miércoles, febrero 16

Compendio del Patrimonio Perdido (Parte I)



Que Chile hoy ha avanzado en temas de patrimonio es un comentario subjetivo pero en el que se puede llegar a un consenso. Pero que Chile hace apenas 20 años atrás era un  depredador nato de nuestra historia, es un hecho incuestionable.
Bastarían los lugares para corroborarlo, bastaría simplemente rememorar el antiguo Bazar Krauss o el Portal Edwards, demolidos a fines de los 80 en uno más de los arrebatos incomprensibles de ignorancia de nuestra tan pujante sociedad; que en su egoísmo inusitado privó a las nuevas generaciones de disfrutar de míticos rincones de Santiago.


Es muy cierto que los terremotos y los incendios son desastres recurrentes en nuestra sobresaltada historia patrimonial, sin ir más lejos hace unos días un terrible incendio devoró parte importante del antiguo Convento de las Hermanas de la Providencia. Pero no debemos olvidar también que muchas de las grandes edificaciones que ostentó el Santiago decimonónico, fueron demolidas a punta de dinamita porque eran un obstáculo para el “progreso”.
La memoria histórica no es el fuerte de los habitantes de nuestro país, y no es un hecho actual, sino que se remonta a los inicios de la República. La destrucción del patrimonio es un evento que viene desarrollándose hace más de 100 años, y que hoy al parecer va en descenso por una “extraña re valorización del patrimonio nacional”, que seguramente durará un par de años, hasta que un nuevo terremoto nos azote.

Las obras del Reyno de Chile que no podrá conocer.

Posada de Santo Domingo
El monótono aspecto del Santiago colonial era animado de vez en cuando por algunos ornatos que entusiasmaron a la población. El corregidor Zañartu levantó el monumental Puente de Cal y Canto, que cruzaba el Mapocho, y que fue demolido, a pesar de la oposición de los ciudadanos, el 10 de agosto de 1888 para dar paso a la canalización del río.
Similar suerte corrieron los Tajamares, construidos para contener el río durante los siglos XVIII y XIX, fueron finalmente cubiertos y demolidos a  fines de 1890, por ser un obstáculo para las nuevas obras de canalización y expansión de Santiago.
La casa colonial cuenta hoy con pocos exponentes. Ya no existe la notable casa de la familia Fontecilla en calle Agustinas, con su espectacular zaguán y portada de piedra labrada. Tampoco vemos frente al templo a la mítica  Posada de Santo Domingo, demolida en 1931. Muchos años han pasado desde que la Casa Valdivieso, la “pequeña Moneda” como era llamada por su similitud con el palacio de gobierno, desapareciera para dar paso a un horrendo edificio en los años 60.
Hace unos años, no muy lejos de Santiago en la antigua chacra del llano Subercaseaux, podíamos ver las casas de Lo Mira,  donde las hermanas pintoras, Aurora y  Magdalena Mira pintaron sus grandes obras, y que fue demolida la década de 1980.
La Casa Valdivieso y Sanchez Fontecilla

El Llano Subercaseaux, casa de las Hermanas Mira.
  
Palacios de ensueño que sucumbieron a la mediocridad.
Palacio Urmeneta
Si de grandes mansiones se trataba, Santiago tenía una posición bien aventajada con el resto del país. Las riquezas mineras y el comercio habían generado los recursos necesarios para la construcción de lujosas residencias, cuyas siluetas se fueron desmoronando a medida que se iniciaba el siglo XX.
En 1910 se lamentaba la demolición del antiguo Palacio Yrarrázabal, en Alameda con San Martín, famoso por su capilla abovedada, sus salones con artesonado y su espectacular Hall románico, de grandes columnas corintias, frontones e innumerables obras de arte.
Mención merece del mismo modo el fabuloso Palacio Urmeneta, un castillo de la Alemania Bávara, que ocupaba casi una manzana en la Calle Monjitas, y que fue demolido en 1933, a pesar del ofrecimiento al gobierno para emplazar ahí el museo histórico que aun no tenía edificio definitivo.
La Quinta de Caracoles- conocido como Palacio Concha Cazotte- ocupaba una manzana entera en la Alameda, y tras sus rejas doradas, se veía la magnífica imagen de un edificio morisco, de altas cúpulas doradas y extensos corredores con vitrales. Fue demolido en los años 30.
La casa de Manuela Real de Azua en la calle Monjitas poseía una fabulosa fachada revestida en mármol, coronada por amplios frontones con figuras alegóricas, columnas, ánforas y regios balcones de fierro forjado que ni los terremotos habían podido derribar; hasta que los obreros llegaron con la picota en 1962.
La casa del Presidente Bulnes, obra del francés Brunet des Baines, fue catalogada como la mejor residencia republicana, y en sus salones transcurrieron algunos de los más importantes sucesos de nuestra historia. En la década del 50 se inició su demolición, teniendo que dinamitarla, porque las hordas de obreros no fueron capaces de botar sus muros.
Parecía que el Palacio Undurraga se había salvado de la modernidad. Hasta 1974 dominó la esquina de Alameda con Estado, derrochando su gótica fachada, de intrincadas ventanas ojivales, altas mansardas y dos grandes torres. Su fachada de ensueño, sus grandes salones y la virgen que coronaba la torre, no fueron excusa para que la picota cayera sobre ella.
Palacio del General Bulnes- Palacio Real de Azua- Palacio Amunátegui

 La lista podría extenderse hasta lo impensable: cómo olvidar la florentina fachada del Palacio Arrieta frente al Teatro Municipal. El gótico palacio del señor Guzmann, la despampanante Quinta Meiggs en Av. República. El pórtico de doble altura de la Mansión de Salvador Izquierdo en calle Moneda esq. San Antonio, el palacio de los hermanos Amunátegui en plena Alameda, el palacete de Moisés Errázuriz en calle Miraflores, la mansión Salas Undurraga en Agustinas; la sofisticada mansión de Máximo del Campo en la calle Santa Lucia, y el lujoso Palacio Echaurren en la calle Dieciocho, que albergaba la pinacoteca más importante del país, y que fue incendiado por los huelguistas del Mitin de la carne.

Son muchas las obras que seguramente quedaron en el tintero, y la naturaleza de esta investigación no permite extendernos más. Es este nuestro primer capítulo de “Patrimonio Perdido en Santiago”, un golpe de conciencia para apreciar lo poco que nos va quedando.
(Continua…)

Palacio Maximo del Campo- Palacio Echaurre- Palacio Concha Cazotte

Palacio Undurraga- Palacio Guzmann

Palacio Arrieta- Palacio Yrarrázabal- Palacio Errázuriz

Mario Rojas Torrejón
Fernando Imas Brügmann

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3 comentarios:

Ismael Guerra S dijo...

Gracias por este balsamo de cultura patimonial, que ya algunos no aprovechamos, aunque fueran sus fachadas a mal traer, podría haber animado a nuevas generaciones a mantener en ciertos sitios de nuestra capital edificios de estilo.
No tenemos porque llenarnos en todas partes de edificios sin forma ni rococo, que no se distingan de un panal de aveja lleno de pequeños huecos o ventanas.

Nicolás Fernández dijo...

Estimados,
Me gustaría saber si tienen alguna información sobre el palacio que estaba al frente de la catedral de Santiago en la calle Puente, donde hoy se levanta un horrible edificio de espejos. He podido ver parte de este palacio en una foto antigua del edificio de correo pero sólo se aprecia de forma muy parcial.
Saludos

Elías V. dijo...

Sabes... aunque es lamentable lo que ha pasado con nuestro patrimonio arquitectónico, hay que ver el asunto como una oportunidad de reconstrucción. Podemos perfectamente reconstruir esos edificios. No importa que no sean los mismos átomos o moléculas... lo importante es, como diría Platón, la idea detrás. Si están los planos, o al menos las fotos o un dibujo, seguro que podemos hacerlo.

Alemania, por ejemplo, fue simplemente arrasada en la SGM, pero ellos a pulso han ido reconstruyendo todo. Nosotros claramente no somos Alemania, pero podemos intentar seguir su ejemplo y reconstruir esos edificios en el mismo lugar si es posible, o en otras partes cercanas al lugar original. Y tenemos hoy la oportunidad de reconstruirlos con tecnología sismo-resistente.

Propongo que cambiemos la mirada pesimista, sin dejar de ser críticos con esto, por la leche derramada por una propuesta optimista para recuperar lo perdido.

Saludos.