Escudo de Santiago, 1915. |
LA APARICIÓN ENTRE LOS CERROS DEL RASCACIELOS DEL COSTANERA CENTER, NOS HACE VER EL INCREÍBLE AVANCE DE NUESTRA CIUDAD. SIN EMBARGO LA MUCHEDUMBRE QUE CAMINA BAJO ÉL, OLVIDA EL DISCRETO ORIGEN DE SANTIAGO.
DE POBRE VILLA PASÓ A SER UNA VIBRANTE URBE GRACIAS AL EMPUJE DE NOTABLES PERSONAJES, QUE INMERSOS EN UNA SOCIEDAD JERARQUICA Y CERRADA, SUPIERON REALIZAR PROEZAS DE LA INGENIERÍA, AMASAR GRANDES FORTUNAS Y CONTRIBUIR EN LA PRODUCCIÓN ARTÍSTICA.
LA BELLEZA SANGUINARIA DE LA QUINTRALA, EL REFINAMIENTO DE UN GOBERNADOR ASIDUO A LA GALANTERÍA, LAS VICISITUDES CONVENTUALES DE UNA SINGULAR RELIGIOSA, LAS EXCENTRICIDADES DE LA CONDESA DE LA CONQUISTA Y LA MONUMENTALIDAD DE UN ARQUITECTO; NOS EVOCAN ESE ANECDÓTICO ESTILO DE VIDA DE NUESTROS LEJANOS CONCIUDADANOS, MENOS OSCURO DE LO QUE PENSÁBAMOS Y MUCHO MÁS VIBRANTE QUE LO QUE MUESTRAN LOS AÑEJOS DOCUMENTOS LITERARIOS.
DE POBRE VILLA PASÓ A SER UNA VIBRANTE URBE GRACIAS AL EMPUJE DE NOTABLES PERSONAJES, QUE INMERSOS EN UNA SOCIEDAD JERARQUICA Y CERRADA, SUPIERON REALIZAR PROEZAS DE LA INGENIERÍA, AMASAR GRANDES FORTUNAS Y CONTRIBUIR EN LA PRODUCCIÓN ARTÍSTICA.
LA BELLEZA SANGUINARIA DE LA QUINTRALA, EL REFINAMIENTO DE UN GOBERNADOR ASIDUO A LA GALANTERÍA, LAS VICISITUDES CONVENTUALES DE UNA SINGULAR RELIGIOSA, LAS EXCENTRICIDADES DE LA CONDESA DE LA CONQUISTA Y LA MONUMENTALIDAD DE UN ARQUITECTO; NOS EVOCAN ESE ANECDÓTICO ESTILO DE VIDA DE NUESTROS LEJANOS CONCIUDADANOS, MENOS OSCURO DE LO QUE PENSÁBAMOS Y MUCHO MÁS VIBRANTE QUE LO QUE MUESTRAN LOS AÑEJOS DOCUMENTOS LITERARIOS.
Santiago del Nuevo Extremo llamó el
conquistador español don Pedro de Valdivia a la apacible villa que fundó al pie
del Cerro Huelén, quizás sin imaginarse que se convertiría siglos más tarde en
una de las principales metrópolis de Sudamérica.
Comenzó como un villorrio de largas calles empolvadas por el presuroso
andar de caballos, con chatas casas pintadas de blanco cal, que ocultaban en el
centro del solar colonial un sombrío vergel donde descansar los calurosos días
de verano.
Era su
núcleo una amplia Plaza Pública donde se ubicaban los edificios más
importantes: La Iglesia, el Tribunal, la cárcel y la casa del Gobernador. Al
sur se desarrollaba un improvisado Mercado, que debía luchar contra los
numerosos vendedores ambulantes agolpados por toda la plaza, que ofrecían sus
baraturas “a grito pelado” atrayendo fácilmente las miradas. Cuando la noche se hacía presente los
mercadillos y el ajetreo de la población terminaba, dejando un basural en la
Plaza, que sumado a las implicancias propias de una ciudad sin alcantarillado,
generaba un continuo ambiente de pestilencia que preocupaba a los vecinos más
ilustrados.
El
desarrollo fue algo lento y estuvo unido más al empuje de algunos personajes
que a iniciativas gubernamentales. Chile era un reyno pobre que basaba su
economía en la agricultura, y lo poco que llegaba desde el Virreinato del Perú
era utilizado por las autoridades para mantener un ejército estable capaz de
socorrer la ciudad en las continuas
insurrecciones indígenas.
No
eran las rebeliones la única preocupación de la población, pues el valle de
Santiago era constantemente sacudido también por brutales terremotos y el
caudaloso Río Mapocho periódicamente se desbordaba destruyendo todo a su paso.
Por otro lado la precariedad de las construcciones hacía de ellas un constante
foco de incendio y la pillería de grupos organizados que bajaban desde los
cerros causaba pánico entre los habitantes.
¿Por
qué quedarse entonces en Santiago?
Santiago en 1552 , Colección Mapoteca Biblioteca Nacional. |
La
prosperidad de Lima y Potosí contribuyó a mejorar la exportación de productos
agrícolas, y a pesar de la prohibición por parte de la Corona Española de
vender productos a países extranjeros, el comercio chileno encontró un período
de auge a partir del siglo XVII, cuando ya Santiago era una urbe plenamente
establecida.
Tenía
esta ciudad alrededor de 80 manzanas, cada una dividida en ocho solares, que se
distribuían entre las largas calles que el mismo Valdivia había trazado con un
cordel, tomando como punto neurálgico la Plaza de Armas. Todo lo demás era
sitios eriazos, riachuelos, chacras y extensos conventos, cuyos muros muchas
veces formaban callejones peligrosos, donde la delincuencia asechaba.
“Refugium
peccatorum- Una señora sola y desamparada pidió al Presidente del Reino en 1771
que se cerrase un callejón que había a espaldas del convento de los religiosos
recoletos de San Francisco de esta ciudad de Santiago, porque era un
aposentamiento de ladrones y donde se acojian por la noche los amancebados, a
fin de que por ese medio se evitasen las ofensas a Dios y el perjuicio de la
causa pública.” En:
Cosas de la Colonia, Apuntes para la crónica del siglo XVIII en
Chile. José Toribio Medina. Imprenta Ercilla, 1889. Pág. 21.
Aspecto de la calle Carmen en 1872. Al fondo el molino que perteneció a don Rodrigo de Araya y el Cerro Santa Lucía en plena transformación. En "Santiago de siglo en siglo", PEÑA OTAEGUI, C. 1944 |
A
mediados del siglo XVII se empiezan a formar los jardines de la Plaza de Armas,
mediante la entusiasta colaboración de los vecinos quienes no sólo ejecutaban
las plantaciones sino que debían encargarse de su conservación, implementando
un sistema de turnos mensuales entre las principales familias que residían en
los alrededores. Son ellas mismas las que también velaron por la plantación de
árboles en las calles circundantes e interiores, contribuyendo a incrementar el
valor del sector.
Los
condes de Sierra Bella dotan a Santiago de un portal comercial de gran nivel, donde
se juntaban los vecinos a conversar bajo la sombra de las gruesas arquerías.
Muy pronto se pusieron los primeros bancos de madera, y se hizo rutina el pasar
las tardes en la Plaza de Armas, acostumbrándose los días domingo el ir a ver
carreras de caballos.
En
1678 nace el nombre de la calle Monjitas, cuando se instala en la esquina nororiente
de la Plaza Mayor el Convento de las Monjas Clarisas de la Victoria, conocidas
popularmente como Las monjitas de la plaza.
Eran famosas por vender los ricos dulces que preparan en su cocina y las
legumbres que cosechaban de sus propios huertos, atrayendo a los vecinos que se agolpaban en
la portada de la pequeña iglesia, para conseguir alguna de esas milagrosas viandas.
Costado de la Iglesia de la Compañía. |
La
popularidad de las órdenes religiosas no era algo nuevo, contándose muchos
devotos de las diferentes religiosos llegados al país.
La supremacía económica recaía en la Compañía de Jesús, cuya barroca iglesia contrastaba con la derruida imagen de la Catedral. Eran estos monjes alemanes quienes habían traído la gracia del arte a Sudamérica, contándose entre sus filas a relojeros, ebanistas, pintores, escultores, literatos y médicos. En sus herméticos conventos se escondía una legendaria riqueza en monedas de oro que traspasó generaciones, pero también una álgida rivalidad con los Dominicos, a quienes veían como competencia en las labores de enseñanza. Los Agustinos por su parte tenían sus propias diferencias con los Franciscanos, contándose numerosos incidentes, desde acaloradas discusiones hasta sospechosos incendios en las dependencias de cada orden.
A pesar de todos estos contratiempos, cada convento o monasterio logró consolidar su influencia en distintos sectores de la sociedad, alcanzando un enorme poder hasta el siglo XX.
La supremacía económica recaía en la Compañía de Jesús, cuya barroca iglesia contrastaba con la derruida imagen de la Catedral. Eran estos monjes alemanes quienes habían traído la gracia del arte a Sudamérica, contándose entre sus filas a relojeros, ebanistas, pintores, escultores, literatos y médicos. En sus herméticos conventos se escondía una legendaria riqueza en monedas de oro que traspasó generaciones, pero también una álgida rivalidad con los Dominicos, a quienes veían como competencia en las labores de enseñanza. Los Agustinos por su parte tenían sus propias diferencias con los Franciscanos, contándose numerosos incidentes, desde acaloradas discusiones hasta sospechosos incendios en las dependencias de cada orden.
A pesar de todos estos contratiempos, cada convento o monasterio logró consolidar su influencia en distintos sectores de la sociedad, alcanzando un enorme poder hasta el siglo XX.
Para
el siglo XVII no sólo las órdenes religiosas habían adquirido prominencia
económica, y tras la sencilla fachada de la sociedad colonial se escondía la fortuna
de algunas familias que se habían enriquecido con el comercio, la agricultura y
los puestos gubernamentales. Las casas de terratenientes criollos habían
incorporado utensilios y mobiliario más refinado, en su mayoría importado. La
holgura financiera no sólo se reflejaba en la mesa o en el salón, pues llamaba
la atención del extranjero la vistosa apariencia de las santiaguinas, que
recorrían la ciudad ataviadas con gran lujo y mostraban en la intimidad de las
recepciones atuendos muchos más ricos y novedosos que sus pares en las prósperas
ciudades del Virreinato del Perú.
El
historiador Vicente Grez en 1879 nos entrega una valiosa observación de la moda
Santiaguina del siglo XVII: “Santiago no fue nunca respecto de la moda,
como lo creen muchos, una sucursal de Lima; al contrario, los figurines de
Madrid, de Cádiz i de Sevilla, que venían a bordo de las naves que doblaban el
cabo, llegaban naturalmente mucho antes a Santiago que a Lima. Las últimas
modificaciones del figurín, que por fortuna no se repetían con la frecuencia de
hoy día, se discutían, se rechazaban o aceptaban por las santiaguinas antes que
por las limeñas. Era esa talvez la única supremacía que obteníamos entonces de
nuestra ventajosa situación jeográfica”. En: La vida Santiaguina: El traje de las Santiaguinas. Vicente Grez.
Imprenta Gutenberg. 1879. Pág. 42.
Y
remata con aun más ahínco el también historiador Eduardo Solar Correa, quien en
una breve reseña sintetiza los cambios que vive una sociedad que quiere dejar
atrás la barbarie de sus orígenes: “La vajilla de plata reemplaza los
utensilios de greda o madera de los primeros tiempos y a los toscos muebles de
cuero suceden en la cuadra (salón) y en las recámaras (dormitorios), los ricos
y costosos brocados. Las criollas encopetadas no emplean ya las sencillas
basquiñas o las ropas de sapa de antaño, sino faldellines de lana, de oro o
terciopelo, de raso o carmesí, bordados de realce y valiosos como joyas, que se
heredan de madres a hijas… Los varones no iban en zaga a las mujeres. Engalanábanse
con alhajas y valiosos indumentos. Algunos dieron en imitar los intrincados
peinados femeninos, cuyo diabólico abuso tanto exasperaba al Obispo
Villarroel”. En:
Las tres colonias. Eduardo Solar
Correa. Editorial Francisco de
Aguirre, Santiago de Chile. 1970. Pág. 52.
Alonso de Ribera, Gobernador de Chile . |
Es uno
de sus sucesores –don Pedro Osores de Ulloa- quien asiste a la inauguración en
1622 de la Universidad pontificia Santo Tomás de Aquino, de la Orden Dominica.
Años más tarde la superiora del Convento de las Clarisas de la Victoria, sor Úrsula de Suarez, escribirá con gran picardía e inteligencia los largos pasajes de su vida conventual, entremezclándolos con curiosos relatos. Gustaba de la compañía masculina, y aprovechándose de las Devociones -que era una costumbre colonial en donde un hombre podía mantener amistad con una religiosa a cambio de regalos-, Sor Úrsula logró atraer la atención de tres devotos a la vez, quienes la visitaban a diario y colmaban su celda con sedas, plata labrada y los mejores objetos de lujo traídos de Lima.
"Él andábase paseando, y yo desde el coro lo miraba, que era hermoso y bizarro"... Y al momento arrepentida, explicaba a Dios: "¿No sabéis que no los quiero, que los estoy engañando y que vos sólo sois mi dueño y amado?... Lo hago por lo mucho que les debo y por el interés que tengo de ellos, no por quererlos...", "Las monjas no sabemos querer, somos imágenes que no tenemos más que rostros y manos, y los cuerpos que se les ven son de mármol y de bronce su pecho... ¿cómo puede haber amor en ellos?...". En: Ursula de Suarez, relación autobiográfica. Prológo y edición crítica de Mario Ferreccio Podesta, estudio preliminar de Armando de Ramón. Biblioteca Nacional, 1984.
Tales documentos serian tildados como el primer ejemplo de emancipación femenina en Chile, permaneciendo ocultos hasta 1850.
Años más tarde la superiora del Convento de las Clarisas de la Victoria, sor Úrsula de Suarez, escribirá con gran picardía e inteligencia los largos pasajes de su vida conventual, entremezclándolos con curiosos relatos. Gustaba de la compañía masculina, y aprovechándose de las Devociones -que era una costumbre colonial en donde un hombre podía mantener amistad con una religiosa a cambio de regalos-, Sor Úrsula logró atraer la atención de tres devotos a la vez, quienes la visitaban a diario y colmaban su celda con sedas, plata labrada y los mejores objetos de lujo traídos de Lima.
"Él andábase paseando, y yo desde el coro lo miraba, que era hermoso y bizarro"... Y al momento arrepentida, explicaba a Dios: "¿No sabéis que no los quiero, que los estoy engañando y que vos sólo sois mi dueño y amado?... Lo hago por lo mucho que les debo y por el interés que tengo de ellos, no por quererlos...", "Las monjas no sabemos querer, somos imágenes que no tenemos más que rostros y manos, y los cuerpos que se les ven son de mármol y de bronce su pecho... ¿cómo puede haber amor en ellos?...". En: Ursula de Suarez, relación autobiográfica. Prológo y edición crítica de Mario Ferreccio Podesta, estudio preliminar de Armando de Ramón. Biblioteca Nacional, 1984.
Tales documentos serian tildados como el primer ejemplo de emancipación femenina en Chile, permaneciendo ocultos hasta 1850.
El Cristo de Mayo. Fografía de Gonzalo Orellana,2012. |
El siglo XVII culmina con el Gobierno de Tomás Marín González de Poveda, el Marqués de Cañada Hermosa. Las ciudades de Rengo y Chimbarongo se fundan durante su mandato, pero son la Guerra de Arauco, la invasión de corsarios en las cosas del Reyno y los graves problemas con la Real Audiencia, las notas distintivas que lo harán pasar a formar parte de nuestra historia.
Los siglos XVIII y XIX. La consolidación
de Santiago.
Como
Gobernantes Ilustrados fueron conocidos los regentes del Reyno de Chile en la
centuria del 1700. La Era dorada de la Ilustración empapó las mentes de las
cortes europeas, quienes procuraron en sus asentamientos de Indias nombrar a
hombres mejor preparados, que no sólo se preocuparan de combatir a los pueblos
indígenas, sino que pudieran hacer prosperar las colonias.
Santiago
para el siglo XVIII es una ciudad en expansión, que concentra su población de
oriente a poniente entre la Calle de Bretón (actual Santa Lucía) y la Calle de los Baratillos Viejos
(hoy Manuel Rodríguez); y de norte a sur, entre la Cañada y el Río Mapocho.
Gabriel Cano y Aponte, Gobernador de Chile. |
La
ciudad colonial como habíamos dicho antes, terminaba en el Paseo de la Cañada
de San Francisco, que se extendía desde el convento de los padres Franciscanos
hasta el lejano Chuchunco. Era un sitio donde en verano llegaban los vecinos
para pasear, andar a caballo y capear el calor. Las pocas familias que se
aventuraban a vivir al sur de la Cañada debían despedirse de parientes y amigos
en el otoño volviéndolos a ver en la primavera, pues las crecidas del río
Mapocho inundaban el lugar, formando caudalosos riachuelos que se propagaban
hacía el sur, y que según las propias palabras de Vicuña Mackenna habían
abierto naturalmente a través de los años las calles de Duarte, San Ignacio,
Dieciocho, Vergara y Gálvez.
El
peligro del río Mapocho había segregado a la población más privilegiada a vivir
en las inmediaciones de la Plaza de Armas, muy cerca de la Catedral, la
Universidad, los Tribunales y la Casa de Gobierno; dejando las riveras del
Mapocho y las amplias zonas de la Cañada, relegada al comercio, los mercados,
aserraderos, molinos, chacras y viviendas para sectores bajos de la sociedad.
Vivir lejos de la Plaza era impensable para muchos vecinos, que veían en el
centro de la ciudad la herencia de sus antepasados y forjaban en él un férreo
sentimiento de pertenencia e identidad.
Las
largas calles contaban ya con vecinos ilustres como don Valeriano Ahumada,
quien daría origen al nombre de la calle y cuyos sucesores serían activos
miembros de la Universidad de San Felipe, fundada en 1748. En la Calle Moneda,
don Francisco García Huidobro construirá la Casa de Moneda, donde custodiará
celoso el tesoro de monedas acuñadas bajo su propio peculio, por orden expresa
del mismísimo Rey Felipe, quien por su importante labor le otorgó el título de
Marqués de Casa Real.
don Francisco García Huidobro, Marqués de Casa Real |
En la
Plazuela de la Merced vivió el famoso
Corregidor don Luis Manuel de Zañartu, el más rico propietario al norte del
Mapocho. Se casó en 1760 con la distinguida María del Carmen Errázuriz, siendo
nombrado Corregidor y Justicia Mayor de Santiago, dos años más tarde. Autoritario,
valiente y visionario, comprendió la necesidad de crear grandes obras urbanas
para mejorar la vida de los ciudadanos. Su obra más emblemática fue la
construcción del Puente de Cal i Canto que inició en 1760, junto con la
refacción de los tajamares del Mapocho que una crecida había derribado. Los
planos fueron encargados al catalán José Birt, y el mismo Zañartu supervisó la
obra desde el balcón de una pequeña casita junto al río. El gran puente uniría la
Chimba y sus fértiles chacras, con el centro de la ciudad; mejoraría las rutas
comerciales y daría nueva vida a un sector despoblado, que rápidamente se llenó
de baratillos y ruidoso ajetreo.
No
exento de excentricidades se cuenta que fundó el Convento de las Clarisas de
San Rafael en la Cañadilla (actual Avenida Independencia), donando toda su
fortuna para la mantención del convento, y obsequiando a la orden a sus dos
hijas, que encerró desde pequeñas bajo el nombre de sor Teresa de San
Rafael y Sor Dolores de San Rafael. La
primera murió en 1801 y la otra en 1848, viviendo toda una vida al servicio
impuesto por su padre, que fue la herencia que les dejó el célebre Corregidor
Zañartu.
Eran estas
tradicionales familias criollas las que habitaban los extensos solares
centrales, en un conjunto urbano monótono que no había cambiado mucho desde el
siglo XVI. Los muros de barro estucados con cal, eran animados por pequeñas
ventanas protegidas por postigos de madera, en una época donde el vidrio aun no
se utilizaba. Las más lujosas tenían rejas de fierro, y otras poseían un grueso
pilar en la esquina, capaz de sostener la pesada techumbre de tejas y permitir
la apertura de grandes vanos, donde se creaba un pequeño local comercial para
vender los productos que provechosamente se extraían de las haciendas.
Portada Colonial de la casa Fontecilla, demolida. |
Los
cambios en algunas residencias a mediados del siglo XVIII evidenció el
refinamiento en el estilo de vida de las familias patricias, que habían
sucumbido al embrujo afrancesado de la espléndida Corte borbónica española. La
buena mesa, la música y las manifestaciones sociales se hicieron recurrentes,
siendo las dueñas de casa y sus hijas quienes animan las veladas, tocando ellas
mismas novedosos instrumentos musicales como arpas, panderetas, clavicordios,
salterios y los primeros pianos llegados al país.
En
calle Merced se reunía gran parte de la buena sociedad de antaño, en la
elegante mansión colonial del Conde de la Conquista, don Mateo de Toro y
Zambrano. Era esta casa escenario de concurridas veladas, álgidos debates
políticos y escenario más tarde la primera Junta de Gobierno en 1810. Su
construcción se encomendó en 1769 al arquitecto portugués Joseph de la Vega,
que ideó una casa con fachada a calle Merced de dos pisos, recubierta con
sillería de piedra y cal. La armoniosa construcción en su interior guardaba el
típico esquema de planta colonial, pero su singular fachada la convirtió en un
referente arquitectónico de Santiago.
Muerto el Conde la Conquista, la casa pasó a sus descendientes, viviendo en ella doña Nicolasa de Toro y Correa, "La Condesa" como era llamada por la gente, a pesar de que los títulos habían sido ya abolidos por el gobierno de O'Higgins. Dueña de una inmensa fortuna, se paseaba por Santiago en una lujosa berlina que había pertenecido al Rey Luis Felipe, tirada por cuatro caballos y manejada por cocheros de peluca blanca e impecables casacas de terciopelo negro con franjas de oro. Doña Nicolasa gustaba de la moda, las fiestas y el buen vivir, luciendo las más espectaculares joyas, sedas y encajes a la usanza de la corte de la Reina María Cristina. Murió encerrada en su suntuoso palacete colonial, cuando ya las nuevas costumbres habían olvidado el antiguo linaje de sus antepasados.
don Mateo de Toro y Zambrano, Conde la Conquista |
Muerto el Conde la Conquista, la casa pasó a sus descendientes, viviendo en ella doña Nicolasa de Toro y Correa, "La Condesa" como era llamada por la gente, a pesar de que los títulos habían sido ya abolidos por el gobierno de O'Higgins. Dueña de una inmensa fortuna, se paseaba por Santiago en una lujosa berlina que había pertenecido al Rey Luis Felipe, tirada por cuatro caballos y manejada por cocheros de peluca blanca e impecables casacas de terciopelo negro con franjas de oro. Doña Nicolasa gustaba de la moda, las fiestas y el buen vivir, luciendo las más espectaculares joyas, sedas y encajes a la usanza de la corte de la Reina María Cristina. Murió encerrada en su suntuoso palacete colonial, cuando ya las nuevas costumbres habían olvidado el antiguo linaje de sus antepasados.
La Casa Colorada en la actualidad, y un salón a inicios del siglo XX, cuando aun pertenecía a la familia. Imágen Revista Familia, 1919. |
Es recién en
1780 cuando la fisonomía de Santiago comienza a dar un giro inesperado hacia el
neoclásico purista del arquitecto Joaquín Toesca, contratado por la Corona
Española durante el gobierno de Agustín de Jáuregui para venir a Chile a
terminar las obras de la Catedral. Sus trabajos se extenderán hasta su inesperada
muerte en 1799, alcanzando a iniciar las obras del Palacio de La Moneda, la creación
de una nueva fachada para la Catedral de Santiago, el Palacio de la Real
Aduana, la Iglesia de la Merced, la Catedral de Concepción y los nuevos
Tajamares del Mapocho. Sus restos mortales descansan en la Iglesia de San
Francisco. La monumentalidad elegante de Toesca cautivó a los santiaguinos, y
quedó en sus discípulos la obligación de continuar su legado y saciar los
caprichos de los vecinos. El más conocido de ellos fue Juan José de Goycolea,
autor de la Iglesia de Santa Ana y el Palacio de la Real Audiencia, cuya
neoclásica estampa marcó el inicio de la nueva época que se avecinaba a pasos
agigantados.
Reconstrucción idealizada del Palacio de La Moneda, tomando planos originales de Toesca. En: Joaquin Toesca, 1752-1799, GUARDA,G. Ediciones de la Universidad Católica de Chile. 1997 |
En los
albores del 1800 el gobernador don Luis Muñoz de Guzmán abría frecuentemente
los delicados salones de la Casa de Gobierno para ofrecer selectas veladas,
donde su mujer doña María Luisa de Esterripa y su hija Carmen, deleitaban a la
sociedad colonial con su acabado dominio de la música. La refinada señora del
gobernador impulsará también concurridas tertulias intelectuales, y a ella se
debe la edificación de dos Teatros estables, uno en la Plazuela de las Ramadas
y otro en calle Merced esquina Mosqueto, que promovieron la presencia del arte
escénico en el reyno.
Luis Muñoz de Guzmán, Gobernador de Chile |
Las
guerras causaron profundos cambios en la administración del país, pero parecen
no haber influido mucho en la vida de los ciudadanos o en la arquitectura de la
nueva capital de Chile, Santiago. Es Bernardo O’Higgins quien hace las primeras
transformaciones urbanas durante su mandato (1818-1823): crea el Cementerio
General que se ubicó al norte de La Chimba, el Mercado de Abastos y planta
Álamos en la Cañada dando origen al Paseo de la Alameda de las Delicias.
El Paseo de La Cañada a inicios del siglo XIX. En Atlas de la historia física y política de Chile, Claudio Gay. 1854. |
Francisca de Paula Urriola de Ovalle, óleo de José Gil de Castro |
Un
suceso aislado marca un quiebre entre la antigua sociedad colonial y la nueva
era Republicana. En 1821 O’Higgins insta a las “Monjitas de la Plaza” a
abandonar su convento para ser trasladadas, porque la Plaza ya no era un lugar
digno para su silencioso enclaustramiento. La noticia llegó a todos los
hogares, desencadenando una muchedumbre que se agolpó en las afueras del
convento cargados de flores y coronas, para despedir a las religiosas. Las
calesas y coches habían sido meticulosamente cerrados por finos cortinajes para
que las monjas no rompieran su clausura. El cortejo comenzó su lenta procesión,
pero fue interrumpido por la aparición de un carruaje de gala, con armas y
emblemas reales. Eran los hijos del Marqués de Casa Real, que habían sido
enviados por su padre para trasladar dignamente a la abadesa del convento Sor
Carlota García Huidobro hasta sus nuevas instalaciones en La Chimba, presidiendo con
pompa y boato el término de más de 140 años de historia en la Plaza Mayor.
Sobre los cimientos del convento la familia Valdivieso construyó una gran residencia
de dos pisos al más puro estilo de Toesca, cuya similitud con la Casa de
Gobierno le dio el apelativo de “la pequeña Moneda” y que se mantuvo hasta las
primeras décadas del siglo XX.
doña Rosario Formas Patiño de Vial |
La aristocracia más tradicional se verá severamente afectada por los cambios de una nación en gestación, las familias ligadas a la corona mutarán o perecerán ante la presión política, y las más liberales se verán beneficiadas gracias a los puestos gubernamentales, que los hacía mantener cierta posición social aunque no siempre aseguraba grandes ingresos.
Este
complejo panorama económico y social hará que un nuevo agente entre en
acción: La Burguesía venida de la minería y el comercio, que fusionándose con
la alicaída aristocracia tradicional, generará un poderoso grupo social que Re
Fundará el centro de Santiago…
Fernando Imas Brügmann
Mario Rojas Torrejón
Se prohibe la reproducción parcial o total del artículo. Derechos de propiedad intelectual protegidos en safeCreative.
Bibliografía
GREZ,V. La vida Santiaguina: El traje de las Santiaguinas. Imprenta Gutenberg. 1879.
GUARDA,G. El arquitecto de La Moneda, Joaquin Toesca. Editorial Universidad Católica de Chile. 1997.
PEÑA OTAEGUI,C. Santiago de siglo en siglo : comentario histórico e iconografico de su formación y evolución en los cuatro siglos de su existencia. Santiago de Chile : Zig-Zag, 1944
PERALTA,O. Canal San Carlos, orígenes e influencias en el desarrollo de la ciudad de Santiago. Sociedad del Canal del Maipo ediciones. Santiago de Chile. 1989
SOLAR CORREA,E. Las tres colonias. Editorial Francisco de Aguirre, Santiago de Chile. 1970
Ursula de Suarez, relación autobiográfica. Prológo y edición crítica de Mario Ferreccio Podesta, estudio preliminar de Armando de Ramón. Biblioteca Nacional, 1984.
SECCHI,E. Arquitectura en Santiago, Siglo XVII a Siglo XIX. Santiago: Editado por la Comisión del IV Centenario de la Ciudad, 1941
WALTON, J. Album de Santiago y vistas de Chile, 1915.
"La fundación de Santiago", óleo de Pedro Lira Urquieta, 1888. Colección Museo Histórico Nacional . |
Santiago de Chile, desde el Parque Bicentenario, Vitacura. Al fondo el centro financiero, con el rascacielos del Costanera Center en construcción, 2012. |
Fernando Imas Brügmann
Mario Rojas Torrejón
Se prohibe la reproducción parcial o total del artículo. Derechos de propiedad intelectual protegidos en safeCreative.
Bibliografía
GREZ,V. La vida Santiaguina: El traje de las Santiaguinas. Imprenta Gutenberg. 1879.
GUARDA,G. El arquitecto de La Moneda, Joaquin Toesca. Editorial Universidad Católica de Chile. 1997.
PEÑA OTAEGUI,C. Santiago de siglo en siglo : comentario histórico e iconografico de su formación y evolución en los cuatro siglos de su existencia. Santiago de Chile : Zig-Zag, 1944
PERALTA,O. Canal San Carlos, orígenes e influencias en el desarrollo de la ciudad de Santiago. Sociedad del Canal del Maipo ediciones. Santiago de Chile. 1989
SOLAR CORREA,E. Las tres colonias. Editorial Francisco de Aguirre, Santiago de Chile. 1970
Ursula de Suarez, relación autobiográfica. Prológo y edición crítica de Mario Ferreccio Podesta, estudio preliminar de Armando de Ramón. Biblioteca Nacional, 1984.
SECCHI,E. Arquitectura en Santiago, Siglo XVII a Siglo XIX. Santiago: Editado por la Comisión del IV Centenario de la Ciudad, 1941
WALTON, J. Album de Santiago y vistas de Chile, 1915.
6 comentarios:
Muy buen artículo, excelente información y valiosas imágenes. Es importante valorar y exponer la vida urbana de las ciudades en esos tiempos puesto que no mucho se toma en consideración. Saludos!!
Excelente publicación.
Llegué de casualidad al sitio y quedé admirada, muy buen material para quienes amamos la historia, bueno todo genial, pero no pude evitar un shock al llegar a la fotografía última del COSTANERA CENTER...
Completísimo. Hermosas imágenes.Y el contraste con la moderna ciudad con el Costanera Center.Myrna
Excelente el sitio; felicitaciones. Mi suenho cuando me jubile es volver a Chile a trabajar en conserver el patrimonio arquitectonico de la ciudad. Y evitar que el concepto de Viejo y terremoteado de pie a demolerlo todo.
Excelente aporte a nuestra Historia que se ha de perder si no reforzamos nuestros valores y tradiciones, apoyando a todo estudioso de los temas antiquísimos, nuestros historiadores, que de mi propia Familia puedo nombrar dos o tres miembros distinguidos en esa área, y otros que nos han dejado sus excelentes publicaciones y tomos. Bueno al respecto de vuestro trabajo, que es muy bueno, solo puedo agregar que por lo que he oído de mis antepasados y otros parientes que vivió ahí en el antiguo Santiago uno de mis ante pasados y su distinguida rancia parentela Castellano-Leonesa que entronca con las otras Vascas de comerciantes en Chile, el lugar era donde estuvo la orden de los Domínicos junto a esta él ubicó su casa Solariega muy Principal digna de miembro Noble activo del Cabildo.
Atte: Carlos (Pérez de) Valenzuela, Concepción, Chile.
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