Ese
colorido ambiente comercial necesitó muy pronto de edificios que pudieran
acoger la creciente clientela, que a partir de 1880 -gracias a las nuevas
técnicas de venta y publicidad- se agolpaban a diario en esos llamativos
edificios que comenzaron a levantarse en el centro y la Alameda de las
delicias. Desafortunadamente muy poco queda de ese intenso pasado, hoy derruido
entre pasajes y galerías que intentan a duras penas sobrevivir...
EN ACTUALIZACIÓN!
Difícil
se nos hace pensar que aun a fines del siglo XIX, las tranquilas calles de Santiago eran animadas por el característico sonido de los cientos de vendedores ambulantes que recorrían la ciudad ofreciendo sus mercancías a grito pelado, montados en una cansada mula. Éra éste uno de los últimos vestigios de la época colonial, que estaba siendo rápidamente borrada por el refinamiento europeo que la ciudadanía quería impregnar en las construcciones, modas y sus costumbres.
Trece
años más tarde, el arquitecto Ricardo Brown junto con el ingeniero Daniel
Barros Grez, son los encargados de expandir este centro comercial, construyendo
el “Pasaje Mac Clure”: una moderna solución urbanística que uniría las calles
de Merced y Monjitas, a través de una galería comercial techada. “Con
suma actividad se continúan los trabajos en sus elegantes galerías. Se han
colocado ya casi todas las lámparas que sostendrán las cariátides i cuando
estén en su lugar algunas de éstas que aun no se han puesto, podrá abrirse ese
suntuoso centro comercial al público”. Diario La República, junio 22 de 1877.
El
refinado edificio estaba protegido por una cubierta vidriada, sustentada por
gruesas columnas corintias, arcos rebajados y una serie de esculturas
realizadas por el artista Nicanor Plaza. Hacia el sur de la galería, se
construyó una caprichosa gruta artificial a cargo de los artistas Domingo
D’Anglard e Isidoro de Blancheteau. La fantasía de 80 metros2 era
una cámara que imitaba una caverna con estalactitas y estalagmitas, humedecida
por un acuario y una cascada. Un pasaje semioculto permitía ingresar a otra
cámara, donde había una cascada de mayores dimensiones con un estanque que
contenía ranas y lagartos. Los muros rocosos habían sido pintados por
Blancheteau, imitando murciélagos, ratas, arañas y otros animales de las
cavernas. La escenografía sería iluminada tenuemente por faroles a gas, y
esperaba ser todo un atractivo para los visitantes. Convivió
en este onírico ambiente, el famoso Café de La Bolsa, la farmacia Brand, la
primera tienda de libros usados de G. Cueto, el Club de la Democracia, la
Loggia Masónica, las oficinas del
Colegio de Periodistas, y la cordonería La Bola de Plata, especializada en la importación de cachemiras
negras y de colores, géneros blancos, terciopelos y adornos para vestidos.
También el Centro Catalán, institución fundada en 1907 siendo su Presidente el
conocido arquitecto José Forteza, quien contribuyó a posicionar este club como
un concurrido espacio de promoción para las actividades intelectuales y
artísticas.
Vendedor ambulante. Revista La Lira Chilena.1904 |
El comercio no sólo se concentraba en éstos populares mercaderes, sino que se había establecido desde hace mucho en los tradicionales portales de la Plaza de Armas, donde se ofrecían productos de la más diversa especie. A medida que el 1800 fue
avanzando, esos locales modestos se fueron transformando en una sucesión de
tiendas del mejor nivel, donde los productos importados tenían especial
figuración. Uno de los más conocidos era el antiguo Portal Tagle, ubicado al
oriente de la plaza, y que fue reemplazado hacia 1864 por un moderno edificio
de reminiscencias neoclásicas, encargado por el empresario Carlos Mac Clure. Trece
años más tarde, el arquitecto Ricardo Brown junto con el ingeniero Daniel
Barros Grez, son los encargados de expandir este centro comercial, construyendo
el “Pasaje Mac Clure”: una moderna solución urbanística que uniría las calles
de Merced y Monjitas, a través de una galería comercial techada. “Con
suma actividad se continúan los trabajos en sus elegantes galerías. Se han
colocado ya casi todas las lámparas que sostendrán las cariátides i cuando
estén en su lugar algunas de éstas que aun no se han puesto, podrá abrirse ese
suntuoso centro comercial al público”. Diario La República, junio 22 de 1877.
La Plaza de Armas de Santiago, por Joseph Selleny. 1859. Expedición Novara. Colección Museo Histórico Nacional de Chile. |
La Galería San Carlos de Santiago, 1915. |
En
los altos, con vista hacia la plaza, vivió don Pedro Montt, quien sería
Presidente años más tarde. El escritor Luis Orrego Luco recuerda: “el 31 de
diciembre de 1890 había sido yo invitado por don Pedro Montt a comer a su casa
situada en los altos de la Galería San Carlos esquina de la Plaza de Armas con
Mercado. Era una comida íntima a la cual asistieron don Carlos Varas, don Luis
Montt, el General Urrutia –de barba cana, viejo y algo cojo-, don José Luis
Besa. Doña Sara del Campo de Montt, por aquel tiempo joven y hermosa, de
grandes ojos negros, de gracia y vivacidad andaluza, presidía la mesa y la
acompañaban sus hermanas Ángela y Antonia, de quien yo estaba enamorado
entonces…”. Orrego, L. Memorias del Tiempo Viejo. Ediciones Universidad de Chile. 1984
En
1927 el Portal McClure sufrió un terrible incendio que dañó severamente el ala
sur del edificio; la galería San Carlos fue parcialmente destruida, y a pesar
de las posibilidades de reconstrucción, se prefirió optar por su demolición - y
la de todo el portal- en 1929. Hoy el pasaje Phillips y el Portal Bulnes,
ocupan su lugar.
Galería y Salón de Recepciones del Centro Catalán, al interior del edificio Mac Clure. En Álbum de los Clubes Privados de Chile. 1926. Biblioteca Brügmann. |
Daños ocasionados en la Galería San Carlos, a raíz del incendio de 1927. En Revista Zig Zag, 1927 |
En
la acera sur de la plaza se extendía el Portal Fernández Concha, denominado
antiguamente como de Sierra Bella. Sus planos estuvieron a cargo del arquitecto
francés Lucien Hénault, pero fueron ejecutados por el inglés W. Hoveden Hendry
en 1872. Tres grandes cúpulas decoradas con esculturas, servían de remate al
edificio de tres niveles, que distribuía armónicamente una sobria ornamentación
neoclásica, compuesta por pesados frontones, balaustradas, balconajes de
fierro, grandes vidrieras, columnas adosadas y pilastras revestidas con mármol.
Tal refinamiento fue complementado con la presencia de un exclusivo comercio,
entre los que se contaban la perfumería La Mayor, la Casa Británica, la
juguetería Casa Senda, la Relojería de José Huber y la exclusiva Peluquería
Parisiense.
La Plaza de Armas de Santiago y el edificio del Portal Fernández Concha. En: La Republique du Chili. Leipzig, 1903. Bibloteca Brügmann. |
La plaza de Armas era un sitio muy concurrido sobretodo en las mañanas, sitio predilecto para reunirse con los amigos o familiares, e ir a deambular por el circuito comercial en las calles aledañas. |
Los altos fueron reservados para las oficinas de importantes firmas, como la de Weir Scott y Cía., importadores de productos de consumo, que alcanzó a ser la mayor casa importadora de Té en nuestro país. El tercer nivel fue ocupado por el lujoso Hotel Santiago, que ofrecía un equipamiento suntuoso y una cocina del mejor nivel, dirigida por el chef francés Alexandre D’Huique, que deleitaba a los visitantes con sus famosos consommé aux profiteroles, la supréme de volailles y el pudding Nesselrode.
El Hotel hacia 1880 se convierte en el Gran Hotel Inglés, primero en contar con luz eléctrica en sus instalaciones. Más tarde pasaría a llamarse sucesivamente, Hotel de Francia, Milán y por último Plaza, pionero en incluir en sus habitaciones baños privados.
En
el mismo nivel funcionó también el Club Militar, fundado en 1904, y que se
enorgullecía de sus instalaciones, donde no existía “esa suntuosidad chocante y
de mal gusto de otros centros sociales, la sencillez de sus amueblados,
decoraciones acusa una organización severa e inteligente. Posee una buena
biblioteca y sala de lectura; extensos comedores, un regio salón de recepción,
sala de billares, cantina, peluquería, sala de esgrima…”. Revista Sucesos,
agosto 1916.
La
gloriosa fisonomía del portal desapareció en la década de 1930 producto de un
incendio. En su reemplazo, la firma de arquitectos Smith Solar& Smith
Miller construyó un nuevo portal, el mismo que vemos hoy en día; y que albergó
hasta hace poco el famoso Chez Henry
y el Quick Lunch Bahamondes.
Pasaje Bulnes. En Chile Ilustrado, Recaredo Tornero 1872.
|
Posteriormente,
a raíz de la construcción del Portal Fernández Concha, el arquitecto Lucien
Henault finaliza la galería agregándole un brazo más con salida a la calle
Merced, pasa entonces a llamarse Pasaje Matte, en honor a su nuevo propietario
don Domingo Matte. El establecimiento no
tardó en consolidarse como el preferido de la aristocracia santiaguina, sobre
todo por el público femenino que veía en ella un interminable conjunto de las
mejores tiendas de novedades de la época. Ahí estaba Chessé y A La Ville de
Paris especializada en novedades para señoras y caballeros. También la
respetada peluquería de Gustavo Dumirail, la joyería Barros y en el número 25
del pasaje Matte, el atrayente sonido musical de las bandas de moda, llamaba la
atención de los jóvenes, que se agolpaban para comprar un fonógrafo Victor o
Pathé.
El
pasaje Matte sufrió un incendio y fue remodelado en 1947. Resguardó desde
entonces una gran cantidad de joyerías, tabaquerías y tiendas de electrónica,
que fueron furor en la década de los 70 y 80; hoy el comercio ha cambiado
levemente, pero sigue congregando a la multitud capitalina.
En
la esquina sur oriente de la plaza, el arquitecto Eugenio Joannon Croizier
inaugurará a fines del XIX, una nueva generación de edificios comerciales
construidos en base a estructura metálica y organizados interiormente con
plantas libres, siguiendo los lineamientos que había impuesto el Bon Marché de Paris.
Publicidad de Ridell & Cía, 1904. |
Joannon
levantó este inmueble en 1892 para La Tienda Inglesa de Ridell & Cía., una
conocida casa de novedades para señoras, caballeros y niños; que planeaba
posicionarse como un referente del comercio moderno.
El
edificio, construido por perfiles metálicos encargados a Francia, tiene tres
niveles, un subterráneo y una cúpula de madera. En el primer nivel “se ubican
seis departamentos, incluyendo los de confecciones y hogar, además de oficinas
y baños ubicados tanto a la izquierda como la derecha de la escalera principal.
En el segundo nivel destaca un gran salón en el que se han dispuesto todas las
comodidades para que las señoras puedan conversar, descansar y solicitar que se
les lleve allí cualquier artículo de la tienda para probar o simplemente admirar. Junto a este salón se
ubica el taller de sombrerería y otros departamentos. El tercer piso es
utilizado como bodega, y contiene una sorpresa…suponemos que podría tratarse de
un salón de té”, comentará la historiadora Jacqueline Dussaillant, en su libro
Las Reinas de Estado, en base a la descripción que se desprende de la
publicidad de la época.
En
1902 el sitio (que pertenecía a la sucesión Jaraquemada) y el edificio, es
adquirido por Agustín Edwards, pasando a diversos propietarios más tarde. La
casa Ridell sigue funcionando algunos años; cuando desaparece, oficinas
variadas, bodegas y la Farmacia Bentjerodt ocupan el inmueble, siendo ésta última su huésped más duradero.
También albergó la conocida Mercería Colón, que ofrecía hermosos menajes y
ricas porcelanas importadas.
Hoy
en día aun es posible apreciar la metálica arquitectura de este emblemático
hito comercial de Santiago.
Jerman Brügmann caminando por la Plaza de Armas de Santiago. 1930. Archivo Patrimonial Brügmann. |
Edificio Krauss en 1915. Color: Brügmann |
A
inicios de 1900, la firma Krauss Hnos, compra el sitio para construir un
llamativo inmueble de cuatro pisos coronado por una esbelta cúpula de pizarra
gris. Instaló ahí una de las más populares jugueterías de Chile, que traía
principalmente de Alemania, coloridos juguetes que llenaron de fantasías a
generaciones enteras. "Cada
mañana en el mismo sitio, mi corazón empezaba a latir: era que íbamos a
enfrentar el bazar alemán de Krauss, la más importante juguetería de Santiago,
con sus vitrinas atestadas de lujosos juguetes... mis ávidos ojos alcanzaban a
divisar la aglomeración de maravillas guardadas adentro. Y los colores vivos de
aquellos juguetes dispuestos en hilera hasta el techo me cegaban un momento,
produciéndome un especie de vértigo...", comentará María Flora
Yáñez en sus memorias.
Eran cuatro interminables pisos unidos por escaleras de nogal y un ascensor, que permitían llegar a otros departamentos donde se ofrecían no sólo juguetes, sino que también cuadros al óleo, quincallería, cristalería y diversos artículos para el hogar. La fiebre modernista ochentera terminó con la vida de este fantástico inmueble, apostando por un centro comercial que sería icono del sector pero que culminó como un decadente conjunto de tiendas. Aviso publicitario del Bazar Alemán de Krauss Hnos., Revista Zig Zag, septiembre 1911. |
El atiborrado interior de los almacenes de Krauss Hnos, fue una de las mayores fantasías para los niños chilenos a principios del siglo XX. Fotografías en: Revista Zig Zag, 1912. |
La demolición del edificio Krauss fue una de las primeras polémicas patrimoniales en la década de 1980; sin embargo, esto no impidió que fuera reemplazado por una torre de cristal que destruyó el armónico entorno que era la Plaza de Armas de Santiago. Fotografías en el blog Urbatorium. http://urbatorium.blogspot.com/2009/03/un-pecado-imperdonable-el-edificio-del.html |
El
comercio no sólo se concentró en la Plaza de Armas, sino que se extendió por
todas las calles aledañas. En Veintiuno de Mayo esquina San Pablo, existió la
tienda Los Cien Mil Paletoes que ofrecía ropa hecha para caballeros y señoras,
propiedad del español Alejandro Moder. En la misma calle, los baratillos se
concentraban entre Rosas y Santo Domingo, destacando “La Confianza”, “El Gallo”
y “El Canario”. Todas estas tiendas
tenían la particularidad de ofrecer sus confecciones y telas casi en la
calle, con la intención de captar más clientela.
Son
estos baratillos un reflejo de lo que era el comercio santiaguino en 1900, un
contraste abismante entre progreso y antiguas tradiciones. Los edificios de
hierro y concreto, deben convivir con la precariedad que muestran las olvidadas
casas coloniales, transformadas en pintorescos negocios de todo tipo de
productos.
“En
plena Plaza de Armas, hay casas que tienen más de un siglo. En ella se ven
pequeños negocios que nos parecen baratillos; una librería se junta con el
puesto de un lustra botas y la botica se confunde con la cigarrería. Al otro
extremo de la plaza nos encontramos con una serie de bazares turcos; nos
sentimos por un momento transportados a Constantinopla”. J. Espinosa, Revista
Sucesos, diciembre 1916.
A pesar de este evidente divergencia, en las primeras cuadras de Ahumada y Estado, se generó un polo comercial mucho más refinado, apegado a los nuevos conceptos de venta moderna, donde una tienda pasaba a ser un templo de lujosos atractivos, con vitrinas llamativas, maniquíes, atención personalizada y organizados espacios que cumplían la misión de retener al comprador la mayor cantidad de tiempo posible.
La Sastrería Pinaud, a un costado del Pasaje Matte. 1926. |
Para
poder modelar estos conjuntos, era necesario un buen corset, los que podían
comprarse en la respetada Maison Pouget V., cuyas creaciones aseguraban la
transformación completa del cuerpo, alargamiento, disminución del talle y una
redondez escultural de las caderas.
La tienda de A.M. Robert, con sus llamativas vitrinas y sala de exposiciones, atraía a una gran clientela femenina. En: Album del Club de la Unión, 1926. Biblioteca Brügmann. |
La Maison Gualtieri, en su elegante local de calle Estado 357, ofrecía lo último en novedades parisinas. Fotografía en: Revista Familia, 1922. |
Afiche publicitario de la "Malla Pouget", una de las últimas novedades en corsetería de la Maison Pouget. En, Revista Selecta, 1909. Biblioteca Brügmann. |
En la Casa de Novedades Maison Elfride, de Monjitas 453, se podían encontrar trajes, sombreros, fajas elásticas y ropa interior de lujo. Archivo Patrimonial Brügmann. |
Si las señoras querían maravillarse con el inigualable resplandor de los brillantes, podían dirigirse a la Joyería de Luis Sinn, en Huérfanos 969, afamados joyeros e importadores de finos relojes Omega. No menos importantes eran los mostradores de la Casa Ehni & Cía, en la calle Estado 378, que contaba con un valioso surtido de piezas artísticas y perlas. La Joyería Imperial de Schvab Hnos., en Estado 386, exhibía un espléndido surtido en joyas finas, con brillantes, perlas y piedras preciosas. Mientras que la Gran Fábrica de Alhajas del alemán Otto Waak, en su espacioso local frente al Teatro Municipal, deslumbraba a la clientela con finísimas creaciones, especializándose además en la transformación de joyas antiguas.
Las pieles –que a principios del veinte- se llevaban a toda hora y en todo lugar, podían adquirirse en la finísima peletería L’Hiver, en Huérfanos 1016; en la peletería Blanco Encalada, especializada en paletoes y capas de skoung; o en la peletería rusa “El zorro negro” de José Tannenbaum, que brindaba a sus clientes pieles importadas como martas cibelinas, skuns astracán, chinchillas, karakul, petit gris, armiños y zorro plateado.
Por
otro lado, los caballeros encontraban lo mejor de Londres o Paris, en la Casa
A. Dumas ubicada en Huérfanos 1054. También en el amplio local de la Casa A.
Launay en Ahumada 335, donde los clientes podían elegir entre una gran variedad
de camisas y corbatas. En la Sastrería Inglesa de Serveau y Dáttoli, se podían
conseguir las mejores corbatas y encargar todo tipo de uniformes; mientras que
El Corte Inglés en calle Puente 551, y La Matritense, en calle Estado 98,
ofrecían camisas hechas, abrigos, sombreros, maletas y trajes rápidos para
luto. La prestigiosa Casa Georges Lambert en Huérfanos 963, importaba
directamente de Paris, bonitos sombreros, guantes y accesorios de moda,
convirtiéndose en la favorita de los jóvenes; mientras que la sastrería Casa
Stitchkin prometía un terno elegante por tan sólo 20 pesos. La Camisería Barcelona en calle Puente ofrecía camisas, puños y cuellos; mientras que la elegante Sastrería H.Bouzigues en Ahumada 190, era famosa por confeccionar los mejores trajes de etiqueta.
Si de sombreros de factura nacional se trataba, la Gran Sombrerería de Capellaro Hnos., en Estado230, ofrecía el más variado y completo surtido de sombreros de pelo, paño y paja. Los más deportistas pasaban a comprar a la calle Estado 299, donde la Casa Sport, ofrecía sillas de montar inglesas, y un especial surtido de productos para “Foot-Ball, Lawn-Tennis, Croquet, Polo, Cricket, Golf, Esgrima y Box.
El elegante local de la tienda A. Launay en la calle Ahumada. Fotografías en Álbum del Club de la Unión, 1926. Biblioteca Brügmann. |
Si de sombreros de factura nacional se trataba, la Gran Sombrerería de Capellaro Hnos., en Estado230, ofrecía el más variado y completo surtido de sombreros de pelo, paño y paja. Los más deportistas pasaban a comprar a la calle Estado 299, donde la Casa Sport, ofrecía sillas de montar inglesas, y un especial surtido de productos para “Foot-Ball, Lawn-Tennis, Croquet, Polo, Cricket, Golf, Esgrima y Box.
Ningún
atuendo estaría completo sin el zapato adecuado: como “el preferido de la alta
sociedad” publicitaba su calzado la Casa F. Vuletich, mientras que en la calle
Ahumada la tienda de M Artigas, exhibía en sus vitrinas zapatos importados de
Suiza e Inglaterra. La tienda vecina, The Ideal Shoe se especializaba en
zapatos estadounidenses e ingleses para caballeros, la Casa Norteamericana en
Estado 346, ofrecía elegantes zapatos para señoras marca Fleur, y la Casa Basas Hnos, ofrecía zapatos importados de Austria. Más accesibles
eran los zapatos que se vendían en los Almacenes de Calzado La Alhambra,
ubicado en San Antonio esquina Monjitas, con un amplio surtido de productos
para caballeros, niños y niñas.
En la calle Estado, Capellaro Hnos. y la Gran Botería Santiago concentraban a la mayoría de la clientela masculina. Publicidad en la Revista La Lira Chilena, 1906.
|
Si
se deseaba adquirir piezas de arte, no había nada mejor que dirigirse a la
calle Estado 354, porque la casa importadora de objetos de lujo perteneciente a
Emilio Weil había inaugurado a inicios del siglo XX, un suntuoso local donde se
podían conseguir esculturas en bronce de “Barbedienne”, porcelanas de
“Copenhagen”, relojes Longines, porcelanas de “Robj”, lámparas de cristal de
roca, mármoles y hasta abanicos de plumas de avestruz.
Publicidad de J. Tusche, mueblistas especializados. 1907 |
Ninguna
residencia de buen tono estaría completa sin un piano, los mejores podían
conseguirse en la gran Tienda de Otto Becker, en Ahumada 113-116, especializado
en instrumentos musicales y finos pianos de marcas tan conocidas como Steinway
& Sons, Bluthner, L.Mórs y Co., Zeitz, Albert Fahr y Schiedmayer
Pianoforte-fabrik. Los más jóvenes por otro lado, podían adquirir las novedosas
Victrolas Victor en la firma Curphey & Cía, en Estado 67.
Exterior e interior de la famosa tienda Casa Muzard, con sucursales en Santiago y Valparaíso; fundada en 1845. Fotografías en Flickr Santiagonostálgico.
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La Casa Weil se especializó en la importación de joyería y objetos finos de decoración, que exhibiía en su amplio local de la calle Estado. Publicidad en la revista Familia 1922, y Sucesos 1914. |
El recorrido podía continuar por la concurrida Perfumería y Peluquería de J. A. Potin Fils, que contaba con un salón de peluquería para caballeros y niños, una sala de peinados y estética para señoras; un espléndido servicio de manicure, y talleres especializados en la confección de postizos y pelucas. Similares servicios ofrecía la Peluquería de Roberto Riepel, pero incorporaba algunos atractivos más, como masajes, ondulaciones y un especial surtido de tinturas para el cabello.
Los hombres que sufrían esperando a sus señoras en la peluquería, no dudaban en ir a darse una vuelta a la Librería Alemana de José Ivens, ubicada en Estado 101, “la mejor surtida y más extensa de Chile, con suscripción a todos los periódicos del mundo”. La casa además ofrecía la importación de libros desde Estados Unidos, Europa y Argentina; según constata una publicidad de la revista Zigzag de 1906.
Salón central de la Peluquería J.A. Potin Fils, en la calle Ahumada 150. Imagen el Álbum del Club de la Unión, 1926. Biblioteca Brügmann.
|
Grupo de paseantes en la calle Catedral de Santiago. Revista Familia, 1922. |
Publicidad de la popular peluquería de Roberto Riepel y Otto Brehme, ubicada en la calle Agustinas 869. Imagen en la revista Familia 1918. |
En
la calle Ahumada 377, la mercería francesa “A San Pedro” era todo un icono del
viejo comercio santiaguino, donde podían encontrarse toda clase de útiles y
menaje de casa. Un poco más alejada estaba la también antigua Casa Jeanne D’Arc
–fundada en 1872- con su gran surtido de imaginería religiosa, cálices y
altares, firma que milagrosamente sobrevivió hasta 2011. La conocida Casa Royal
comenzó tímidamente en la calle Ahumada 55, como un local especializado en todo
tipo de cuchillería, trinchantes, afiladores, cucharas, tenedores, tenazas y
una gran variedad de servicios de té de plaqué o níquel. La Casa Morrison &
Co., ofrecía lavatorios, duchas, inodoros y sumideros de la más alta calidad;
publicitando “Usted no puede decir que su casa es moderna y confortable, si su
pieza de baño y sus útiles son viejos y antihigiénicos”.
La figura de San Pedro dio nombre a una antigua Mercería, que convocaba a la más diversa clientela. Publicidad en el Álbum de Vistas de Chile, 1895. |
Más
al oriente, la Botica y Droguería Klein, en Huérfanos 1095, vendía colonias,
cremas, elixires, cosméticos y medicamentos por receta, los que eran de
elaboración propia. En el mismo rubro, destacaba la vieja Botica del Indio, propiedad de los hermanos Alberto y Julio Hochstetter, en la esquina
de Alameda y Ahumada. Entregaba el mejor surtido de drogas, químicos nacionales
y extranjeros, artículos de vendaje, jeringas hipodérmicas, instrumentos de
cirugía, sondas, bragueros, medias para varices y otros tantos productos
médicos.
La farmacia cambió de dueño y ubicación en 1953, cuando el edificio fue
demolido, desapareciendo para siempre esta clásica botica que recordaban
nítidamente nuestros abuelos.
Aspecto de la Botica y Droguería Alemana de Klein; y la popular Botica del Indio. En Álbum del Club de la Unión, 1926. Biblioteca Brügmann. |
Rodrigo Arrieta y su mujer, María Casanova, en las calles de Santiago. - En la Plaza de Armas, Mané Pacheco de Montero. Archivo Patrimonial Brügmann. |
Marta Funke Uribe y su hija en la calle Ahumada. - Manuel Fernández Greene. Fotografías tomadas de Geni.com |
Estos
pequeños pero importantísimos locales comerciales, debieron coexistir a inicios
del 1900 con grandes almacenes de hierro y concreto, que fueron extendiéndose
por las principales calles y avenidas. Una de las más importantes tiendas de
novedades fue Casa Prá, fundada en 1865 por el ciudadano francés Claude Prá,
quien instaló una tienda en el concurrido pasaje Matte. Más tarde, su hijo
Jules amplió éstas dependencias dándole salida a la calle Estado, y conforme el
negocio crecía, decidió comprar un extenso terreno en la calle Huérfanos, entre
Ahumada y Bandera, para construir un nuevo edificio especialmente diseñado para
la tienda. El arquitecto-ingeniero elegido fue Eugenio Joannon, quien levantó
una peculiar estructura de concreto y fierro, con grandes vidrieras, cúpulas y
una extensa marquesina protectora, muy similares a la de las grandes Magasines de Nouveautés construidas en
Paris.
Publicidad de la Casa Prá. 1897 |
La
tragedia genera un severo golpe a la empresa del que nunca logra recuperarse,
los pleitos, los largos juicios y la falta de credibilidad terminan por obligar
el cierre de la legendaria Casa Prá en
1912. Ese mismo año, se arrienda el inmueble al elegante Magestic Palace, un
gran centro de entretenciones con cancha de patinaje, sala de conciertos y
restaurant, que se convirtió en el favorito de la juventud del gran mundo. El
edificio desaparecerá junto a toda su historia en 1945.
Ilustración que refleja la catástrofe de la Casa Prá el 10 de octubre de 1904. En la revista La Lira Chilena, 1904. |
Interior del edificio de la Casa Prá, en época que funcionaba el Majestic Palace de Santiago. En revista Sucesos, 1912. |
Vecino
de Prá, en Estado esquina Huérfanos, se ubicó el gran edificio de la Casa
Francesa. Ésta conocida tienda había sido fundada en Valparaíso en 1858 por
Heyman Simon, y había elegido el Pasaje Matte para establecer una sucursal en
Santiago. El éxito permitió ampliar la tienda, teniendo salida ahora a calle
Estado y a fines del siglo XIX, arrienda el edificio que había ocupado Prá,
remodelándolo completamente bajo el esquema de los paraísos mercantiles de
hierro.
Sus
tres niveles ofrecían todo lo necesario para caballeros, mujeres y niños, en
departamentos divididos por: Ropa Hecha, Bonetería, Camisería, Sombrerería,
Ropa Interior, Lanas, Sederías, Confecciones, Sombreros, Calzado, Taller de
Trajes sobre medida para señoras, Paquetería, Perfumerías, Juguetes, Fantasías,
Blanco, Maletería, Cigarrillos, Mueblería y Tapicería.
Antiguo edificio de la Casa Francesa en la calle Huérfanos esquina Estado, fundada en 1858. Revista Sucesos 1910. |
El nuevo edificio de la Casa Francesa, recién remodelado. Imagen en Álbum del Club de la Unión, 1926. Biblioteca Brügmann. |
En
la esquina nororiente de Estado y Huérfanos se construyó la sucursal en Chile
de la afamada tienda Gath & Chaves, una de las más recordadas de nuestro
país. El edificio de concreto y fierro fue encargado a los arquitectos Siegel
& Geiger, quienes levantaron un llamativo inmueble de cinco pisos, con
grandes vidrieras, marquesinas y una alta cúpula de remate, iluminada por el
tintineante brillo de las ampolletas eléctricas. La tienda se inauguró el 5 de
septiembre de 1910, en plena efervescencia por las celebraciones del Centenario
Nacional, la prensa local relata que “A las 8 de la mañana, cuando los
empleados alzaron o trataron de levantar las cortinas de hierro, una multitud
femenina se lanzó sobre las puertas en un ímpetu amenazador, e invadió los
diversos pisos del edificio en tal forma, que hubo de venir la policía para
impedir accidentes; y permitir sólo la entrada de grupos discretos a medida que
salían los compradores que no se cansaban de manipular objetos y de indagar
precios”. El Mercurio, 5 septiembre 1910.
Las más surtidas mercancías
importadas se alojaban en los primeros niveles, mezclándose con los objetos de
arte y fantasía que custodiaban la gran escalinata central que conducía a los
pisos superiores, a los que se podía acceder también por cuatro grandes
ascensores. El segundo nivel estaba dedicado a los caballeros y niños,
ofreciendo las últimas novedades en moda, juguetes, artículos de viaje y
calzado. El tercer piso era el rincón femenino, donde las señoras, niñas e
infantes tenían un elegante espacio finamente acondicionado para ver las
novedosas confecciones que la casa importaba de Europa, y un sinfín de
artículos y accesorios que eran todo un deleite para la clientela. El cuarto
nivel era ocupado por las secciones de menaje de casa, muebles y tapicería. En
1921, la tienda inaugura un elegante Tea Room que se convirtió rápidamente en
uno de los sitios más concurridos de Santiago. La conversación era amenizada
por la orquesta de Armando Carvajal, el primer violinista de la Ópera de Santiago. Un año más tarde, las
animadas reuniones adquieren
características de baile, cuando se comienzan a poner de moda los “tées
danzantes”, donde los más jóvenes podían estrenar los nuevos pasos del fox trot
o el charleston bajo la atenta mirada
del profesor Valero, reconocido bailarín nacional. El
brillo de Gath & Chaves siguió acaparando portadas y acogiendo a miles de
clientes hasta 1952, cuando a raíz de una huelga de empleados que se extendió
semanas, la firma decide cerrar su sucursal en Chile. Unos pocos años después
el edificio es demolido totalmente para dar paso a la Galería España.
Publicidad de Gath & Chaves, en revista Familia 1910. |
Escalera Central de la Tienda Gath & Chaves de Santiago. En revista Zig Zag, 1912. |
Los maniquies de la Tienda Gath & Chaves fueron toda una novedad desde su apertura.En revista Zig Zag, 1912. |
Edificio de la Tienda Gath & Chaves, demolido en la década de 1950. Fotografía en Álbum Vistas de Santiago, 1915. |
A
la creación de estos almacenes comerciales, se sumó otra tipología de grandes
inmuebles que concentraban en su planta baja locales comerciales, y en los
altos distribuían ingeniosamente espacios que servían para oficinas, clubes,
hoteles e incluso viviendas particulares.
Un
ejemplo es el edificio que ordenó construir Arturo Lyon en la esquina de
Ahumada con Moneda en 1905. Contrató a
la firma de arquitectos Siegel & Geiger, quienes idearon un pretencioso
edificio neoclásico francés, con gruesas pilastras corintias, balcones de
fierro y una esquina ochavada coronada por una grandiosa cúpula. En los bajos funcionó la Casa de Pianos y
Almacén de Música Doggenweiller, la Casa Grimm y Kern y la mueblería de Elliot
Rourke, que ofrecía modernos conjuntos para oficinas en roble americano y tapiz
marroquí. En los altos, los departamentos fueron ocupados por el elegante Hotel
Albion, propiedad de Jorge Clerc. Desafortunadamente, no alcanzamos a conocer
el edificio Lyon, porque fue demolido en 1983.
Edificio Lyon en la esquina de Ahumada con Moneda, demolido en 1983. En: Libro Internacional Sudamericano. 1914. Biblioteca Brügmann. |
Aspecto del local de T. Elliot Rourke & Cía, importadores de muebles y objetos decorativos, en los altos del edificio Lyon. Publicidad en la revista Zig Zag, 1916. |
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La
Alameda de las Delicias contó también con muy buenos exponentes de ésta
pretenciosa arquitectura, aunque hoy son muy pocos los que existen. En la
esquina de Alameda con Vicuña Mackenna se construyó un pintoresco edificio
neoclásico de tres pisos, bajo los planos del francés Emile Doyére. En los
bajos se ubicaron locales comerciales como el Almacén Bonzi, La Montañesa, La
Santiaguina y las boticas La Salud y América. Los altos fueron ocupados por
departamentos familiares, donde vivió el conde alemán Johaness Von Welczeck
casado con la chilena Rebeca Balmaceda Fontecilla; también el escritor Raúl
Silva Castro y el candidato presidencial en 1925, José Santos Salas.
El
edificio pertenecía a Emilio Alemparte e Ismael Valdés Vergara, pero fue
conocido popularmente como Portal Nieto. A inicios de los ’60, la remodelación
San Borja nos arrebató éste emblemático inmueble.
La antigua Plaza Italia, y el extenso edificio Nieto, en la esquina de Alameda de las Delicias y Vicuña Mackenna. |
Elena Ureta de Palacios y su hija Inés Palacios de Barros, en Santiago- Marta García Rengifo de Arrieta, con su familia paseando por el centro. Archivo Patrimonial Brügmann. |
Más
al poniente, en la esquina de Alameda y Estado, el palacio gótico de la familia
Undurraga resguardaba en sus bajos la exclusiva sombrerería La Signese,
mientras que el primer nivel del palacio de Juan Francisco Rivas en la esquina
de San Martín, albergó la popular Ferretería Montero. En el exclusivo barrio
Dieciocho, el palacete de Eduardo Iñiguez (más información en: ), cobijó en los
bajos el Emporio Inglés, el Teatro Dieciocho y el famoso Café Torres, que aun
existe. Y en pleno barrio Ejército, el Portal Granello ubicado en la Alameda
n°2100 surtía de los más variados productos a los vecinos, bajo una elegante
galería de fierro y cubierta vidriada que desapareció a inicios de los ’80.
Alameda esquina Estado, a la izquierda el palacio Undurraga que en sus bajos albergaba la Sombrerería La Signese. Archivo Fotográfico del Ministerio de Obras Públicas. Coloreada por Brügmann. |
Luis Galleguillos Ordoñez en el centro de Santiago. Archivo Patrimonial Brügmann. |
La esquina Alameda con Ahumada, a inicios del siglo XX. Color: Brügmann. |
Las
cercanías de la Estación Central fueron engalanadas con un espléndido edificio
comercial que daba una digna bienvenida a los extranjeros que visitaban la
capital. Había sido construido en 1901 por el arquitecto Carlos Barroihet, a
petición de doña María Luisa Mac Clure de Edwards.
Ubicado
en la acera sur de la Alameda, entre las calles Unión Latinoamericana y
Bascuñán Guerrero, el famoso Portal Edwards distribuía sus arcadas y pabellones
neoclásicos que albergaron el conocido Café Río de Janeiro, la Joyería
Ghiringheli, la tienda La Conversión de Ruidíaz Hnos., el Almacén Sordo, la
Caja de Ahorros y la Mercería de Manuel Matas. También el Hotel Royal,
propiedad de José Behwr, en cuyos departamentos se escondió en 1909, el famoso
estafador José Luna, haciéndose pasar
por el sobrino de un senador.
El
patio del Portal Edwards fue ocupado por el Teatro Politeama, propiedad de
Aurelio Valenzuela Basterrica, quien además era dueño de los teatros
Septiembre, Brasil y construiría el primer cine sonoro, el Teatro Carrera.
En
su restaurant se reunía la juventud galante en espera de la representación de
obras cómicas y livianas, que animaban cuatro noches seguidas en la semana.
“Fue el punto de cita de las damas alegres y de los elegantes de nuestra jeunesse dorée. Del Politeama han salido
miles de parejas felices a cenar después de la función y otras a principiar una
orgía de consecuencias en alguna casa de divertimento público. Cada vez que una
dama del demi monde tiene que verse
con alguien y se le pide sitio y hora, da como sitio el Politeama y como hora
la segunda tanda de la noche, que es la más concurrida siempre”, comentará el
historiador Eugenio Pereira Salas.
El
Portal Edwards soportó digno los embates del tiempo hasta el terremoto de 1985,
que lo dejó muy dañado. Para evitar su demolición fue declarado Monumento
Nacional, pero como estamos en Chile, esto no pareció importarle a nadie, y fue
demolido en 1987.
El extenso edificio del Portal Edwards, entre las calles Unión Latinoamericana y Bascuñán Guerrero. Imagen en Álbum Vistas de Santiago, 1915.
|
El comercio en Santiago continuó una progresiva expansión y renovación. En 1929 los arquitectos Sergio Larraín y Jorge Arteaga construyen en la esquina sur poniente de Estado y Huérfanos, un edificio de corte modernista para albergar la tienda del comerciante alemán R. Oberpaur. Esta tipología se ajustaba perfectamente a los planteamientos urbanos que imponía Karl Brunner, quien además de levantar sobrios edificios en altura, proyectó una extensa red de galerías comerciales cubiertas que recorrerían casi ininterrumpidamente todo el centro de la capital. Fueron en su momento las herederas del refinado comercio santiaguino, pero hoy lamentablemente yacen derruidas en el más absoluto silencio.
Los
nuevos edificios funcionales no carecían de lujo y admiración, en la esquina
sur poniente de la Plaza de Armas, se levantó la elegante Tienda Los Gobelinos,
propiedad de don Severiano García Carró, y que es recordada por nuestras madres
como la más elegante casa de novedades que hubo en Santiago. Seguían “A la
ville de Nice”, Flaño, Bercovich, modas Imperio y Stephany de Otto Hermanos. Ahora las llamativas vitrinas eran mucho más sofisticadas, la calle Ahumada era todo un espectáculo en el mes de diciembre, y los escaparatistas hacían sus mejores esfuerzos por crear la mejor fantasía que fuera comentario entre todos los santiaguinos. A las brillantes ampolleta, se sumó además otro tipo de producto, los electrodomésticos, que fueron ganando terreno a medida que la década de 1930 se fue desarrollando.
La multitud diaria en la esquina de Ahumada y Compañía. Archivo Fotográfico de Chilectra. |
La calle Bandera en la década de 1930. Revista Life
|
La Casa Raab, Rochette, Roca & Co., fue una de las primeras tiendas especializadas en electrodomésticos. 1926- Dependientas ofreciendo modernos electrodomésticos. Archivo Fotográfico de Chilectra. |
Tranvías eléctricos, buses y la multitud diaria de la esquina de Compañía y Ahumada, a la derecha la popular tienda Los Gobelinos. Archivo Fotográfico de Chilectra. |
Vitrina que publicita modernas planchas eléctricas. Archivo Fotográfico de Chilectra. |
Vitrina que publicita estufas, vestiladores y radios eléctricas. Archivo Fotográfico de Chilectra. |
Vitrina navideña que publicita una moderna cocina, y radiadores eléctricos. Archivo Fotográfico de Chilectra. |
El edificio Oberpaur y la vitrina de la tienda Los Gobelinos, siendo apreciada por los transeúntes. |
Sin
embargo, parece ser que el destino del comercio santiaguino está condenado a
desaparecer en apenas cincuenta años… Nuestros abuelos en su momento lloraron
la pérdida de los viejos portales, y nuestras madres añoran con nostalgia las
vitrinas de la calle Ahumada. Algunas tías o primas, miran con espanto en lo
que se convirtieron los modernos caracoles de Providencia o Ñuñoa; y nosotros
mismos hemos presenciado como los strip center y malls, han hecho trizas
nuestras más queridas visiones de infancia y juventud.
¿Qué
podemos hacer al respecto? Parece que no mucho, porque los intereses económicos
y la supremacía de una clase política ignorante y ambiciosa, tira por la borda cualquier tipo de preocupación
sobre la memoria histórica nacional… algunos dirán que también es culpa de los
mismos ciudadanos, mientras que otros centrarán los problemas en la educación…
unos cuantos dirán que no hay que llorar sobre la leche derramada y unos pocos
como nosotros, aun ven los efímeros recuerdos de ese esplendoroso pasado,
deambulando como fantasmas en las
bulliciosas calles de Santiago…
Centro de Santiago en la década de 1970. Revista Life |
Mario Rojas Torrejón
Fernando Imas Brügmann
Se prohibe la reproducción parcial o total del artículo. Todos los derechos reservados.
Bibliografía y fuentes consultadas:
Dussaillant, J. Las Reinas de Estado. Ediciones UC. 2011
La Republique du Chili. Leipzig. 1903
Luces de Modernidad, Archivo fotográfico de Chilectra. Editado por Gerencia Corporativa de comunicación Enersis. 2001
Márquez, A. Libro Internacional Sudamericano. 1914.
Pradenas, L. Teatro en Chile: Huellas y trayectorias, siglos XVI-XX. LOM ediciones. 2006
Orrego, L. Memorias del Tiempo Viejo. Ediciones Universidad de Chile. 1984
Yañez, F. Visiones de Infancia. 1960
Álbum del Club de la Unión, 1926.
Álbum de los Clubes Privados de Chile, 1929.
Álbum Chile a la vista, 1895.
Álbum Santiago a la vista, 1915.
Anuario Prado Martínez. 1901.
Diario La República, junio 22 de 1877
Diario El Museo, diciembre 1853.
Diario La República, junio 22 de 1877
Diario El Mercurio, septiembre 5 de 1910.
Revista Sucesos, tomo anual 1916.
Revista Sucesos, tomo anual 1905.
Revista Sucesos, tomo anual 1904.
Revista Sucesos, tomo anual 1917.
Revista Sucesos, tomo anual 1912.
Revista Sucesos, tomo anual 1913.
Revista Pacifico Magazine, tomo anual 1917.
Revista Zig Zag, tomo anual 1906.
Revista Zig Zag, tomo anual 1912.
Revista Zig Zag, tomo anual 1908.
Revista Zig Zag, tomo anual 1907.
Revista Zig Zag, tomo anual 1921.
Revista La Familia, tomo anual 1917.
Revista La Familia, tomo anual 1922.
Revista La Familia, tomo anual 1923.
Revista La Ilustración, tomo 1899.
Revista La Ilustración, tomo 1905.
Revista La Ilustración, 1904.
Revista La Lira Chilena, 1904.
Revista La Lira Chilena, 1906.
Revista Negro y Blanco, 1912.
6 comentarios:
Muy interesante, lamentable que no conserváramos tan hermosos edificios y que se sigan botando los pocos históricos que quedan.
Los felicito.
Muuy interesante, ideal hubiese sido que acompañaran la publicacion con mayor cantidad de fotografias o que don Mario Rojas Torrejon dibujara con su habitual maestria algunas de las fachadas descritas, felicitaciones por dar a conocer esas maravillas de las que disponiamos en Stgo, desafortunadamente ya nada se puede hacer ya las perdimos.
Entretenido e interesante, ademas Uds. permiten tomar conciencia para recuperar y conservar lo que aun queda
Felicitaciones¡
Sabes... aunque es lamentable lo que ha pasado con nuestro patrimonio arquitectónico, hay que ver el asunto como una oportunidad de reconstrucción. Podemos perfectamente reconstruir esos edificios. No importa que no sean los mismos átomos o moléculas... lo importante es, como diría Platón, la idea detrás. Si están los planos, o al menos las fotos o un dibujo, seguro que podemos hacerlo.
Alemania, por ejemplo, fue simplemente arrasada en la SGM, pero ellos a pulso han ido reconstruyendo todo. Nosotros claramente no somos Alemania, pero podemos intentar seguir su ejemplo y reconstruir esos edificios en el mismo lugar si es posible, o en otras partes cercanas al lugar original. Y tenemos hoy la oportunidad de reconstruirlos con tecnología sismo-resistente.
Propongo que cambiemos la mirada pesimista, sin dejar de ser críticos con esto, por la leche derramada por una propuesta optimista para recuperar lo perdido.
Muy bueno todo lo que publican, quisiera agregar algunas cosas a la Casa Gath y Chaves, esta llego a Chile arrendando locales en el edificio de Estado Con Huérfanos, este edifico fue construido por el empresario Héctor Beeche el cual tenía una galería en su interior con locales comerciales como también por las calles que la circundaban. En honor su dueño la galería paso a llamarse "Galería Beeche" tenia entradas y salidas por la calles Merced, Huérfanos con Estado y San Antonio. Actualmente Galería "España".
Finalmente en 1919 se concreta una expansión para ocupar todo el edificio el cual comprendió la transformación radical de todo el interior por el estudio ingles de arquitectos llamado Fredk Sage y Co. Ltd. haciendo desaparecer la Galería Beeche para dar paso a los departamentos comerciales de la Casa Gath y Chaves.
Muy bueno el artículo y las fotografías. Estoy investigando una familia que vivió en Bascuñán Guerrero en 1903 y me gustaría saber que tipo de casas habia en esa época y quienes vivían ahí.
Les estaría muy agradecida
saludos y gracias por su labor
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