TAN IMPORTANTE ERA LA CALLE DEL DIEZ Y OCHO DURANTE EL SIGLO XIX QUE SUS PRIMERAS CUADRAS ESTABAN PAVIMENTADAS CON MADERA
PARA EVITAR EL RUIDO DE LOS CARRUAJES. ES QUE LOS VECINOS NO QUERÍAN PERTURBAR
ESE RUMOR ARISTOCRÁTICO QUE TAN FAMOSA LA HIZO CUANDO ERA EL EPICENTRO SOCIAL DE SANTIAGO, DONDE LAS RECEPCIONES, BAILES
Y BANQUETES COMPETÍAN EN LUJO CON EL TRANSITAR DIARIO DE LOS CIENTOS DE COCHES
QUE SE DIRIGÍAN AL ELEGANTE PARQUE COUSIÑO, EN UN ETERNO DESFILE QUE ALCANZABA SU MÁXIMO COLORIDO DURANTE LAS FIESTAS PATRIAS.
MUY POCO QUEDA
HOY DE ESA SUNTUOSIDAD PASADA, LOS TERREMOTOS E INCENDIOS, SUMADO A LAS DEMOLICIONES Y EL ABANDONO, GENERÓ UNA PAULATINA DECADENCIA DE TODO EL SECTOR. SIN EMBARGO, BASTA NADA MÁS CON RECORRER UNAS POCAS CUADRAS PARA APRECIAR AUN PEQUEÑOS VESTIGIOS DE ESE REFINADO AMBIENTE EN EL QUE VIVÍA LA BUENA SOCIEDAD DEL FIN DEL MUNDO DURANTE EL SIGLO XIX.
RECORRAMOS ENTONCES ESTE BULEVAR Y DESCUBRAMOS JUNTOS SU HISTORIA...
Es difícil comprender hoy la importancia de esta calle, sobre todo si al
recorrer sus aceras vemos una concentración de edificios lujosos sólo en la
primera cuadra o en la aparición del palacete Cousiño, y el resto de la vía
mostraba inmuebles de apariencia sencilla, muy republicanos, pero que no son diferentes
a los que se encuentran en otras tantas avenidas, al menos estilísticamente.
Nuestros desdeñosos pensamientos fueron completamente silenciados cuando tuvimos la oportunidad de entrar a una
de esas tantas sencillas fachadas. Enorme fue nuestra sorpresa al ver un
derroche excepcional de mármoles, columnas, vitrales, tallas en madera,
boiseries y otros tantos elementos ornamentales, que nos hicieron comprender
que Dieciocho recogía en el interior de sus inmuebles, todo el lujo que se
había negado mostrar en esas discretas portadas. Ahí es donde recae entonces la
fama de esta arteria, la misma que maravilló a las generaciones pasadas, cultivando en el interior de estos edificios una especial
atracción por las bondades del arte y la belleza de las formas. Entrar a una
casa en la calle Dieciocho, era sumergirse entre la magnificencia que
entregaban los materiales de la más alta calidad, y el confortable lujo que
otorgaba el rico mobiliario traído de los mejores comercios Europeos.
No debemos olvidar que el barrio nació bajo el alero de una sociedad
progresista, con personajes mucho más apegados a los ideales románticos de
libertad que veían en la modernización de las costumbres y en la riqueza, una
forma de avivar las naciones para alcanzar el tan ansiado progreso.
Dos factores son determinantes para la conformación del sector: por un
lado, la canalización del río Mapocho permitió controlar las crecidas en
invierno que inundaban todo el sector sur de la Cañada, generando entonces un
creciente interés por las fértiles chacras. Otro factor es la adquisición en
1843 por el gobierno durante la presidencia de Manuel Montt, de la Pampilla y
el Campo de Marte, un extenso terreno destinado para celebrar el desfile patrio
del ejército en conmemoración de la Independencia y que se convirtió en un paseo
obligado para todos los santiaguinos.
Imbuido en los ideales urbanos parisinos, Luis Cousiño propone al gobierno financiar la construcción de un parque junto al campo de Marte, siempre y cuando se le permitiera diseñarlo con plena libertad. Las obras comenzaron en 1869, contratándose al paisajista Guillermo Renner; en el intertanto, se comienzan a abrir dos nuevas arterias para conducir al parque, la calle Ejército para acoger la ida de las tropas hacia el campo de Marte, y la calle Dieciocho, que se destinaría para el desfile de carros y tropas en dirección al Palacio de la Moneda.
Imbuido en los ideales urbanos parisinos, Luis Cousiño propone al gobierno financiar la construcción de un parque junto al campo de Marte, siempre y cuando se le permitiera diseñarlo con plena libertad. Las obras comenzaron en 1869, contratándose al paisajista Guillermo Renner; en el intertanto, se comienzan a abrir dos nuevas arterias para conducir al parque, la calle Ejército para acoger la ida de las tropas hacia el campo de Marte, y la calle Dieciocho, que se destinaría para el desfile de carros y tropas en dirección al Palacio de la Moneda.
La calle pasaría sobre el conocido Callejón de Ugarte, un fundo propiedad
de la sucesión de Francisco Ossa, que había sido adquirido en 1855 al
Presbítero Bartolomé Ugarte quien lo vendió para financiar parte del nuevo
colegio jesuita del sector. Colindaban
también los fundos de José Eusebio Sepúlveda, Mercedes Díaz, Felipe Avendaño,
Francisco Puelma y Antonio Millán, cuyas sucesiones optaron entonces, gracias a
la apertura de la calle, por lotear sus chacras dando origen al Barrio
Dieciocho, declarado Zona Típica en 1983, teniendo como límites la Alameda por
el norte, la calle San Ignacio por el oriente, la Carretera Panamericana al
poniente y calle Santa Isabel al sur.
Laguna del parque Cousiño |
Sin duda alguna la presencia de notables personajes de la política e
industria contribuyó a dar un ambiente de exclusividad al sector, que se
reflejó en algunos de los más representativos edificios de nuestra ciudad. Una
de las construcciones pioneras en el barrio fue el palacio de Eugenio Ossa y
Ossa, encomendado al arquitecto francés Paul Lathoud, el mismo que
paralelamente levantaba al final de la calle Dieciocho la residencia de la
familia Cousiño Goyenechea. La silueta neoclásica del palacio Ossa –ubicado en
la esquina de Alameda con Dieciocho- contrastó notablemente por algunos años
con el aspecto sencillo de la chacra de la familia Iñiguez, conocida como “el
patio de las carretas” que se mantuvo intacta hasta 1908, cuando se levanta
sobre ella el recientemente siniestrado palacio Iñiguez y otros inmuebles en la
manzana entre Alameda, San Ignacio y Alonso de Ovalle. Más información en:http://brugmannrestauradores.blogspot.com/2013/04/incendio-en-el-palacio-iniguez.html
La construcción en la década de 1870 de dos nuevos edificios religiosos otorga
al barrio la consolidación necesaria para sus habitantes. En Alameda, muy cerca de la mansión Ossa, levantan su
iglesia gótica los padres Vicentinos, y algunas cuadras más al sur oriente, en
lo que había sido parte del antiguo callejón de Ugarte, el arquitecto italiano
Eusebio Chelli erige el colegio e Iglesia de San Ignacio de los padres
jesuitas, la que se convertirá en la favorita de las devotas del barrio. Es
este arquitecto el mismo que construirá en 1872 un palacio en la Alameda de las
Delicias para el industrial Maximiano Errázuriz Valdivieso, uno de los hombres
más ricos de todo el país. Colindaban a
ésta, las mansiones de los hermanos Rafael y Álvaro Casanova Zenteno, el
primero importante político y el segundo, uno de los más destacados artistas
decimonónicos. Estos inmuebles desaparecieron con la construcción de la carretera panamericana.
El desarrollo del barrio por la Alameda hacia el oriente será más tardío y coincidirá con una época constructiva mucho más pretenciosa e imponente. Mientras tanto la calle Dieciocho se engalanaba con algunos edificios lujosísimos, como el desaparecido palacio Echaurren Herboso o la mansión de la familia Morandé Campino u otros mucho más funcionales, como la antigua Escuela Militar que exhibía orgullosa sus mansardas y columnas prusianas, dando un justo término a la calle.
El desarrollo del barrio por la Alameda hacia el oriente será más tardío y coincidirá con una época constructiva mucho más pretenciosa e imponente. Mientras tanto la calle Dieciocho se engalanaba con algunos edificios lujosísimos, como el desaparecido palacio Echaurren Herboso o la mansión de la familia Morandé Campino u otros mucho más funcionales, como la antigua Escuela Militar que exhibía orgullosa sus mansardas y columnas prusianas, dando un justo término a la calle.
A fines del siglo XIX la excepcional situación de la Rue del Dieziocho -como era llamada- no tenía comparación en la
capital, era un bulevar a la francesa, con adoquines de madera, iluminada con
modernos faroles a gas y animada con la belleza de cientos de carruajes, que a
diario se cruzaban en dirección al parque Cousiño. “Por
aquel tiempo la calle del Dieciocho era de mucha categoría; familias muy
importantes y adineradas habían construido allí sus residencias y alcanzamos a
conocerla con aquel pavimento de madera que contrastaba con el de las otras
rúas con piedras de huevillos que tan tremendo ruido producían al contacto de
las llantas de acero de las ruedas de los carruajes. Desde que se entraba a la
calle del Dieciocho sólo se sentía como un rumor aristocrático, elegante…”,
comentará Eduardo Balmaceda Valdés, quien nació en el barrio.
Este mismo cronista relatará más tarde uno de los sucesos más
conflictivos que vivió el barrio, cuando al estallar la Revolución de 1891,
diversas propiedades fueron víctima de saqueos y destrucción. Casi 15 años
después la calle viviría nuevamente el miedo, cuando durante el Mitin de la
Carne, las turbas enardecidas por el descontento de la mala administración del
gobierno de Riesco, comienzan a saquear, destruir e incendiar el centro de
Santiago, salvándose la calle gracias al despliegue de algunos vecinos que
montaron una verdadera milicia para enfrentar a los manifestantes.
Si bien los conflictos no pudieron destruir la orgullosa calle del
Dieciocho, la crisis de 1929 y el posterior éxodo de las familias, terminaron
por sepultar las viejas mansiones en el olvido, destruyéndose muchas de ellas
en ese afán inmobiliario tan malentendido por la modernidad a la chilena. La
declaratoria de Zona Típica en 1983 no pudo evitar eso sí, terremotos e
incendios, que sumados a los daños de la
picota y otros desaciertos urbanos, hirieron profundamente la fisonomía de este
particular barrio de Santiago.
Muchos nos han sugerido realizar recorridos históricos por Santiago, qué
mejor entonces que partir por el Barrio Dieciocho. Sabemos que no es algo fácil,
pues debemos encomendarnos la tarea de retratar lo mejor posible la imagen de
personajes que ya no están, inmuebles desaparecidos y otros tantas
construcciones que se nos presentan derruidas, pero que aún conservan ese sabor
anecdótico que hará de este tour que
les entregamos, una buena oportunidad para visitar con la familia o los amigos.
La arquitectura ecléctica presente en todas las cuadras, nos ofrece la posibilidad de ver edificios interesantes, llenos de
simbolismo, detalles lujosos y exuberante ornamentación; que hacen de estos
inmuebles, una invaluable demostración de riqueza artística dentro de nuestra
capital.
Comencemos desde la Alameda, entre calles San Ignacio y Dieciocho, donde
podremos apreciar un conjunto de gran valor:
En la esquina de San Ignacio con Alameda, se encuentra la mansión de
Silvestre Ochagavía, quien fundó la viña homónima en 1854 y modernizó la
producción vitivinícola, importando cepas francesas para producir un vino de
mejor calidad. El edificio fue encomendado al arquitecto Eugenio Joannon en
1905, contemplando parte de la planta baja para el comercio y servicios; y los
altos a residencia. El remate de la esquina está coronado por un decorado
frontón, con un jarrón que antiguamente era custodiado por dos esculturas
antropomorfas, de las que hoy sólo existe una pierna. Fieros leones,
medallones, jarrones y guirnaldas florales son parte de la ornamentación que
subsiste en este inmueble, en donde hoy funcionan dependencias del Circulo Español.
Detalles ornamentales del palacio Ochagavía, 2013. Fotografía de los autores. |
Esa misma institución hoy es propietaria de la casa vecina, el conocido
palacio Yrarrázaval, encomendado al arquitecto Alberto Cruz Montt en 1906 por
el Marqués de la Pica, don Fernando Yrarrázaval Mackenna y su mujer Mercedes
Fernández, quienes habían impulsado también la creación del balneario de
Papudo. Más información: http://www.brugmannrestauradores.blogspot.com/2012/03/el-veraneo-en-la-playa-auge-y-caida-de.html
La mansión, de excepcionales dimensiones, presenta en su exterior un
cuidado manejo del estilo neoclásico francés. Al oriente destaca el pabellón de
acceso, con su alta mansarda que evoca el segundo imperio francés, y esa
monumental reja de fierro, decorada con motivos vegetales, que es resguardada
por dos figuras de leones con faroles de bronce. En el interior un gran hall de
doble altura iluminado por una claraboya con vitrales, distribuye los salones,
que aun conservan los detalles ornamentales originales, como telas en los
muros, plafonds pintados, boisseries, parquet, chimeneas y mármoles. La casa,
jardines y cocheras fueron adquiridos por el Círculo Español, institución que ha hecho del inmueble centro
de colectividad.
Vecino es el palacio Iñiguez, tristemente hoy famoso por el repentino incendio que consumió su techumbre. La ecléctica fachada, que incorpora elementos del art nouveau y la corte de los Luises, fue encomendado por Eduardo Iñiguez Tagle en 1908 a los arquitectos Alberto Cruz Montt y Ricardo Larraín Bravo. Los profesionales dispusieron una planta baja para comercio, mientras que dividieron los altos en cuatro viviendas, siendo la más grande e importante, la que enfrenta la esquina. La ornamentación del palacio es riquísima en detalles: una balaustrada recorre todo el segundo piso, dando paso a ventanas con pilastras muy decoradas, que sostienen finos balconajes en “bombé”, cuyos entramados hierros recuerdan la estrambótica era del reinado de los Luises. Guirnaldas, rosetones y rostros son parte de la decoración de la cornisa, que se extiende hasta el remate de la esquina, donde se alzaba la cúpula que está protegida aun –a pesar de la destrucción- por dos excelentes esculturas de corte romántico. El rico interior, que se salvó del incendio, aun conserva el hall de distribución de doble altura, con finos salones de cielos artesonados, estucos, cenefas, chimeneas de mármol y medallones con pinturas murales.
Palacio Yrarrázaval, Alameda nº 1550 |
Vecino es el palacio Iñiguez, tristemente hoy famoso por el repentino incendio que consumió su techumbre. La ecléctica fachada, que incorpora elementos del art nouveau y la corte de los Luises, fue encomendado por Eduardo Iñiguez Tagle en 1908 a los arquitectos Alberto Cruz Montt y Ricardo Larraín Bravo. Los profesionales dispusieron una planta baja para comercio, mientras que dividieron los altos en cuatro viviendas, siendo la más grande e importante, la que enfrenta la esquina. La ornamentación del palacio es riquísima en detalles: una balaustrada recorre todo el segundo piso, dando paso a ventanas con pilastras muy decoradas, que sostienen finos balconajes en “bombé”, cuyos entramados hierros recuerdan la estrambótica era del reinado de los Luises. Guirnaldas, rosetones y rostros son parte de la decoración de la cornisa, que se extiende hasta el remate de la esquina, donde se alzaba la cúpula que está protegida aun –a pesar de la destrucción- por dos excelentes esculturas de corte romántico. El rico interior, que se salvó del incendio, aun conserva el hall de distribución de doble altura, con finos salones de cielos artesonados, estucos, cenefas, chimeneas de mármol y medallones con pinturas murales.
En los bajos del edificio se instaló el popular café Torres, cuna del
conocido Barros Luco, ese sándwich de carne y queso fundido, bautizado en honor
al Presidente Ramón Barros Luco, asiduo visitante. En este lugar se daban cita
intelectuales, políticos, artistas y personajes de sociedad, como Joaquín
Edwards, Arturo Alessandri o Perico
Vergara, el amigo del príncipe de Inglaterra, que realizaba safaris en África y
derrochó su fortuna en la buena vida, y murió pobre en una residencial en la
misma calle. En la Confitería Torres se ofreció además, durante los festejos de
1910, un vermouth en honor al cuerpo diplomático extranjero. Hoy aun es posible
visitarlo para disfrutar de un buen café mientras se revive la silueta del
siglo pasado.
Funcionó también en los bajos del palacio Iñiguez, el viejo Emporio
Inglés y el concurrido Teatro Dieciocho, favorito de los jóvenes a inicios del
siglo XX. Más información en: http://brugmannrestauradores.blogspot.com/2013/04/incendio-en-el-palacio-iniguez.html
Si cruzamos hacia el poniente, ya no veremos la casa de Eugenio Ossa, que
perteneció más tarde a Rafael Errázuriz Urmeneta y cuya colección valiosa de
pintura, fue destruida durante el Mitín de la Carne en 1905. En Alameda n°1642
se encuentra el fabuloso palacio Ariztía, inmueble construido por el arquitecto
Alberto Cruz Montt en 1917 como residencia para don Rafael Ariztía, el creador
también del primer rascacielos de Santiago, ubicado en la intersección de
calles Nueva York y La Bolsa. El edificio de clara inspiración neoclásica
francesa, posee atractivos elementos decorativos, entre ellos la hermosa reja
de acceso, de fierro y bronce, protegida por una artística marquesina. Dos
medallones dorados tienen la figura del león con un hueso en la boca, antiguo
simbolismo que evoca las cualidades de protección de ese felino de las lejanas
tierras africanas.
El interior sorprende
por la calidad de los espacios, detalles ornamentales, materiales y adelantos,
como un ascensor enmaderado y sala de teléfono. El hall es protegido por doce
columnas con base ónix e iluminado por una claraboya cuadrada con vitrales, y
cuatro lucarnas. El edificio era utilizado como sede del Tribunal
Constitucional, hoy se encuentra vacío.
Incendio del palacio Iñiguez. Fotografía: Diario La Tercera |
Portón de ingreso al palacio Ariztía, 2013 |
Inmediatamente podemos ver las amplias terrazas del palacio Errázuriz, de
sobrio estilo neoclásico italiano, catalogado en su época como la vivienda más
elegante de nuestra capital. Un pabellón central de dos niveles, decorado con
pilastras jónicas y dóricas, protegen los amplios ventanales, que se pierden al
aparecer dos pabellones de un nivel, que se adelantan formando una extensa
terraza desde donde sus huéspedes pudieron apreciar los descollantes desfiles
de las fiestas del Centenario en 1910. El pabellón oriental se abre hacia un
patio de honor, evocativo de las villas romanas del renacimiento, cuya
curvatura permite apreciar el acceso principal del inmueble, con loggia y
grandes balcones de balaustradas. El interior no es menos deslumbrante, el hall
tiene un pavimento de mármol blanco, en cuyo centro hay una estrella formada
por cientos de mármoles de colores. El salón central conserva las molduras
originales, y un plafond pintado por el francés Ch. Voillemot. El parque de
tendencia inglesa, resguarda viejas esculturas y fue mutilado durante la
construcción de la Panamericana, perdiéndose la laguna y un pabellón de
descanso, donde la familia disfrutaba de la tranquilidad de ese viejo Santiago.
La Alameda de las delicias hacia el oriente. A la derecha el palacio Errázuriz, las cúpulas del palacio Ariztía, la Iglesia de San Vicente de Paul y la cúpula del palacio Iñiguez. |
Caminemos ahora hacia la calle Dieciocho, al poniente se suceden toscos
edificios comerciales contemporáneos que rompieron totalmente la trama urbana
del sector. Al oriente, se extiende el palacete Iñiguez, vecino a un edificio
de renta estilo neoclásico, muy simple;
y en la esquina se alza imponente un inmueble del más puro estilo neogótico,
que representa fielmente ese impresionante eclecticismo arquitectónico de
principios de siglo XX. Las altas techumbres, agujas y un macabro atlante que sostiene
parte de la estructura, es parte de la decoración del edificio construido
por el arquitecto Alberto Cruz Montt
para su hermano Carlos, conocido mueblista quien instaló en los bajos su mueblería
y taller. El deterioro del edificio fue frenado con una fuerte remodelación que
recicló su interior tras un incendio, mientras que la fachada fue pintada de un
triste color amarillo y rojo… cuándo aprenderá este país que algunos edificios
se lavan, no se pintan…!.
Casa de Francisco Valdés Vergara, Archivo Brügmann |
La Iglesia de San Ignacio fue iniciada en 1867, extendiéndose los trabajos hasta el 1900, cuando se terminan las torres y ornamentaciones interiores de tendencia neobarroca. En su interior se pueden apreciar las reliquias de San Mario, pinturas italianas de Pietro Galiardi y una cripta con restos de 40 víctimas de la Iglesia de la Compañía, edificio incendiado en 1863 con 2000 personas en su interior.
Si caminamos nuevamente hacia Dieciocho, podremos ver la blanca fachada
de las casas de la familia Eguiguren. El conjunto tiene tres grandes viviendas,
siendo la principal la que ocupa toda la esquina de Dieciocho y Alonso de
Ovalle. Construida en 1918 por el arquitecto Cruz Montt para Luis Eguiguren
Valero en un refinado estilo neoclásico francés, la mansión fue dotada de los
más elegantes adelantos, como un moderno ascensor y una sala de teatro en la
planta baja, donde la familia ofrecía a sus amigos veladas amenizadas con obras
dramáticas y musicales. A la planta noble, ubicada en el segundo nivel, se
accede a través de una escalera de mármol con barandas custodiadas por
dragones; desembocando en un hall de doble altura, distribuyendo los salones
más importantes, capilla, comedor y escritorio en ese nivel, y destinando el
tercer piso para los dormitorios. El inmueble fue remodelado por el Duoc UC,
que recicló el interior para cumplir su nueva función educativa, pero conservando
el aspecto neoclásico original de los espacios.
Vecino a los Eguiguren era el político conservador Abdón Cifuentes, quien en 1903 encarga a su hijo el arquitecto Manuel Cifuentes la construcción de su nueva residencia. La fachada de dos niveles y mansarda, de estilo neoclásico, evidencia un lujo decorativo en los pavimentos exteriores, rejas, puertas y balaustradas. La casa principal se ubicaba en el primer nivel, y se distribuye interiormente a través de un impresionante hall de grandes proporciones, iluminado por tres claraboyas circulares. Aun se conserva la biblioteca del señor Cifuentes, con chimenea de madera y muebles empotrados al muro; la mansión tenía las cocheras hacia calle San ignacio, al que se accedía por un pequeña calle de servicio, hoy inexistente. En los pisos superiores, se distribuyen dos casas de renta. Hoy pertenece al Liceo Abdón Cifuentes.
Vecino a los Eguiguren era el político conservador Abdón Cifuentes, quien en 1903 encarga a su hijo el arquitecto Manuel Cifuentes la construcción de su nueva residencia. La fachada de dos niveles y mansarda, de estilo neoclásico, evidencia un lujo decorativo en los pavimentos exteriores, rejas, puertas y balaustradas. La casa principal se ubicaba en el primer nivel, y se distribuye interiormente a través de un impresionante hall de grandes proporciones, iluminado por tres claraboyas circulares. Aun se conserva la biblioteca del señor Cifuentes, con chimenea de madera y muebles empotrados al muro; la mansión tenía las cocheras hacia calle San ignacio, al que se accedía por un pequeña calle de servicio, hoy inexistente. En los pisos superiores, se distribuyen dos casas de renta. Hoy pertenece al Liceo Abdón Cifuentes.
Casa Cifuentes. Foto: Marcos Mendizábal |
Princesa Irene de Hessen |
Mucho más famosa fue esta casa por el baile que se dio en 1913, donde
debutarían las más célebres bellezas de la época y que pudo no haberse
realizado, pues la noche anterior el río Mapocho se desbordó inundando la
Alameda y la calle Dieciocho, incluido el jardín del señor Morandé. Si quieres
sabes más de esta fiesta, visita: http://brugmannrestauradores.blogspot.com/2011/08/un-baile-el-evento-social-que-siempre.html
La casa aunque transformada en centro educativo, conserva la galería de pavimento marmóreo que tan famosa la hizo, las arquerías clásicas, salones con parquet de gran diseño, chimeneas, y una espectacular sala iluminada por una claraboya con coloridos vitrales.
La casa aunque transformada en centro educativo, conserva la galería de pavimento marmóreo que tan famosa la hizo, las arquerías clásicas, salones con parquet de gran diseño, chimeneas, y una espectacular sala iluminada por una claraboya con coloridos vitrales.
Frente a la casa Morandé existió hasta hace algunas décadas una peculiar mansión
entre gótica y neoclásica que fue mandada a construir por Francisco Huneeus
Gana, importante ingeniero y político, padre de la escritora Marcela Paz (Ester
Huneeus), autora de Papelucho. "Papá ha resuelto mudarse a una casa moderna, en calle Dieciocho esquina de Vidaurre y encarga su ejecución a Cruz Montt... era grande tenía tres pisos, jardín, cocheras, patio, escaleras y hasta un montaplatos... En el jardín hay rosas, será la primera impresión del visitante cuando, tras ascender las gradas de mármol de la entrada, divise al fondo de ese enorme hall, un poco oscuro y misterioso, la luminosa alegría de esas flores empinadas en sus bastoncitos blancos...", Cruzat,V. Marcela Paz: un mundo incógnito. Editorial Universitaria, 1993. Página 26.
En la esquina opuesta está la casa de Manuel Camilo Vial, de la que
hablamos anteriormente; su traspaso a las Hermanas de la Caridad en 1855 la
convirtió en un famoso Orfanato de niñas, en cuyo centro se erigió en 1902 a cargo del arquitecto Eugenio Joannon, una
capilla de estilo gótico con coloridos vitrales fabricados en Lyon, donde hoy
funciona un teatro. Pertenece actualmente a la UTEM.
En Dieciocho 164, se encuentra la mansión de Luis Besa, construida en
1909 y remodelada por el arquitecto Cruz Montt en un estilo que mezcla el
neoclásico con la impronta virreinal de las antiguas casas de Lima, y sus característicos
balcones de madera cerrados. Funcionó por muchos años la Biblioteca Luis Montt;
actualmente está convertida en un centro evangélico. Imperdible es la reja de
acceso del edificio de en frente, decorada con dos cabezas de leones de bronce
y motivos vegetales, muy similares a la del palacio Ariztía.
Las calles
aledañas presentan construcciones igual de interesantes que merecen una
fotografía, hay algunos de estilo neocolonial, barroco o italiano, que aun
resguardan ese sabor residencial que fue torpemente destruido cuando el barrio
fue mutilado con la construcción de la carretera Panamericana.
Capilla de la Caridad, Fotografía UTEM.cl |
Muy cerca en el número 190, se encuentra la casa que perteneció a la
familia Cruzat, remodelada por el arquitecto Josué Smith Solar, incorporando en
sus tres niveles, balcones, arquerías, gárgolas, rosetones y pináculos de
inspiración gótica. Vecina era la casa de la familia de Ramón Balmaceda,
quienes sufrieron los embates del saqueo y la destrucción durante la revolución
de 1891. Afortunadamente la generosidad de doña Mercedes Martínez, esposa de
don Carlos Walker, uno de los líderes de
la revolución, permitió ocultar a la familia Balmaceda en su patio a pesar del
peligro, quienes desde la ventana observaron la destrucción de su hogar en
manos de los revolucionarios.
En la misma esquina, pero al sur, la sobria silueta neoclásica del Club
de Carabineros resguarda un interior deslumbrante. El foyer de ingreso tiene
pavimento de mármol y una escalera de fierro y bronce, reflejada en grandes
espejos. Los salones están finamente decorados, con paneles de madera, otros
con artesonado y pinturas con escenas románticos en los cielos.
Siguiendo hacia el sur podemos observar algunas construcciones que
evidencian diferentes etapas constructivas en el barrio. Por un lado tenemos
interesantes edificios de departamentos de los años 30; que contrastan con una
residencia de un nivel, de apariencia sencilla, pero que merece ser mirada con
mayor detención: dos pilastras enmarcan la entrada principal, que es coronada
por un frontón triangular y una baranda de madera, muy similar a las que se
utilizaron a fines del siglo XIX, lo que podría dar luces de la data del
inmueble. Los estucos nada pretenciosos son de muy buena calidad, y hay que ver
las artísticas herrerías de las ventanas, que incluyen bronce y una base de
mármol blanco.
Casa que perteneció a Francisco Huneeus en Dieciocho esquina Vidaurre.- Detalles de la mansión de Luis Besa, en estilo neocolonial. Fotografía de los autores, 2013. |
En los números 256 y 264, se pueden ver dos edificios de renta muy
típicos de la fisonomía santiaguina. El primero es de un
eclecticismo muy pretencioso, con algunos guiños del segundo imperio pero
también del art nouveau que se refleja en una serie de guirnaldas de flores que
decoran libremente cornisas, frontones y balaustres; la casa incorpora además
un monograma familiar, con las letras L y M. El segundo edificio tiene gruesas
pilastras y un sobrio frontón de madera, pesados elementos que se contrarrestan
al incorporar puertas mucho más ornamentadas, balaustres y lucarnas de
artístico diseño.
La cuadra termina con uno de los inmuebles más característicos del barrio, en el número 286, construido por el arquitecto Santiago Cruz Guzmán, cuyo remate en la esquina de calle Eleuterio Ramírez está coronado por una gran cúpula. Si se tiene suerte, podemos ver en el interior algunos pequeños negocios de barrio, donde a pesar del deterioro, se pueden apreciar los cielos decorados, baldosas, parquets y algunos elementos decorativos en puertas o ventanas interiores.
La cuadra termina con uno de los inmuebles más característicos del barrio, en el número 286, construido por el arquitecto Santiago Cruz Guzmán, cuyo remate en la esquina de calle Eleuterio Ramírez está coronado por una gran cúpula. Si se tiene suerte, podemos ver en el interior algunos pequeños negocios de barrio, donde a pesar del deterioro, se pueden apreciar los cielos decorados, baldosas, parquets y algunos elementos decorativos en puertas o ventanas interiores.
El inmueble choca fuertemente con el desacierto urbano más nefasto del
barrio, el Instituto Geográfico Militar, que rompe la trama urbana y sepultó un
conjunto de edificios neobarrocos proyectados en la primera década del siglo XX por Esteban Orlando Harrington, importante arquitecto, quien es autor de notables exponentes en Valparaíso y Playa Ancha. El mismo arquitecto construyó en 1911 para la sucesión
Cousiño un edificio de renta en estilo barroco, que hoy se encuentra en proceso
de remodelación para convertirlo en lofts, después de años de abandono.
Edificio de Dieciocho 420, que tras años de abandono, fue convertido en lofts. Fotografía de los autores, 2013. |
En el número 438 aparece la inconfundible silueta del palacio de la
familia Cousiño, cuyas rejas y pabellones dan un sobrio respiro a la calle, con
sus pilastras y mosaicos italianos. El inmueble fue construido a inicios de la
década de 1870 por el arquitecto Paul Lathoud,
para la rica viuda de Luis Cousiño, doña Isidora Goyenechea. Sobre un
parque diseñado por el paisajista español Manuel Aranda Bórica, se encuentra el
edificio principal, de dos niveles. No es necesario dar mayores antecedentes
del interior del palacio, conocidos por todos son sus salones que recuerdan el
tercer Imperio Francés: El recibidor está decorado por las cuatro estaciones,
pinturas murales realizadas por Georges Clairin, el mismo pintor que decoró
parte de la Opera Garnier en París.
Destaca también el enorme hall de doble
altura, con pavimento de mayólica italiana y una enorme lámpara de cristal. La
escalera principal está revestida en más de 20 tipos distintos de mármol; otro
espacio de interés es el Salón de Baile, decorado profusamente en estilo Luis
Felipe, con cortinajes de seda, un plafond del francés Ignacio Domaire y
molduras completamente doradas a la hoja. Un invernadero, salón de té y juegos,
pinacoteca, Comedor y comedor de diario, escritorio y sala de Armas, son
algunos de los otras habitaciones de la mansión, todas decoradas con gran lujo.
La casa contaba con una espectacular cochera, hoy desaparecida; sobreviven el
pabellón de servicio y el de portería.
María Olga Lyon de Cousiño, Archivo Brügmann |
El palacio permaneció cerrado largos años, hasta que en la década de 1910
doña María Olga Lyon de Cousiño, vuelve a abrir los salones para sus numerosas
amistades y visitas ilustres, como el baile dado en honor al Infante Fernando
María de Baviera y Borbón en 1920. La mansión entró a remate con todo su
mobiliario en 1941, siendo donado a la Municipalidad de Santiago que lo destinó
como residencia para alojar a visitas ilustres, hospedándose Golda Meir, el Rey
Balduino de Bélgica, el presidente Charles De Gaulle, entre otros. En 1977 se
convirtió en Museo de Artes Decorativas, función que cumplió hasta el año 2010,
cuando el terremoto obligó su cierre en espera de una restauración.
Culmina la sucesión de mansiones con la casa número 552, que perteneció a Wenceslao Sierra Mendoza, un conocido político, agricultor y Director del Instituto de Ingenieros; quien contrata al arquitecto Ricardo Larraín Bravo para construir su nueva residencia. La silueta neoclásica con mansarda y un pórtico de ingreso, reviven los aires pretenciosos de la Belle Époque, pero si se mira con más detalle, la ornamentación mucho más simple y geométrica, evidencia una época de cambios, no sólo arquitectónicos, sino que también sociales, un fiel reflejo de toda una época que comenzará su decadencia a fines de la década de 1920. El inmueble hoy es ocupado por el club de suboficiales mayores de la Fuerza Aérea de Chile.
Fachada principal e interiores del palacio Cousiño: el salón de baile, el gran hall y el recibidor rojo. |
Palacio Echaurren Herboso, Archivo Brügmann |
Iglesia del Santísimo Sacramento, 2010 |
Sin embargo hoy los viejos boatos se han extinguido, la calle se ha
convertido en un populoso barrio universitario, que de vez en cuando se agita con
el ingreso de miles de jóvenes que salen a protestar con dirección al Parque
Almagro. La calle, no obstante, ni se inmuta, ya sabe de protestas y destrozos
mucho peores...
Este pequeño recorrido a pie por Dieciocho es una excelente oportunidad
para conocer la historia de un barrio, que sumido en la más absoluta
suntuosidad, supo también de tragedias y violencia. La existencia del sector, a
pesar de los edificios perdidos, es un verdadero privilegio que invita al
transeúnte a mirar la ciudad con otros ojos: los detalles de la graciosa
arquitectura, la solemnidad de los espacios y el lujo de algunas construcciones
contribuyen a despertar en los más sensibles, ese amor por la historia y el
patrimonio, un sentimiento que ayuda a crear ese necesario sentido de
pertenencia, primordial para valorar y conservar nuestro pasado…
Fernando Imas Brügmann
8 comentarios:
Maravillosas construcciones donde se concentraba una parte de las grandes fortunas de Chile. Felicito a los autores de la página por hacernos retroceder en el tiempo y mostrarnos y explicarnos edificaciones desaparecidas.
Nunca dejo de asombrarme de la riqueza que poseían las familias más opulentas del Chile de la belle epoque. Qué pena que hayan derribado tanta construcción hermosa. Les recuerdo que en el parque Isidora Goyenechea de Cousiño de Lota había un castillo más bello aún, construido entre 1885 y 1890 fue derribado por orden de los que estaban a cargo de las minas en esa época 1962 ó 1963.Decían que era un "elefante blanco".Falso; fue para repartirse los implementos del palacio.Idiotas.
PENSAR QUE YO VIVÍ ,EN LA CALLE DIECIOCHO ENTRE EL 1970 AL 1976 ,ENTRE 10 DE JULIO Y HOY SANTA ISABEL , A 100 MTS DE LA BOMBA AL LADO DEL CASINO DE LA FUERZA AEREA . EN AQUEL TIEMPO EXISTIA UNA FUENTE DE SODA EN LA ESQUINA STA ISABEL CON DIECIOCHO HABIA UN BUZON DE METAL REDONDO EN LA ESQUINA . LA PLAZ DE LA HERAS AÚN PERMANECEN LOS GOMEROS GIGANTES . QUE NOSTALGIA LA CALLE CASTRO QUE HOY ES LA NORTE SUR .
Alguien sabe que fue antes la sede de Icel que se encuentra en la calle 18? Lo pregunto porque aún conserva vitrales escaleras de mármol y cosas por el estilo.. Siempre ha sido un enigma para mi que habrá sido años atrás...
Excelente reportaje, maravilloso conocer la historia desde el punto de vista de la arquitectura y su influjo en la sociedad. Me faltó solo un dato: tengo entendido que en calle 18 vivió el Historiador Diego Barrros Arana...sabrán en que lugar fue?
Muy agradecido.
Un viaje o tour por la zona de barrio Yungay y alrededores vendría excelente.
Bonito reportaje, yo viví desde el año 1951 hasta que expropiaron mi casa en el año 1970,frente a la plaza Las Heras,recuerdo las pichangas con los cabros de entonces cito algunos: Mario Pizarro,Mario Perez,washington. tito Pino y Marcos Pino, lucho Perdiguero,el kilin y el balo.Tambien recuerdo el almacén de dn. Guissepe en el edificio que todavía esta en la esquina con sta isabel.Existia en la desaparecida calle las Heras el bar de dn. Goyo,y el negocio de dn. Gilberto,la modernidad borro todo,también desapareció el colegio filipense de religiosas,el liceo Manuel Bulnes,verdad que había un buzón metálico rojo, las contrucciones eran preciosas, cuando era la calle castro había un cine de linda arquitectura.Como anecdota recuerdo a los hijos de dn. jacob Helo que iban a la plaza a jugar béisbol,por ahí vi pasar a presidentes y reyes que llegaban al Palacio Cousiño.Las Heras es ahora Sta Isabel,
Luis Perdiguero
Estupendo articulo sobre el barrio Dieciocho. Viví 27 años en el 422 de esta calle. Me trae muchos recuerdos de los amigos y memorias considerando todo el tiempo en que viví en ese lugar. Bonitas las fotografías y la info que acompañan el articulo. Soy testigo y participe fiel de los comentarios expresados anteriormente por Manuel. felicitaciones a los autores por su trabajo y preservación del patrimonio cultural.
08 Abril 2019
La pasarela ubicada en la esquina de Blanco Encalada obligó a demoler una hermosa casona de dos pisos con una torre.
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