EL ABANDONO, LOS TERREMOTOS Y LA ESPECULACIÓN INMOBILIARIA NO HAN PODIDO DERRIBAR LA ELEGANTE RUINA QUE SE LEVANTA EN CALLE HUÉRFANOS CON SAN MARTÍN.
DIGNAMENTE SOPORTA EL PESO DE ESOS 130 AÑOS DE HISTORIA QUE LA HAN CONVERTIDO EN UN REFERENTE PATRIMONIAL Y EL MÁS CLARO EJEMPLO DE LOS VACÍOS QUE PRESENTA LA LEY DE MONUMENTOS NACIONALES.
ENTRAR A ESA MAGNÍFICA CASA Y RECORRER SUS DESOLADOS INTERIORES ES UNA EXPERIENCIA TAN EXTRAORDINARIA COMO PERTURBADORA. ESTE ES EL RELATO DEL INGRESO DEL EQUIPO BRÜGMANN A LA LEGENDARIA RESIDENCIA DE LA FAMILIA PEREIRA IÑIGUEZ.
DIGNAMENTE SOPORTA EL PESO DE ESOS 130 AÑOS DE HISTORIA QUE LA HAN CONVERTIDO EN UN REFERENTE PATRIMONIAL Y EL MÁS CLARO EJEMPLO DE LOS VACÍOS QUE PRESENTA LA LEY DE MONUMENTOS NACIONALES.
ENTRAR A ESA MAGNÍFICA CASA Y RECORRER SUS DESOLADOS INTERIORES ES UNA EXPERIENCIA TAN EXTRAORDINARIA COMO PERTURBADORA. ESTE ES EL RELATO DEL INGRESO DEL EQUIPO BRÜGMANN A LA LEGENDARIA RESIDENCIA DE LA FAMILIA PEREIRA IÑIGUEZ.
Tiembla el pavimento caliente de una tarde de noviembre cada vez que las micros cruzan la larga calle San Martín. Con cada movimiento se siente el crujir de maderas centenarias y caen uno a uno los trozos grisáceos de lo que fue un delicado capitel corintio. Se desploman en el piso resquebrajándose y vienen a complementar un conjunto ruinoso de yesería que se acumula junto a una placa de oscuro mármol, que alguna vez brilló con pulidez alba y que hoy apenas se aprecia tras una reja con el cartel “Peligro de Derrumbe”.
Nadie pensaría que estamos junto a una de las residencias más conocidas y opulentas del Santiago romántico. Jamás el apurado transeúnte se imaginaría que esa vieja construcción está resguarda por el más alto honor legislativo. Sólo se tiende a pensar por qué aun está en pie, si los terremotos y el abandono deberían haberla hecho desaparecer hace tanto ya. -“¿Por qué le sacan fotos a esa casa tan vieja?, si es una ruina, podrían construir un edificio ahí…” nos decía una señora que sorprendida nos miraba y no entendía, a perjuicio de ella, que la vereda que transitaba todos los días estaba llena de historia y contenía –en una ciudad pobre en edificios de calidad- uno de los últimos buenos exponentes arquitectónicos de mediados del siglo XIX.
Un anticuario nos comentaba también con descaro que ya “le tenía echado el ojo” a las rejas que protegen las ventanas de calle San Martín, sólo estaba esperando que la casa se cayera… si hasta había ido a medirlas para ver los costos de su traslado. Algunos desconocen el valor del Palacio y otros están conscientes, pero parece que todos quieren por alguna razón que la casa se venga abajo. Es que al ciudadano parece gustarle lo feo, no mantener nada y el tan típico peladero de cemento.
Ya lo decía sorprendido el inglés Teodore Child en 1890, al referirse a las cualidades desaprovechadas de la capital de este alejado país en una analogía con la principal arteria de nuestra ciudad:
“La Alameda es un caso típico de la índole Chilena: contando con los elementos para ser un excelente paseo, a costa de energía, de atención y de continuo esfuerzo, permanece en el más irritante descuido…”.
Detalles del deterioro que presenta la fachada del palacio. Fotografías de los autores. |
Y es el más irritante descuido lo que nos convoca hoy.
El Edificio
De sobrio estilo neoclásico francés el palacio de 2.741 mts2 está construido en albañilería de ladrillo sin refuerzos metálicos. La fachada es un volumen continuo de dos pisos que alcanza los 14 metros de altura. La galería es de estructura metálica, el armazón de la techumbre es de roble, la cubierta de fierro galvanizado, el pavimento interior es de mármol así como también el revestimiento exterior del zócalo y las gradas. Estucos de gran calidad se usaron para ornamentar los muros interiores y exteriores, además de finas rejas de fierro forjado, puertas talladas de roble y vidrios de colores para la galería central.
Calle Huérfanos en 1906 |
La fachada de San Martín es mucho más extensa y monótona. Repite los mismos elementos decorativos, son en total 27 ventanas con balcones y al menos cuatro accesos originales: Entrada de Coches, servicios y uno secundario para la familia.
El edificio original finalizado en 1872 proyectaba una fachada de dos niveles sólo hacia calle Huérfanos, construyéndose a fines del siglo XIX el segundo nivel por calle San Martín. Estas transformaciones revelan a la necesidad de expansión de la familia y sus hijos, que habitaban en departamentos independientes en el primer y segundo nivel.
Palacio Pereira, diseño original |
La planta del palacio es realmente innovadora para la época y responde a la tipología de “Hotel Privés”, un tipo de distribución que presta especial atención a la delimitación de áreas de uso común dentro de la casa, y la asignación de departamentos independientes para las distintas ramas de una misma familia que conviven en la mansión.
En el Palacio Pereira los salones se organizan en torno a la galería vidriada con forma de cruz de malta, minuciosamente ornamentada con finos estucos y pavimento de mármol. Hacia el sur los salones más importantes: El Salón Lila, el escritorio, la Sala de Música, el Salón Azul, la Sala Roja, la Biblioteca, el oratorio, jardín de invierno y la caja de escalera. Al poniente un departamento privado y hacia el oriente el Comedor conectado al corredor de servicio al que da la cocina, repostero y la despensa. La zona norte es ocupada por el jardín con templete para el té, que oculta las cocheras, el gallinero y las habitaciones de servicio.
En los años 30 el uso de la casa cambia lo que conlleva serias transformaciones que hacen perder la planimetría original. Se subdividen los espacios y se construye un nuevo edificio en las cocheras. Hoy a causa del deterioro sólo se conserva la galería central, parte del corredor de servicio hacia calle San Martín y los muros de los salones de la zona sur.
Planta del primer y segundo nivel del Palacio Pereira. Los colores marcan las áreas que ocupaban los distintos departamentos familiares dentro de la mansión. Dibujo de los autores. |
El Arquitecto
Lucien Henault nació en 1823 en la ciudad de Baziches y veinte años más tarde ingresa a la École des Beaux Arts de Paris, combinando las clases de arquitectura de su maestro, el afamado Le Bas, con los talleres de Ingres y Horace Vernet de artes plásticas. En 1852 obtuvo la medalla de primera clase por su proyecto- realizado- de una villa en Choisy.
Restaurando castillos en el norte de Francia conoció al Almirante Blanco Encalada, que atraído por sus decididas aficiones intelectuales, le propuso venir a Chile en 1856.
“Por el ministerio de Instrucción pública, se ha expandido un decreto del tenor siguiente: Santiago, Enero 12 de 1857
Con lo supuesto en la nota que precede i documentos adjuntos, apruébese en todas sus partes la contrata celebrada en Paris, el 31 de diciembre de 1856, entre el Ministro Plenipotenciario de Chile en Francia don Manuel Blanco Encalada a nombre del gobierno de la espresada República, i el arquitecto don Luciano Henault, en su propio nombre. -Tómese razón i comuníquese-
Montt. Waldo Silva.” Diario El Ferrocarril 15 enero 1857. Colección Biblioteca Nacional de Chile.
Llegó a Valparaíso en el vapor D’Alambert y se estableció en Santiago en la calle Bandera Nro. 138, a fines de 1857. Reconocido anticuario montó una de las primeras galerías de arte en el país, exhibiendo el valioso conjunto de pintura y escultura que había coleccionado en Europa.
Rápidamente llegaron los encargos. Luciano Henault era un estupendo profesor y gracias a estas dotes pedagógicas pudo reabrirse el Curso de Arquitectura en el Instituto Nacional.
Como su antecesor François Brunet DeBaines había muerto, le tocó la tarea de finalizar las obras del Teatro Municipal, el Portal Fernández Concha y el Portal Bulnes.
Inició los planos del Congreso Nacional y la Universidad de Chile, de inspiración clásica muy ligadas a su maestro Le Bas, autor de Notre Dame de Lorette en Paris.
Teatro Municipal de Santiago en 1870- Palacio de la Universidad- Palacio del Congreso de Chile |
Es en su labor particular donde se aprecia la maestría con que reinterpretaba la magnificencia del clasicismo a una escala mucho más residencial. Dibujó la mansión de Javier Ovalle en la calle Compañía, que fue por muchos años sede del Club de Señoras. La casa del Almirante Blanco Encalada en calle Agustinas, la mansión de la familia Larraín Zañartu en calle Morandé, conocida como edificio El Mercurio. Y la hoy citada residencia de la familia Pereira.
En Valparaíso la Iglesia de los Sagrados Corazones, finalizada más tarde por Fehrman que reinterpretó los planos en un estilo gótico, quitándole el sabor neoclásico original. Las últimas obras de Henault son el Banco Inmobiliario y el proyecto de modernización del Cerro Santa Lucía en 1875, fecha en que regresa a Francia.
Don Luis Pereira y su familia
Sr. Pereira, por Álvarez de Sotomayor |
Luís Pereira Cotapos se tituló muy joven de abogado, iniciando una exitosa carrera que lo hizo ampliamente conocido a fines del siglo XIX. Miembro del Partido Conservador ejerció diversos cargos públicos, siendo Ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Jorge Montt, Diplomático en Francia, Miembro de la Junta Directiva de la universidad de Chile, Diputado y Senador. Era hijo del Coronel Argentino Luis José Pereira de Arguibel – quien cruzó Los Andes junto al Ejercito Libertador- y la distinguida doña Rosario Cotapos De la Lastra, perteneciente a una antigua familia de Santiago.
Era dueño de una gran fortuna, ligada desde muy temprano a rentables sociedades mineras y agrícolas. Participó activamente en uno de los descubrimientos mineros más famosos de fines del siglo XIX, junto al barón francés Henri Arnou de la Riviére y José Díaz Gana: Hacia 1868 invirtió sus ahorros y gran parte de sus ganancias de abogado, como fianza para contribuir al descubrimiento de Caracoles y, con el éxito de la empresa recibió 2 barras (medida) en cada una de las 17 minas descubridoras del famoso mineral de plata.
Fundó además la prestigiosa Viña Santa Carolina, en honor a su mujer Carolina Iñíguez Vicuña. Era esta dama dueña de un encanto sin igual, reconocida por sus cualidades de anfitriona, su belleza e irreverente personalidad, de un agudo sentido del humor; cualidades que la convirtió en la “regalona” de la sociedad santiaguina de la época, siendo su casa –el Palacio Pereira- centro de constantes celebraciones, banquetes y tertulias.
Don Luís Pereira murió en 1909 y su mujer, en 1932.
Tuvieron diez hijos, todos destacados en distintos ámbitos de la contingencia nacional: El popular Pietro Gabrini retrató a Elena Pereira Iñíguez de Ferrari, quien habitó uno de los departamentos de la casa en el primer nivel. Guillermo e Ismael fueron importantes políticos, el primero se casó con doña Isabel Irarrázaval Correa – una de las bellezas de la época- , y el segundo con doña Luz Lyon, dueña de gran fortuna; padres de Ismael Pereira Lyon, el famoso creador de la Ley Pereira.
Luis Pereira se casó con doña Paulina Valdés Ortúzar; fue un gran abogado y parlamentario en la época de Alessandri. Blanca Pereira de Errázuriz, Marta Pereira de Valdés, Carolina Pereira de Correa y Carlos Pereira también hicieron grandes aportes en la filantropía, arte, industria, agricultura y la política.
Isabel Irarrázaval Correa de Pereira- Carolina y Blanca Pereira junto a Constanza Ovalle. 1900- Marta Pereira de Valdés vestida de novia en la casa de calle Huérfanos |
Ismael Pereira Iñíguez- Luz Lyon de Pereira junto a Ismael y Carlos Pereira- Carlos Pereira. Fotografías tomadas en la casa de calle Huérfanos para el Álbum del Baile Concha Cazotte 1912 |
Don Julio Pereira se casó con doña Luz Larraín García-Moreno. Político e historiador, hereda la casa de Huérfanos y la vende al Arzobispado en 1932. Vivió en una espaciosa casa en la Alameda, hoy sede de la CUT, que corre peligro de demolición. Es el abuelo de Teresa Pereira Larraín, conocida historiadora.
Julio Pereira Iñíguez y su residencia en la Alameda de las Delicias, hoy sede de la CUT. Fotografía de los autores |
El ingreso al palacio
La Galería en 1915 |
Mucho tiempo lleva el cascarón gris de calle Huérfanos tapeado y con una reja que prohíbe acercarse. Vemos el pórtico magnífico, con el monograma y las columnas, que tan dignamente han soportado años de abandono y el constante sismo que provoca el tráfico del sector. Ventanas de madera con lucarnas cayéndose y un grandioso portón junto a tres gradas de mármol es lo que queda del antiguo acceso a una de las más emblemáticas residencias del siglo XIX. No entraremos por ahí, sino que caminamos por San Martín a lo que es hoy el disminuido ingreso por uno de los portones de coches, en la zona norte del palacio.
Una pequeña puerta conduce a un pasillo angosto donde se abre una construcción de los años 40. Ahí vive el cuidador con su familia, que ha hecho del palacio su hogar y mantiene silencioso los recuerdos de cuando llegó a esa casa de niño, y vio morir año tras año la magnificencia de la construcción.
Pórtico central del Palacio- Monograma en la lucarna del portón central- Puertas de las antiguas Cocheras por calle San Martín. Fotografía de los Autores. |
Tras una malla verde vemos que el patio se ha hecho gigantesco, porque ya no están los arboles, ni el templete romano, ni las cocheras o el gallinero. Tampoco los corredores cerrados, ni las dependencias de servicio o los departamentos con baño privado. Sólo observamos al norte la desolada figura del palacio abierto, como mutilado o bombardeado… con la galería a medio caer y muros desnudos que muestran la impecable albañilería de ladrillo que ni los fuertes terremotos han podido derribar.
Galería central desde el segundo nivel del palacio. Se aprecia el abandono y destrucción de la construcción; además de las áreas hoy inexistentes. Fotografía de los autores. |
1 y 2: El corredor de servicio de la casa, semidestruido. Fotografía de H. Sepúlveda- 3: Cielo de una de las habitaciones hacia calle San Martín. Fotografías de los autores |
Entramos por las puertas, son habitaciones que dan a calle San Martín. El piso intacto y los cielos decorados nos impresiona, hay estanterías con archivos de la casa y una que otra puerta que une estas salas entre sí. En una de ellas hay una escalera con acceso desde la calle, otra más de las transformaciones posteriores que se hicieron cuando la casa era parte de un Liceo.
Impacientes queremos entrar, el ladrido de perros furiosos tras una puerta semi destruida nos asusta. El cuidador, don Marcos, los ahuyenta y nos hace pasar. Es uno de esos mágicos momentos en que el tiempo parece detenerse y en una ráfaga de luz pareces entrar al paraíso.
El paraíso al que ingresamos es más bien lúgubre, estamos en una espaciosa sala con escombros y piso de madera. El cielo está aun decorado con yesería, y en un sector las vigas de roble están a la vista. Miramos el plano y nos damos cuenta que pisamos el antiguo Comedor. En sus mejores años esta sala que evocaba las cortes renacentistas tenía un impecable mobiliario francés tallado en encina en estilo Luis Felipe, y presenciaba a diario el rápido ajetreo de la servidumbre que presurosa disponía porcelanas, cubiertos de plata y fina cristalería sobre la mesa, para enmarcar las concurridas tertulias y banquetes que ofrecían los Pereira, siempre animada por el buen sentido del humor de la anfitriona, doña Carolina iñíguez.
Detalles ornamentales del Comedor, con el cielo destruido y los estucos en el suelo- Vista a la Galería desde el Comedor. Fotografía de los autores. |
Al poniente el umbral resplandece por la brillantez del día. Los perros ladran mientras entramos a esa amplia galería cubierta de pilastras corintias, rosetones y medallones que recuerdan la Grecia clásica. Ya no queda piso de mármol estrellado, ni las fundiciones francesas que ornamentaban las desnudas hornacinas que aún subsisten… La galería es alta, aunque más pequeña de lo que nos imaginábamos, el cielo a dos aguas es sustentado por delicadas piezas de metal con ornamentación romántica y sobre ellas se disponen planchas de metal corroído, en donde antes hubo gruesos vidrios de colores. Era este rincón el lugar de reunión de la familia, decorado con lámparas de bronce cincelado, esculturas, el busto de don Luis Pereira esculpido en mármol por el célebre Foliá y lujosos sofás tapizados en seda.
Galería Poniente: Estado actual, con el acceso a la capilla cerrado- El mismo espacio en 1912. Archivo Brügmann |
Aspecto de la Galería Central- Medallón y monograma "L.P"- Arco y cielo de la galería- Fotografía de los autores |
Puerta Principal. 2010 |
Queremos partir desde el principio, siguiendo la jerarquía de la intrincada mansión. Caminamos hacia el sur, hasta la calle Huérfanos. Llegamos al portón tallado con lucarna de fierro donde campea sustentado por querubines el monograma familiar, que se abre para dejarnos salir rodeados de perros. La reja que protege la casa mantiene los escombros en el suelo, las columnas están manchadas y los muros rayados; en el zócalo aun sobreviven algunas placas de mármol quebradas, las pocas que no han sido robadas. El ruido del tráfico es enorme, y volvemos a entrar a la casa subiendo por marmóreos peldaños e ingresando como hace 100 años lo hacían todos los encopetados visitantes de la mansión.
El ingreso se hace por un pequeño recibidor con muros estucados y un par de columnas corintias al que se llega por una corta escalinata. En el 1900 la mampara de vidrios esmerilados se abría, y dejaba ver la escenografía romántica montada por Henault: La parte central de la galería está compuesta por una espectacular bóveda, como de catedral de la regencia francesa, iluminada por una pequeña lucarna cuadrada con vidrios de colores. Hacia el poniente la galería dejaba un espacio utilizado como estar y “Al fondo estaba la capilla con una gran puerta y cuando se abría parecía iglesia. La capilla daba a un patio de luz como gruta. Las paredes imitaban cerros, y había unos molinos de agua, que cuando se abría una llave, daban vuelta los molinos y caía el agua. Eso daba un ambiente húmedo…”, recordaba don Ismael Pereira Lyon en una entrevista de 2001. (Memoria de tesis, A. Yarur. PUC)
La bóveda central del Palacio. Fotografía de los autores. |
La galería remataba al oriente con un arco que daba paso a otro estar, desde donde se tenía acceso a la caja de escalera, transformada en los años 40. Al norte culminaba la galería con una mampara que daba al corredor cerrado –hoy inexistente- con columnas corintias y piso de madera, y que bajaba hasta el jardín. “En el fondo del patio existía una pieza con techo, muy grande como proscenio de teatro, que escondía un galpón de dos pisos donde estaban las caballerizas y el gallinero (en el primer nivel) y habitaciones de servicio en el segundo”. Este espacio que limitaba el jardín era un templete románico que servía para tomar el té, entre la sombra de los altos árboles y el ruido de la fuente de agua central con la “musa bailarina” que hoy se encuentra en el patio del Club de Carabineros de Ñuñoa, en la avenida Irarrázaval.
Recorremos ahora los salones, o lo que queda de ellos más bien. Habíamos entrado por el Comedor en el área nor-poniente, el que antiguamente estaba unido a una Sala de fumar, la Sala de Música y un departamento privado, con baño, salón y dormitorio, que limitaba con la galería. Al poniente ya no existe nada de la casa, el terremoto del 85 derribó esa sección y lo que no se cayó, fue deliberadamente destruido por miedo al colapso.
Si seguimos caminando llegamos a la ruina misma: En lo que fuera una de las salas más lindas de la casa, hoy sólo existen muros desnudos con ladrillo a la vista, vigas de roble que dejan ver el segundo nivel, escombros y basura. Era este lugar el Salón Lila, sitio predilecto para recibir a la visitas, los muros estaban tapizados con seda, la chimenea de mármol dejaba ver el espléndido parquet, y al fondo dos pilastras doradas con mamparas de vidrio daban paso al Jardín de Invierno; mobiliario tapizado en aubusson, espejos dorados, el retrato de doña Carolina Iñiguez firmado por Laroche, algunos mármoles, porcelanas y “La caza del jabalí”, del famoso artista Sneyders que era pedido para las exposiciones de arte en el Museo de Bellas Artes, por representar una de las mejores obras pictóricas presentes en el país.
El Salón Lila. Archivo Brügmann |
Pequeños vanos en los muros de ladrillo y otros más altos claramente tapados, evidencian las transformaciones cuando el palacio se convirtió en un Liceo. Pasamos a los siguientes salones, en igual condición que el anterior, donde podemos ver la altura de la casa, más de 14 metros que se elevan entre vigas y tabiquería, hasta llegar al techo donde aun se ven las cañas de Guayaquil tan comúnmente usadas en la construcción del siglo XIX. Un arco tapeado separa las dos salas, antes unidas por una mampara. Es lo que queda del Recibidor Azul y el Salón Rojo: las celosías de las ventanas aun se conservan y tras ellas vemos la calle Huérfanos, ajetreada y ruidosa.
Salón Rojo, con los retratos de Luis Pereira y Carolina Iñíguez pintados por Laroche- Estado actual del mismo salón. Fotografias de H. Sepúlveda y el equipo Brügmann |
Recepción en 1906 en la casa de calle Huérfanos, se ve un grupo de asistentes con los dueños de casa al centro en el Salón Lila y otros en el Salón Rojo. Archivo Brügmann. |
El oriente está compuesto por otro conjunto de salas: Un recibidor pequeño da paso a una habitación enorme, que fue la Biblioteca con muros entelados y altas estanterías talladas en encina. Hay restos de parquet, y junto al muro están apiladas todas las puertas y ventanas de la mansión, y un par de grandes balcones de fierro forjado, que nos comentan son los que ornamentaban la fachada del primer nivel, y que en los años 80 tuvieron que ser retirados –salvándose sólo esos- porque un grupo de ladrones comenzó a robar por piezas los balcones.
La Biblioteca estaba conectada al Escritorio decorado con alfombras persas, mobiliario estilo Luis XVI tapizado en seda y que albergaba además el famoso retrato de Luis Pereira pintado por Álvarez de Sotomayor. A esta sala se unía otra de menores dimensiones, que era el despacho privado del dueño de casa.
Escritorio de Luis Pereira en 1915. Archivo Brügmann |
El escritorio y la Biblioteca en su estado actual. En este lugar están apiladas las puertas y ventanas de la casa. Fotografía de los autores. |
Sala de Música hoy. |
Avanzamos y subimos al segundo piso por una escalera destartalada y peligrosa. Ya no hay piso en el nivel superior, y caminamos por tablas dispuestas entre los muros, intentando no mirar para abajo, donde al menos 6 metros nos esperan en el vacío. Llegamos a una sucesión de habitaciones, unidas por pequeños vanos abiertos. El ruido de las micros es enorme, es que las ventanas están abiertas y podemos mirar la calle desde los delicados balcones de fierro forjado. Estamos en lo que fue uno de los departamentos privados del palacio, “Nuestro departamento tenía tres dormitorios, dos baños, la pieza de jugar y cocina… los abuelos vivían en los bajos y en los altos vivían los hijos”, decía don Ismael Pereira en la misma entrevista. Este departamento tenía acceso directo desde la calle San Martín, y luego en los años 20, cuando ya doña Carolina Pereira no estaba en condiciones de habitar los altos de la mansión y se trasladó a vivir a un departamento en el primer nivel, se agregó un ingreso por calle Huérfanos que daba al departamento de la zona sur en el segundo piso. La gracia de la tipología de “Hotel Privés” era la comodidad de ampliar la casa según las necesidades de la familia, manteniendo cierta independencia entre ellas, pero conservando lugares de uso común –como la galería, salones y comedor- sin romper la armonía y magnificencia de un palacio de esas características.
La bandera Chilena se agita en uno de los balcones del segundo piso, como reflejando entre los escombros la realidad patrimonial del país. Volvemos hasta la escalera, miramos hacia abajo la imagen desolada de los salones, donde incluso hoy han crecido arbustos y plantas. El silencio ha invadido la galería, cuyos rosetones y medallones del neoclásico más puro, luchan por no caer ante un panorama tan adverso como penoso.
Aspecto del segundo nivel de la mansión. Fotografías de los autores. |
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Galería en 1912 |
Hemos entrado en esa mítica residencia, famosa ya hace 100 años, pero en circunstancias totalmente opuestas. ¿Cómo de la más exquisita opulencia, puede una construcción pasar a la más absoluta ruina? Es una pregunta que nos hacemos a diario, y que tomó más fuerza a medida que recorríamos los rincones de esta entrañable mansión, que como queriéndonos mostrar esplendores pasados, en cada esquina nos entregaba vestigios de su época dorada encapsulados en trozos de fino mármol, piezas de parquet, vidrios de colores cayéndose, mamparas destruidas, ménsulas y capiteles de antigua data.
El Palacio Pereira fue una de las residencias más elegantes en el Santiago del 900. Su pretenciosa fachada, su lujo interior y las diversas mansiones del entorno, hicieron que Calle San Martín fuera conocida por muchos años como la Calle de los Palacios. Sin embargo hoy poco queda para reafirmar este hecho, la mansión de los Pereira es el único sobreviviente de este sector de la capital. Su vieja estampa se ha convertido en todo un referente de crítica a la conciencia patrimonial, usada por políticos, arquitectos, intelectuales y simples transeúntes, pero que sin embargo, son sólo voces que se ahogan entre las calles de Santiago. El Palacio Pereira espera su inminente caída…
Pórtico central en el 2010. Fotografia de los autores. |
Mario Rojas Torrejón
Fernando Imas Brügmann
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17 comentarios:
Muy buena Nota acerca de este Hermoso Palacio , lastima que haya terminado en estas condiciones al pasar de los años .
Los santiagüinos no se daran nunca cuenta del hermoso patrimonio que tienen a su lado y solo se dedican a dañarlo cada dia más .
Exito con la pagina y sigan informando acerca de los patrimonios , hacen una gran labor !
Atte
Gonzalo Alejandro Alegria
Espectacular nota, realmente paso muy seguido fuera de este edificio en ruinas no sabia de que era y realmente esa ley de monumentos tiene bastantes problemas... sigan publicando este tipo de investigaciones pues enriquecen totalmente.
Johans Brügmann
Que completo e interesante relato, esperemos que no suceda el caso de el edificio de El Mercurio de calle Compañía o el de la Casa Rivas en la Alameda, en que su supuesta restauración se transformó en dejar una cáscara vacía cubriendo un peladero en el primer caso, o un horríble hotel en el segundo, aún cuando en lo que al Palacio Pereira respecta, es bastante material el que pésimamente se conserva, pero lo más probable con una buena intención y amor por el patrimonio arquitectónico seguramente rescatable para la tecnología del siglo 21, sobretodo su galería en cruz, el Leit Motiv del proyecto de Henault, felicitaciones!!!
Excelente nota. Qué pena que el santiaguino no abra sus ojos y pase ciego frente a las maravillas que embellecen esta ciudad tan aburrida y lúgubre. Esperemos que con el proyecto algo de su esplendor original retorne a esta esquina que tan a mal traer ha dejado el paso del tiempo y la desinteresada sociedad en donde todo es desechable. Para terminar sólo quisiera felicitar al Equipo Brügmann, muy interesante y completa la nota, sigan así!
Eduardo P
Excelente nota. Y espectacular ver fotos del antes y después. Me cabe una duda: porque cayo en desgracia? Que fue de la familia Pereira? Porque dejaron que esta residencia se transformará en la ratonera que es hoy?
Soy una amante de la arquitectura patrimonial, me encanta Santiago antiguo, es una verdadera lástima que muchos edificios antiguos se hayan perdido, es una pena que hayan permitido la construcción de grandes edificios(tanto habitacionales como comerciales)y no se haya preservado un verdadero casco histórico de Santiago. Pero bueno, lo "no hecho" hecho no fue.
Hoy podemos ver que se ha recuperado finalmente el edificio del Mercurio y estuve leyendo sobre el nuevo proyecto que hay para el palacio Pereira...al fin!!!
además de otros proyectos de restauración que se harán por el mismo sector. Algo es algo, no!
Excelente nota, excelente blog!!
Excelente nota, hace tiempo buscaba información sobre este palacio, ya que me llama mucho la atención todos estos edificios patrimoniales que existen, ojala algún dia se pueda restaurar y ser decorado como en sus mejores tiempos, para que la gente pueda visitar sus dependencias y conocer estos maravillosos edificios.
Gracias.
Los felicito, un reportaje increíble, muy completo. Hace poco me enteré del proyecto que hay para este palacio. Me interesa todo lo que se publique de él. Fui alumna del liceo que allí se instaló y entre 1969 y 1971, pude sorprenderme cada día de la maravillosa arquitectura que poseía. Que pena los robos que ha sufrido, ojalá se pueda recuperar como se merece...y que se aprenda a valorar estas joyas, invisibles para tantos....
Excelente trabajo, muy completo con datos precisos y muy buenas fotos.
Mónica de la Fuente
me agrado bastante este blog al observar sus pots.. creo que los visitare mas a menudo..
un saludo cariñoso..
eugenio y margarita.
venta de casas usadas en talca
Notable.
Saludos.
Quien va a reparar el Palacio? la DIBAM Dice que será su sede pero CUANDO, gracias por difundir
Muy buena investigación, en ese Palacio funcionó el externado del Liceo de Niñas N°3 y es por eso que estamos en contacto con DIBAM para lograr tener un espacio que deje constancia de nuestro paso por ese Palacio. Me gustaría saber además si tiene alguna foto de el otro edificio de nuestro Liceo, que funcionaba en Alameda con Manuel Rodríguez y que lamentablemente fue demolido. También se trataba de un palacio... Felicitaciones
Antes que nada, quiero felicitarlos y darles las gracias por toda la informacion que nos han presentado, en realidad es una historia inmensa, el cual continua hasta este preciso momento. Mi coneccion con el Palacio, es que tuve la oportunidad de pasar unos anos de estudiante en 69-71. Ahora despues de estar fuera de mi pais desde el 71 e tenido la oportunidad de reencontrarme com mas 200 de mis ex-companeros/as que pertenecimos a el Liceo #26 en Huerfanos y San Martin. El edificio estara abondonado, pero en nuestros corazones esta presente cada dia. No hay momento en el cual no pensamos de nuestro Liceo y todas las maravillas que pasamos durante esos anos. Les estoy escribiendo de USA y nuestro grupo que esta alrededor del mundo y tambien como en Chile, queremos decirles, gracias por mantener nuestro pasado en las manos de todos ustedes y esperamos que no derrumben nuestros suenos. Juan Carlos Lopez
Que maravillosa información.... realmente los felicito !!!.
Es una Lástima que nuestro país no se preocupe de mantener intacto a lo largo de los años nuestro patrimonio... nuestra cultura muere día a día y somos pocos los que tratamos de salvarla...
continúen con este trabajo por favor ...
Cada día me sorprendo mas por sus posteos. Los felicito
Que nostalgia he sentido al leer y apreciar las ruinas de esta preciosa construcciòn. Tuve la suerte de estudiar dos años en el ex Liceo 26, años 1970 y 1971. Les agradezco infinitamente enriquecerme por la historia del hermoso Palacio Pereira.
Felicitaciones a todos.
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