal muy lucida y  airosa, con sus pilastras, molduras y pirámides, y en medio un Jesús de relieve sobre la cornisa  principal, todo de admirable arquitectura, como también lo es el crucero de la capilla mayor, con su cúpula y lantana”...
Las capillas y altares estaban recubiertas con oro, querubines y ángeles alados dominaban la sucesión de arquerías de las naves. La cubierta interior  “era de madera de ciprés, a trechos con hermosas piñas de primorosa laceria, tan curiosamente labrado, con tantas labores, tanta variedad de encuentros, triángulos, puntas, esquinas, cuadrados y diversidad de figuras, que parece a quien lo mira de abajo, un intrincado laberinto”.
La tarde del 8 de diciembre de 1863 más de 2000 fieles, en su mayoría mujeres y niños de la alta sociedad de Santiago, ingresaron al templo para rendir homenaje a la Virgen que primorosa en su altar estaba cubierta de velas, flores y cenefas. La iglesia contaba con grandes arañas iluminadas a gas, e innumerables candeleros con velas. En algún momento uno de las grandes cortinajes se incendió, causando pánico entre la multitud que en caos no pudo salir por la puerta principal –la única- ahogándose y muriendo carbonizados.
El templo después del incendio- Altar que perteneció a la Iglesia- El incendio

Del incendio Martina Barros de Orrego recuerda que murieron la Madre y una hija de José Manuel Irarrázabal, a quienes cayó una de las campanas -encerrándolas y evitando que se carbonizaran, ayudando a su identificación- un milagro si consideramos que la mayoría de los cuerpos nunca pudieron ser reconocidos.
“Como los cadáveres en su camino al Cementerio General tenían que pasar frente a  casa, mi mamá no permitió que quedase ninguna ventana abierta y ordenó cerrar la puerta de calle en señal de duelo. Pero yo conseguí entreabrir un postigo y no puedo olvidar todavía aquel horrendo espectáculo de los carretones cargados de mujeres carbonizadas pero enteras, con la rigidez cadavérica y el espanto en el semblante y la actitud”. Martina Barros, 1942.

En los terrenos de la compañía se alzaron los Jardines del Congreso Nacional, y  dos monumentos conmemorativos recuerdan la tragedia: Uno frente al Cementerio General y el otro frente al Congreso. En reemplazo a la Iglesia de la Compañía se construyó la Basílica del salvador, hoy en ruinas por la desidia y la inconsciencia, esperando un final parecido a su antecesor.

Las monjas clarisas y la Biblioteca Nacional
La Cañada y el antiguo convento.
En 1571 llegan las primeras religiosas de la orden de Santa Clara a Chile, fundando monasterios en La Imperial, participando activamente en la Guerra de Arauco. Fueron 13 las clarisas que llegaron a Santiago, entre ellas Francisca Ramírez, raptada en Osorno por indígenas y cautiva algunos años. Se asentaron en la casa que había sido del Gobernador Alonso de Sotomayor, hasta que el Capitán Gaspar Hernández de Lacerna les cede los terrenos al poniente del cerro (Huelen), donde estuvieron ubicadas más de trescientos años, dando origen a la Calle de las Claras, hoy Enrique Mc Iver.

Con los años su monasterio se extendió al norte, no sin problemas con el Cabildo. Su fama y fervor por parte de la sociedad, opacó incluso a las monjas Agustinas, favoritas de la colonia. Famosas eran sus mermeladas, cerámica perfumada y dulces. Su convento, de sencilla estampa colonial, tenía gruesos muros de adobe y la iglesia daba a la Cañada. Blanco, con pequeñas ventanillas, de una sola nave y sencilla torre, había sido remodelado en elegante neoclásico a fines del siglo XIX, alzándose pilastras, frontones, puertas talladas y en el interior lujosos altares, retablos, y antiguas obras de arte.

Las clarisas no estuvieron exentas de devoción y milagros. Profesó en 1762 la hermosa sor María Mercedes de la purificación de Valdés, hija del Maestre de campo Domingo Valdés y Francisca de Borja de la Carrera. De reconocida belleza, era pretendida por los grandes caballeros de Santiago, pero eligió tomar los votos para dedicar su vida a Dios. Paradójicamente pasó sus siguientes 26 años enferma, muriendo en 1795. Luego de eso se le atribuyeron apariciones y milagros, causando gran fervor, acrecentando la fama del monasterio de Santa Clara.
Imágenes de la demolición de los patios y la Iglesia en 1912.
Tan apreciadas eran las clarisas antiguas que todos los presidentes electos iban a visitar el convento apenas habían sido elegidos. Uno de los últimos en visitar el claustro en su esplendor fue el presidente Federico Errázuriz Echaurren, con su mujer, su madre e hija; siendo agasajados con dulces, mate, refrescos, el canto de tonadas y la ejecución al piano de rapsodias húngaras de Litz. El presidente entusiasmado exclamó: “Vaya, no me suponía que hubiera en el convento tanto arte y señoras que tocaran tan bien!”… lo que demuestra el gran acervo cultural de las religiosas. 

Hacia 1910 la necesidad de contar con un edificio de la Biblioteca Nacional propuso serios incidentes en el Congreso, quienes apelaban por la falta de fondos y un terreno adecuado para el edificio, barajándose las riveras del Mapocho y el Parque Forestal.
Finalmente se decidió adquirir el extenso monasterio de las Claras, no sin la desaprobación ciudadana, iniciándose su demolición entre 1909 y 1912. 
El convento y el edificio de la Biblioteca Nacional.

El convento de El Carmen Alto y la ampliación de la Alameda.
Vista desde el cerro Santa Lucía. 1915
Donde hoy existen edificios de caótica impronta moderna, con locales de comida rápida y delincuencia a la orden del día; estuvo hace menos de un siglo uno de los templos más representativos del Santiago decimonónico. Su imagen fue pintada por notables artistas y fotografiada a inicios del siglo XX como una postal del parisino centro de Santiago, con el ingreso monumental del Cerro Santa Lucía y las afrancesadas mansiones de los señores Lecaros y Méndez (hoy la desafortunada feria Santa Lucia).
La llegada de las carmelitas al país se debe a un curioso hecho: En 1680 el inglés Bartolomé Sharp aprovechándose del poco resguardo de la ciudad de Coquimbo, entró e incendió todos los templos católicos, continuando hasta La Serena, entrando a la Iglesia Matriz, y profiriendo los peores pecados y aberraciones a los objetos litúrgicos e imágenes. Ante tal acto de herejía fray Francisco Vardesi propuso traer al país a la orden de las Carmelitas Descalzas, miembros de la reforma de Santa Teresa, protectoras de la herejía y los pecados del mundo. 
La iglesia desde la Cañada. 
El convento de El Carmen Alto de San José fue fundado en 1678 por tres religiosas venidas de Chuquisaca, Bolivia.  En los talleres del monasterio se realizó una de las primeras imágenes de Jesús, en la madera de un Naranjo sacado del mismo patio del convento. Cuenta la tradición popular, que las carmelitas se negaban a rendirle oraciones, porque decían: “Éste no es Jesús, yo lo conocí como un simple naranjo”…
La iglesia de las carmelitas dio origen a la calle Carmen, y estaba ubicada en plena Alameda. Tenía una sola nave, y a fines del siglo XIX el arquitecto chileno Fermín Vivaceta lo convirtió en un singular edificio de fachada neogótica: “La iglesia tiene 52 metros de largo y 9 de ancho. Su elevación interior es de 14 metros. La puerta principal está al oriente, y en el costado sur se construyó una capilla, que sirve como segunda nave, para que las religiosas comulguen. El pórtico es de forma semicircular, y está resguardo por cuatro pilastras de cantería que sostienen una cúpula con adornos de fierro, donde se inicia el campanario y termina en una flecha gótica con cruz, de más de tres metros y medio de alto”… describía Recaredo Tornero en su Chile Ilustrado.

La ampliación de la Alameda, por el alto tráfico, obligó a las autoridades de la época a demoler el convento de El Carmen Alto, que estrechaba la avenida. Qué torpeza.
Iglesia del Carme enfrentando la Alameda.

La modernidad a la chilena: El fin de las iglesias
El lento demoler del patrimonio religioso no se limita a inicios del siglo XX, con la desaparición de la mayoría de los claustros como el de las Agustinas, San Agustín, Santo Domingo y la Merced.
Hoy en día esta dinámica se ha trasladado a sectores que comienzan a perder su cualidad residencial como Providencia y Ñuñoa. El año 2009 en la avenida Irarrázabal con Chile-España se cometió el crimen de demoler la Iglesia de los padres lefebvristas, hermoso edificio de líneas neogóticas, de una sola nave, grandes altares góticos de mármol y hermosos vitrales europeos; y que tenía la particularidad de ser una de las pocas iglesias que mantenía la tradicional misa en latín. A inicios del 2009 los terrenos fueron expropiados para construir un “corredor del Transantiago”, terrible ignorancia y sacrilegio.  Los defensores del patrimonio impactados, se preguntan hoy: ¿Si ya se han demolido iglesias, qué parte de nuestro patrimonio se puede salvar?
María Mercedes Cañas de Arrieta- Arch. Fotográfico Biblioteca Nacional
Otro caso emblemático es la pequeña capilla de Nuestra señora de Loreto, ubicada en la Avenida José Arrieta, y que tenía una intensa historia relacionada estrechamente a la concepción de nuestra república. Había sido parte de una capilla jesuita hacia el siglo XVII, con la expulsión de la Orden, las Hermanas Clarisas mantienen la capilla dentro de su hacienda. Cuando la familia Egaña compra el Fundo Peñalolén mantienen a las religiosas en el lugar, siendo el centro de culto de toda la comunidad del sector. Cuando José Arrieta, insigne ministro uruguayo, adquiere la propiedad a fines del siglo XIX, su mujer María Mercedes Cañas se hace cargo personalmente de la mantención y refacción de la capilla, convirtiéndose en devota de Loreto. 

La Capilla de Loreto- La Iglesia Lefebvrista de Ñuñoa
 La Iglesia se había mantenido en pie como testigo colonial hasta que el terremoto del 27 de febrero de 2010 la dejó con grandes daños, prefiriendo el colegio a cargo del edificio, demoler y no restaurar, para construir canchas de deporte. 

Lo que si podrá conocer (por ahora)
Con este triste compendio de patrimonio perdido  ¿qué nos queda por ver?

En la Alameda:
Aun sobrevive la capilla del Hospital San Francisco de Borja, de líneas góticas. La Iglesia de San Francisco, que conserva  en sus interiores el aire colonial que la vio nacer hace ya casi 500 años. En las cercanías de calle Dieciocho la Iglesia de san Vicente de Paul, mutilada pero cuya torre gótica sobrevive. La capilla del Colegio de los Sagrados Corazones y la Iglesia de la Gratitud Nacional enfrentado la calle Cumming. 
Iglesia de San Borja- Iglesia de San Francisco- Iglesia de San Vicente- Capilla de los SSCC- Iglesia Gratitud Nacional.
Centro histórico:
Con sus monasterios mutilados o totalmente desaparecidos aun se conservan los templos de Santo Domingo, de San Agustín, de La Merced y las Agustinas, todas de data colonial. Destaca también la Iglesia de San Pedro, soberbia en detalles ornamentales, ubicada en calle Mc Iver. En la Plaza de Armas, la catedral y la capilla del Sagrario. Al poniente la Iglesia de Santa Ana, en la plazuela del mismo nombre. 

Iglesia de La Merced- Iglesia de las Agustinas- Iglesia de San Pedro- Iglesia de Santo Domingo- Iglesia de Santa Ana- Iglesia de San Agustín.
Barrio Brasil-Yungay:
En la Plaza Brasil está la Iglesia de la Preciosa Sangre, donde estuvo encerrada Teresa Wims Montt. Hacia el oriente, la Basílica del Salvador, semi derruida y esperando un salvador. La Iglesia del Corpus Domine, en estilo neogótico, ubicada en calle Agustinas. Cerca de la Plaza Yungay la Iglesia de San Saturnino, obra de Teodore Burchard; la Iglesia de la Visitación de María en calle Huérfanos.
Basílica del Salvador-Iglesia de la Asunción- Iglesia de la Preciosa Sangre- Iglesia Corpus Domine- Iglesia de San Saturnino- Basílica de lourdes
Independencia y Recoleta:
En la avenida recoleta la más suntuosa de Santiago es quizás la Recoleta dominica, obra del italiano Eusebio Chelli, y una de las más antiguas, cerca del Cerro Blanco, es la Iglesia la Viñita. Cerca a la calle Santa María la Recoleta Franciscana con su alta torre y claustro. En la avenida Independencia la Iglesia del Niño Jesús de Praga, la Iglesia de las Carmelitas de San José y más al norte la Capilla de la Estampa Volada. Al poniente el enorme claustro de la Iglesia del Buen Pastor.
Iglesia El Carmen San Rafael- Iglesia La Viñita- Iglesia Recoleta Franciscana- Iglesia de la Recoleta Dominica- Iglesia del Buen Pastor- Iglesia de la Estampa Volada- Iglesia Santa Filomena- Iglesia Jesus de Praga.

Parque Almagro y Barrio Dieciocho:
En la calle San Ignacio la Iglesia de San Ignacio, de estilo neoclásico. En la calle dieciocho el claustro y la capilla de la Caridad, ocupada hoy por una universidad. Como una postal parisina en pleno Parque Almagro se encuentra la Iglesia del Santísimo Sacramento, monumental y lujosa obra del arquitecto Larraín Bravo, que resguarda en su interior dos enormes iglesias.
Iglesia de San Ignacio- Iglesia del Santísimo Sacramento- Capilla de La Caridad- Basílica del Corazón de María.

Hacia el sur la imponente Basílica del Corazón de María, testigo importante de nuestra historia. De líneas neoclásicas y lujosos detalles ornamentales, se mantuvo intacta gracias a las donaciones de importantes contribuyentes de Santiago, como doña Herminia Hermosilla Caviedes de Pacheco, devota del Sagrado Corazón.
Herminia Hermosilla Caviedes de Pacheco. Archivo fotográfico Biblioteca Nacional

Barrio Lira y Vicuña Mackenna:
En la calle Santa Victoria está la Iglesia de San Isidro Labrador, decadente y magnífica en sus interiores, que a duras penas se mantiene en pie. Hacia el oriente la Iglesia de la Casa de María en estilo neogótico con alta aguja. En avenida Vicuña Mackenna la Iglesia de las monjas Agustinas, de estilo románico. 
Iglesia de la Asunción- Iglesia de las Agustinas- Iglesias de San Isidro- Iglesia de la Casa de María.

Barrio Ejército y Blanco Encalada:
En la calle Ejército se encuentra la grandiosa Iglesia de san Lázaro, de estilo románico construida por el arquitecto Gustavo Mönckeberg, tiene grandes vitrales belgas y notables detalles ornamentales. Más al sur, en la Avenida Blanco Encalada, la silueta esbelta de las torres góticas de la Basílica del Perpetuo Socorro dejan entrever arquerías y volutas, con un interior magnífico de tres naves con pilares de piedra, altos vitrales y bóvedas. 
Basílica del Perpetuo Socorro- Iglesia de San Lázaro.

Son tantas las iglesias que olvidamos en el tintero. Es cierto que muchas fueron demolidas por la torpeza del hombre, otras por catástrofes naturales e incendios, pero hoy lo que nos queda intenta de forma desesperada sobrevivir a quizás su época más difícil, cuando ya dejaron de ser un bien sagrado, y como cualquier palacete o edificio comercial, están susceptibles  a caer bajo las garras de esa torpe modernidad a la chilena tan mal entendida.
Esperamos que al realizar otro reportaje en unos años más, podamos aun contar con las mismas edificaciones, algo difícil para este país con tan escasa conciencia patrimonial.


Mario Rojas Torrejón
Fernando Imas Brügmann

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Bibliografía
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7 comentarios:

Anónimo dijo...

buenisimo, que lastima tanta perdida.

Unknown dijo...

enhorabuena por el blog que seguimos. si quieres estar al tanto de ayudas, empleo y becas para el mundo de la cultura, siguenos en Fábrica Cultural (www.fabricacultural.com). un saludo!

Elías V. dijo...

Sabes... aunque es lamentable lo que ha pasado con nuestro patrimonio arquitectónico, hay que ver el asunto como una oportunidad de reconstrucción. Podemos perfectamente reconstruir esos edificios. No importa que no sean los mismos átomos o moléculas... lo importante es, como diría Platón, la idea detrás. Si están los planos, o al menos las fotos o un dibujo, seguro que podemos hacerlo.

Alemania, por ejemplo, fue simplemente arrasada en la SGM, pero ellos a pulso han ido reconstruyendo todo. Nosotros claramente no somos Alemania, pero podemos intentar seguir su ejemplo y reconstruir esos edificios en el mismo lugar si es posible, o en otras partes cercanas al lugar original. Y tenemos hoy la oportunidad de reconstruirlos con tecnología sismo-resistente.

Propongo que cambiemos la mirada pesimista, sin dejar de ser críticos con esto, por la leche derramada por una propuesta optimista para recuperar lo perdido.

Anónimo dijo...

bravo por las señoras Cañas y Hermosilla.¡¡¡

Anónimo dijo...

Estimados! falto en el recorrido por el Barrio Yungay la Iglesia de los Capuchinos de Eusebio Chelli, terminada en 1861. los invito a conocerla!

Fr. Jenaro A.

Anónimo dijo...

Fue terrible notar como la iglesia de los Padres Lefebristas fue destruida, la hicieron piola me parece, lo más extraño es que participaron en su destrucción maestros de la construcción de los típicos, ya que ellos son sumamente supersticiosos, y destruir tamaña obra dedicada a Dios, siempre nadie participaba en destrucciones de iglesias, quizás que les pasará a esos pobres infelices después. Claro que fueron guiados por los políticos de turno. Increíble y nefasto al mismo tiempo. El patrimonio arquitectónico es lo que hace a un país.

Marta CZ dijo...

Fabulosa la historia de las Monjas Claras en su claustro e iglesia demolidas, con esto se acabò con esa "ciudad de mujeres" que existia en esas cuadras. Historia desconocida para muchos, y digna de contarla en este siglo, que realizaron las mas bellas artes, entre ellas la loza perfumada, origen de la loza policromada talagantina,(la que es mi oficio)reconocer el trabajo artistico y mostrarlo ahora es tan importante como recordar su hermoso templo, la arquitectura aparte de la belleza que representa, tambien llevaba vidas de personas en su interior, gente con costumbres, oficios, pensamientos, etc. Y la demoliciòn se llevo todo eso...que pena......
Gracias por este trabajo en la pàgina, desde ahora la seguirè, Saludos¡¡¡