El más famoso cementerio de la capital francesa fue elegida como último lugar de descanso de reconocidos personajes de la historia mundial: desde el frenético escritor Honoré de Balzac a la legendaria actriz Sara Bernhardt, pasando por el irreverente Oscar Wilde, los pintores Corot y Delacroix, el compositor Frederic Chopin, Marcel Proust, la soprano Maria Callas, la cantante Edith Piaf y hasta el rockero Jim Morrison.
Pero entre esos mausoleos cubiertos de hiedra y resplandecientes vitraux que parecen inexorables al tiempo, se esconden también algunos célebres personajes chilenos, que por decisión propia o los avatares del destino, yacen olvidados por el tiempo y la distancia en esta prestigiosa ciudad de los muertos.
Acompáñennos en nuestra búsqueda por el Cementerio de Père-Lachaise en Paris…
Hace algunos años tuvimos la suerte de visitar este famoso camposanto
francés, hogar de tantas historias, leyendas y último descanso de interesantes
personajes que ejercieron en su momento, cambios e innovaciones trascendentales
para la historia mundial. En ese momento, además de conocer el lugar, nos
motivaba la tímida esperanza de encontrar la olvidada tumba de la escritora
Teresa Wilms, la que desafortunadamente
–a pesar de nuestros intentos- no pudimos hallar.
Esa inspección infructuosa se convirtió en una obsesión, una misión
inconclusa que rondó nuestras mentes hasta febrero de 2016, cuando casi por
azar logramos por fin descubrir una lápida erosionada con la inscripción
“Teresa Wilms de Balmaceda”. Este asombroso hallazgo abrió -sin querer- un
mundo de sorpresas al constatar que la escritora chilena no estaba sola en esta
lejana necrópolis, sino que era acompañada por un puñado de compatriotas que
habían decidido pasar a la eternidad en uno de los más cotizados y magníficos
cementerios de Europa.
Pero
Père-Lachaise no fue siempre tan
solicitado. Al momento de su inauguración en 1804 fueron pocos los parisinos
que se atrevieron a levantar sus tumbas en este nuevo cementerio, pues su
ubicación tan lejos de la ciudad lo convertía en un lugar muy poco atractivo
para la mayoría de los habitantes. Por este motivo, las autoridades, iniciaron
la implementación de diversos incentivos para hacerlo más llamativo, comenzando
por construir monumentos escultóricos conmemorativos y crear un portal
neoclásico como ingreso principal. Decidieron además trasladar al
cementerio, los restos de diversos personajes franceses para estimular la
llegada de propietarios adinerados e intelectuales; y plantaron un jardín de
corte inglés, que con sus grandes árboles no tardó en otorgar ese sombrío y
necesario ambiente de recogimiento a la nueva necrópolis.
Vista del Cementerio de Père-Lachaise, por Christophe Civeton, 1829. Colección Biblioteca Nacional de Francia |
Al traspasar el umbral neoclásico frente a la Rue de la Roquette, se abre
un mundo silencioso, en el que los visitantes no son más que manchas multicolor
en un paisaje inalterado hace más de doscientos años. Árboles gigantescos
ensombrecen los senderos adoquinados, mientras nos adentramos entre cientos de
tumbas que parecen haber brotado desde la tierra. Ángeles, demonios, ánforas y
un sinfín de simbolismos funerarios se entremezclan con el brillo de bronces y
vitraux que resplandecen entre las polvorientas puertas de hierro de los
mausoleos. ¿Quién puede no querer descansar entre tanta belleza?, pensamos.
Cementerio de Père-Lachaise en Paris. Archivo Patrimonial Brügmann, 2012 |
No queremos distraernos, nos queda un largo camino para atravesar el
cementerio hasta la división 82 en el extremo norte, donde según nuestras
averiguaciones descansaría la escritora chilena. Nuestros pasos se aceleran
mientras subimos una pequeña colina, de repente un nombre en uno de los
mausoleos se nos hace conocido: “Famille Monvoisin”. Ya cerca, entre telas de
araña, miramos por la puerta desvencijada para ver quiénes están sepultados en
ahí: “J.P. Monvoisin”, “Marguerite”, “Jeanne”, son algunos de sus ocupantes,
muertos todos cuando recién comenzaba el 1800. Difícil se nos hace saber sin
documentos genealógicos si se trata quizás de parientes del pintor Raymond
Monvoisin, el más destacado retratista del siglo diecinueve chileno; o si
quizás estamos ante algunos de los familiares de “La Voisin”, el apodo de
Catherine Deshayes de Monvoisin, la despiadada mujer que aterrorizó la Francia
de Luis XIV y que fue condenada a la hoguera por brujería, asesinatos por
envenenamiento y la práctica de ritos satánicos.
Tumba de la familia Monvoisin. Archivo Patrimonial Brügmann, 2016. |
Tumba de la familia Monvoisin. Archivo Patrimonial Brügmann, 2016. |
Seguimos avanzando, llegamos a la cima de la pendiente, los mausoleos y tumbas
cambian de forma, ahora son magníficas construcciones de todos los estilos y
materiales. Las esculturas rivalizan en una perfección casi perturbadora. Vemos
cerca a Edith Piaf, también la tumba del
ingeniero eléctrico Zénobe Gramme, al arquitecto Charles Lefebvre, la siempre romántica
tumba de Oscar Wilde y entre ellos la sencilla lápida de granito del ilustrador
Bernard Verlhac, “Tignous”, asesinado en el trágico atentado a la revista
Charlie Hebdo.
El escritor Alberto Blest Gana (1830-1920) |
¿Pero qué hacía tan lejos?, nos preguntamos. Alberto Blest Gana había
nacido en 1830 en Santiago, y comenzó una carrera militar que perfeccionó en
Francia, donde se relacionó con las nuevas tendencias literarias que imponía el
realista Honoré de Balzac. Volvió a Chile con la necesidad de abandonar el
ejército y dedicarse a la literatura, comenzando por colaborar con diferentes
periódicos de la época. La novela fue su pasión, y en 1860 presenta “La
aritmética del amor”, que sintetizará el espíritu de su obra literaria, una
constante crítica social, donde el campo y la ciudad serán protagonistas, en un
despiadado melodrama de clases, ambiciones, poder y desamor, que retrataba
fielmente la sociedad chilena; tal como lo hará más tarde su otra novela
“Martin Rivas”.
Baronesa de Batz, hija de Blest Gana. |
Blest Gana, quien criticó tan satíricamente a los criollos en la capital
francesa y añoró en sus libros la magia campesina de su tierra, personificará irónicamente
a un perfecto trasplantado. Cuando
alguna vez se le preguntó por qué no volvía a Chile, el respondió: -“tal vez nunca más lo vuelva a
ver, y si vuelvo, ¡me encontraré tan solo! Casi todos mis amigos han muerto y
los que quedan vivirán en medio de ideas, de sentimientos, de preocupaciones
que me son extrañas. Mi vuelta a la patria será como la vuelta a la casa de mis
padres, llena de recuerdo pero vacía…”[2]. Morirá el 9 de noviembre de 1920, junto a una de sus hijas y nietos en
las costas del Mediterráneo. El periódico Le Gaulois publicará el catorce de
ese mes, una pequeña nota sobre los funerales del diplomático, realizados en la
Iglesia de La Madeleine de Paris, quizás uno de los edificios más
impresionantes de esa ciudad. “El funeral de M. Alberto Blest Gana,
antiguo Ministro de Chile en Washington, en Londres y recientemente en Francia,
y Comandante de la Legión de Honor, se efectuó ayer en la mañana, a las 10
hrs., en La Madeleine. Coronas de flores cubrieron el ataúd, enviadas por la
delegación chilena, incluyendo una de la Sociedad de las Naciones. Una
delegación de autoridades de Paris, en el cortejo, representaba los honores
militares. La absolución fue dada por el párroco, Padre Langlois. El cortejo
fue presidido por Henri Nariño, nieto del diplomático, por la Baronesa de Batz
y Mme. Blanco Blest Gana, sus hijas y otros miembros de la familia. Bajo el
pórtico de la iglesia, fue pronunciado un discurso por M. Ibañez, Ministro de
Chile. El ataúd fue depositado en una bóveda”[3].
Valfleury, periodista. Le Gaulois, 14 de noviembre de 1920.
La Iglesia de La Madeleine, frente a la Rue Royale y de la Place de la Concorde; fue construida entre 1763 y 1842 en estilo neoclásico inspirada en un templo de corte romano. Archivo Patrimonial Brügmann, 2012 |
Pero el escritor no está sólo en su bóveda de Père-Lachaise, sino que lo
acompaña su mujer Carmen Bascuñán Valledor, con quien se había casado en 1854
en la Parroquia de El Sagrario, junto a la Catedral de Santiago. Ella desempeñó
un papel crucial en la carrera de Blest, fue su más fiel seguidora, crítica y
consejera, lo ayudó a tal punto que se hizo cargo de la escritura de las obras,
mientras su marido le dictaba, era detallista y en más de alguna ocasión debió
corregir al escritor en sus desvaríos románticos. Cuando las cosas en la
diplomacia no andaban bien, fue ella quien lo obligó a continuar su carrera
literaria. Por eso no es extraño que tras su partida en 1911, Blest abandonara
por completo la literatura, no sin antes dedicarle su última obra titulada
“Gladys Fairfield”.
Carmen de Blest (1833-1911).Album JCG Hall |
Pero desentrañando un poco su historia, descubrimos que su figura se
relaciona también al mundo deportivo y musical del Paris de principios del
siglo XX. Se convirtió en 1896 en el primer Campeón francés de Esgrima, deporte
que siguió con pasión, siendo uno de los fundadores del Circle de Hoche, un
club de esgrima masculino y femenino que organizaba un torneo anual. En una
entrevista realizada por la revista francesa Le Mois, titulada La Musique et le Sport, Willy de Blest Gana,
se esboza el carácter decidido este chileno trasplantado, que vivía en un
cómodo departamento rodeado de muebles antiguos, tapicerías y cuya otra pasión
era el coleccionismo, sobretodo de porcelanas chinas. El periodista lo describe
como un hombre seco, de cara angulosa y ojos fríos, pero que se transforma en
un apasionado al hablar de la esgrima y de la música, mientras toca piezas en
el piano, o en su violín, instrumento que manejaba con una maestría curiosa,
pues a veces se podría pensar que la delicadeza de este arte no está presente
en los rudos deportistas. El periodista sólo tiene elogios para el chileno, lo
considera un hombre animado, un verdadero espadachín, un campeón de la esgrima,
pero también un verdadero artista. Willy de Blest-Gana murió poco después de su
padre, desaparecía con él la historia de esos criollos en Paris, como escribiera
Joaquín Edwards, que hicieron de la capital francesa el centro de sus anhelos,
vanidades y tormentos.
Tumba de la familia Blest. Archivo Patrimonial Brügmann, 2016 |
Willy de Blest-Gana, con su violín. Agence Meurisse, 1912. Colección Biblioteca Nacional de Francia. |
Una vela encendida en la tumba de los Blest es nuestro pequeño homenaje a
estos chilenos trasplantados, y una motivación para continuar la búsqueda.
Caminamos por los estrechos espacios generados entre las lápidas, en su mayoría
pertenecientes a ciudadanos franceses. De repente, una tumba de granito rojo
nos llama la atención. Tiene en su base una pequeña bandera chilena y una
piedra de lapislázuli, junto a la inscripción: “Famille Ross”; ¡Qué sorpresa!,
hemos vuelto a encontrar compatriotas en este lejano Père-Lachaise.
Esta vez se trata de parte de la familia Ross Santa María, importantes y ricos
vecinos de Valparaíso, emparentados con personajes tan notables como el
Presidente Federico Santa María y la filántropa Juana Ross de Edwards. La
ocupante principal de esta sepultura es Lucía Santa María Carrera de Ross, hermana
del millonario chileno Federico Santa María y mujer de Jorge Ross Edwards, con
quien tuvo 12 hijos, entre ellos Gustavo, Ministro de Hacienda del Presidente
Alessandri y candidato a la presidencia de Chile en 1938.
Tumba de la Familia Ross Santa María en el Cementerio de Père-Lachaise, Paris. Archivo Patrimonial Brügmann, 2016. |
Familia de Jorge Ross Edwards y Lucía Santa María Carrera, c. 1885. Fotografía Gentileza Jaime Ross Troncoso. |
Pero, ¿Qué hacen tan lejos de
América? La respuesta llega de la mano de su sobrino bisnieto, Jaime Ross,
quien gentilmente nos contó uno de los motivos de su traslado al viejo
continente:- “Hacia 1907 se casa Isabel
Ross Santa Maria con Jorge Délano, quien había sido designado como agregado
naval en Francia. Como la casa familiar en Valparaíso en la calle Esmeralda había quedado muy
dañada por el terremoto de 1906, deciden emigrar a Paris por un par de años
mientras se reconstruían las casas en Chile. Isabel decide llevarse a su madre,
Lucía Santa María, que ya era viuda de Jorge Ross, hermano de Agustín y de Juana, la benefactora; y con ella también parten
varios de sus once hermanos. Se establecen en Paris en 1907, en el Hotel Columbia,
para luego mudarse a una residencia en el Faubourg Saint Honore. Pensaban
regresar al cabo de dos años, pero nunca más volvieron…”. Tal vez no se nos
haga tan extraño pensar en que no regresaran, si consideramos que Europa vive
su ferviente Belle Époque, y Paris es
la luz del mundo occidental. ¿Para qué volver a una ciudad en reconstrucción, a
un país dañado por los severos conflictos sociales y una crisis latente, pero
bien oculta tras una fachada de progreso económico ligada a la minería del
salitre?, pensamos. Se sienten acogidos también por la numerosa colonia chilena
que en ese momento ha hecho de Paris su residencia, reuniéndose en la casa de
Blest Gana, de Francisco Subercaseaux, de Olga Lyon de Cousiño, de Federico
Santa María, de María Edwards o en la siempre vanguardista de Eugenia Huici.
Lucía Santa María de Ross. Fotografía gentileza Jaime Ross T. |
Camilo Ross Santa María (1880-1930. Fotografía gentileza Jaime Ross |
Diseño de raqueta patentado por Camilo Ross, 1923. |
Camilo Ross Santa María, María Isabel Ross Santa María y Jorge Agustín Délano Ross en Châtel-Guyon, Auvergne, Francia. 1909. Fotografía gentileza Jaime Ross. |
La tumba es ocupada también por Magdalena
Ross Santa María, muerta en Paris en 1969; y sus hermanos Alberto y Carlos. Del
primero no obtuvimos más antecedentes salvo que se casó con Marcelle de
Mauduit, no tuvo hijos y murió en Niza en 1953. Y del segundo sólo encontramos
que era abogado, y se casó con la llamativa Mercedes de Agüero Herboso, prima del pintor
Roberto Matta y a quien recordamos en otro reportaje por asistir disfrazada de
egipcia al baile de la familia Concha Cazotte en 1912, el que puedes revisar
acá. Carlos muere en Paris en 1927, sin tener hijos. En la bóveda descansan
también tres personas más: Lucía Délano Ross, nieta de la propietaria de la
tumba, casada con Charles François Roissard de Bellet quien murió muy joven a los 33 años, dejando cinco hijos, entre ellos a Douce Isabelle Francois, amiga del bailarín ruso Rudolf Nuréyev, y de gran parte de la socialité francesa de la época, que acudía en masa a sus recordadas galas benéficas. En la tumba también está Edelmira González y Arturo
de Ballesteros, de quienes no conseguimos mayores antecedentes.
Otros Ross están sepultados en Père-Lachaise: Se trata de Ana Lucía Ross Santa María, su marido Arturo López Pérez y su hija Ana López Ross, sepultados en la tumba de la familia López; y de María Carmela Ross Santa María, casada con el francés Georges Achille Lerousseau, (sin hijos) fue sepultada en otra tumba muy cerca de sus parientes chilenos.
Otros Ross están sepultados en Père-Lachaise: Se trata de Ana Lucía Ross Santa María, su marido Arturo López Pérez y su hija Ana López Ross, sepultados en la tumba de la familia López; y de María Carmela Ross Santa María, casada con el francés Georges Achille Lerousseau, (sin hijos) fue sepultada en otra tumba muy cerca de sus parientes chilenos.
Carlos Ross Santa María. Fotografía gentileza Jaime Ross. |
Magdalena Ross Santa María. Fotografía gentileza Jaime Ross. |
Familia Délano Ross. Jorge Monroe Délano Ross, Maria Isabel Ross Santa María, Jorge Délano y Lucía Délano Ross, esta última sepultada en la tumba de la familia Ross en Père-Lachaise. París, 1929. Fotografía gentileza Jaime Ross. |
Tumba de Teresa Wilms. Archivo Patrimonial Brügmann, 2016. |
Tumba de Teresa Wilms. Archivo Patrimonial Brügmann, 2016. |
Es que Teresa Wilms tuvo una historia tumultuosa. Rebelde, atrevida, bohemia y atormentada fueron varios de los adjetivos que se utilizaron para describirla, algunos con más prejuicio y otros con una idealización casi cegada. Nosotros optamos por definirla como una escritora singular y una verdadera adelantada a su tiempo, con todos los conflictos que eso puede generar en el momento equivocado. Un capítulo aparte merece la historia de su vida, episodios demasiado extensos que intentaremos sintetizar para entender el porqué de su presencia en este lejano cementerio parisino.
Teresa Wilms, 1916. Colección Museo Vicente Huidobro. |
En la capital trasandina logra
desarrollarse como escritora, colabora con la revista Nosotros y publica sus
tres primeros libros, que tienen un enorme éxito, siendo elogiados por la
crítica literaria. Ahí conoce a Horacio Ramos Mejía, Anuarí, quien se
convertirá en el secreto amor de la escritora, amor que no comprendió a tiempo
y causó el suicidio del joven frente a ella, suceso del que jamás logró
reponerse. Tras esto decide viajar a Nueva York para unirse a las filas de la
Cruz Roja y colaborar con los heridos de la Primera Guerra Mundial;
extrañamente es acusada de espía alemana, siendo encerrada por un tiempo.
Cuando es liberada, decide viajar a España, vinculándose con el movimiento
intelectual madrileño de los años 20, donde adopta el seudónimo Teresa de la
Cruz. Se transforma en la musa de varios artistas, entre ellos los pintores
Anselmo Miguel Nieto y Julio Romero de Torres; y será compañera de escritores
como Ramón del Valle-Inclán, Pio Baroja, Juan Ramón Jiménez, Gómez de la Serna
y Gómez Carrillo. En esa ciudad publica su célebre “En la Quietud del Mármol” y
“Anuarí”. Los éxitos de su carrera literaria, la vida bohemia y la
independencia, parecen no ser suficientes para esta melancólica escritora; está
rodeada de amigos, sus grandes ojos han hipnotizado a la intelectualidad
española, y hasta el Rey Alfonso XIII le ha entregado una Cruz al Mérito. Sin
embargo deambula triste vestida de un severo negro, sufre de neurosis y fuma
pipa en demasía; tiene fama de Femme Fatale, es una belleza en decadencia en un
mundo que se le hace cada día más difícil.
Teresa Wilms Montt, junto a sus hijas Silvia y Elisa Balmaceda. Colección Museo Histórico Nacional de Chile. |
Hacia 1920 viaja a Paris con la
esperanza de ver a sus dos hijas, que acompañaban a su abuelo en una comisión
diplomática. Han pasado cinco años desde la última vez que las vio, y en
secreto consigue reunirse con ellas “Con
mi hermana y mi mamita Rosa íbamos en un taxi por Le Champs Elysées cuando se
detuvo un taxi y nos hizo señas una mujer con capelina negra. Nos acercamos, yo
la quedé mirando abismada de su belleza. Tenía unos ojos de una profundidad
increíble. No sabía que era mi madre. Se acercó para abrazarme y me dijo: ¡Mi
amor yo soy tu mamá!...”[5],
comentará más tarde Silvia Balmaceda Wilms. Las visitas continuaron a
escondidas por un tiempo, Cristina Balmaceda –hermanastra de Gustavo- intercedía
para que las niñas pudieran reunirse con su madre, así como también otras
mujeres chilenas y algunos diplomáticos, que consiguieron regularizar las
visitas 2 veces por semana. Desafortunadamente, tras un año, la familia
Balmaceda regresó a Chile, junto a las niñas.
Teresa Wilms, por el pintor Julio Romero de Torres. |
Teresa Wilms jamás volvió Chile, nunca
más vio a su padre, a su madre o sus hermanas. Al respecto, Joaquín Edwards
Bello recordará en sus memorias: “Algunos
años más tarde un caballero de Valparaíso, de aspecto anglosajón, en viaje de
placer, pasó por Madrid.
Conocía el talento de Romero de Torres. Lo admiraba. Se hizo acompañar
por un diplomático chileno
al taller del pintor. Cuando supo
que el visitante
de aspecto
imponente era chileno, Romero
de Torres
se interesó: —
¡Oh, sí! Tengo
buenos amigos
en Chile. Conocí al más bravo entre los bravos, el aviador chileno, El Chileno. Creo que se llamaba Page. Torero del
aire. En Valparaíso tengo un buen cliente, el señor Van Buren. Y, a propósito,
voy a mostrarle el retrato que hice el año 1917 de una chilena muy guapa. ¡Aquí
está! Era maravillosa — añadió, tomando el cuadro. Le quitó el polvo con un
plumero. El caballero palideció y quedó un momento hipnotizado frente al
retrato. El caballero rubio de aspecto
anglosajón y rico, era don Guillermo Wilms, de Viña del Mar. La
del retrato era su hija Teresa…”[6].
Satisfechos y algo melancólicos nos
despedimos de Teresa Wilms, dejamos una vela encendida entre las placas que
dispuso el Ayuntamiento de Girona en España –de donde proviene el apellido
Montt- y la placa conmemorativa dispuesta por sus hijas, Silvia Balmaceda y
Elisa Wolkonsky, junto a la escritora Ruth González-Vergara, autora de su más
completa biografía. Nos alejamos casi de noche, cuando ya las apacibles figuras
de verde bronce se han transformado en sombras que vigilan nuestros pasos.
Caminamos hacia la salida, por una
calle larga de adoquines circundada por árboles y mausoleos tenebrosos. Nos
detenemos un momento frente a la tumba de Honoré de Balzac, el famoso novelista
autor de La Comedia Humana, y continuamos nuestro recorrido. Cuando ya
pensábamos que las sorpresas de Père-Lachaise se habían terminado, nos
encontramos frente al último descubrimiento en este lejano cementerio: la
sepultura de la familia Herboso España.
Tumba familia Herboso. Archivo Brügmann, 2012 |
Sin embargo, la joven Herboso no
está sola en la tumba de Père-Lachaise, sino que es acompañada por dos
parientes que formaron parte de la confraternidad entre Chile y España en los
tumultuosos años de la Guerra Civil. Se trata de la mujer y una de las hijas del
Ministro Carlos Morla Lynch, reconocido músico, escritor y diplomático chileno,
famoso por su labor humanitaria durante la Segunda República y la Guerra Civil Española;
salvando a cientos de personas al darle asilo en la Legación chilena de Madrid,
que los salvó de una muerte segura. Este personaje había dirigido las
celebraciones del Centenario de 1910, del que puedes obtener más información
acá; y tras su brillante actuación, fue enviado a Europa como representante de Chile
ante diversos países.
Carlos Morla Lynch, 1929. |
Aunque el matrimonio se quebrantó
luego de la muerte de la niña, continuaron viviendo juntos, y la legación de
Madrid se convirtió en el centro de reuniones de toda la Generación del 27,
donde notables como Rafael Alberti, Luis Cernuda, Jorge Guillén, los chilenos
Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Roberto Matta y el escritor español Federico
García Lorca, se daban cita semanalmente en las conocidas tertulias de los
Morla, que era animada siempre por la inconfundible voz de la mujer del
diplomático. Carlos Morla tampoco quedó atrás en la música, y a la muerte de su
hija, compuso una serie de canciones que gustaron tanto, que incluso Federico
García Lorca y otros poetas, le pidieron que musicalizara algunos de sus obras.
“15 de octubre. Despedida de Manolito
Altoaguirre. Hace días que sufro de un insistente dolor de oídos. En la cabeza:
el gran rumor de un tren que no acaba nunca de pasar. En ese estado asisto en
casa a la soirée de despedida con que festejamos a Manolito y a Concha…
Manolito le ha pedido a Bebé que le cante por última vez la melodía que le
compuse a su poema Ausencia…”, recordará en su diario.
Juntos, Carlos Morla y Bebé Vicuña,
vivirán los tormentosos años de la Segunda República Española donde intentaban
asilar primero a los amigos, luego a los conocidos y posteriormente a todo
aquel que buscara refugio en esa casa, que se hacía cada vez más estrecha
debido al gran número de asilados. Hay quienes criticarán la labor de la
pareja, pues su generosidad se debía a una razón humanitaria más que
ideológica; es por esto que cuando estalla la Guerra Civil, nuevamente harán de
la embajada el asilo de muchos españoles que huyen de la detención, o el triste
destino de Federico García Lorca, amigo cercano del matrimonio chileno, quien
murió fusilado. Los Morla no se salvarán de las amenazas, los peligros, los
allanamientos y otros vejámenes, años más tarde Carlos Morla confesará en su
diario, que a veces creía que no escaparían de tantos horrores.
Maria Manuela (Bebé) Vicuña Herboso en el balneario de Somo, cerca de Santander en España. 1929. Fotografía en Libro María y los espíritus: Diarios y cartas de María Tupper, Ediciones Universidad Católica, Santiago, 2014, p.258 |
El Conde de Yabes, Bebé Vicuña de Morla, el capitán Francisco Iglesias, Federico García Lorca, Agustín de Figueroa, la Condesa de Yabes, N.N. y Carlos Morla, durante una visita a la finca Miralcampo del Conde de Romanones, cerca de Guadalajara, España. 1936. Fotografía colección Gabriel Salas Díaz. |
Observamos por última vez quizás,
esta mohosa y olvidada tumba de la familia Herboso, casi ilegible por la
erosión del tiempo. Nos vamos eso sí, motivados, pues queremos desentrañar la
historia de cada uno de los personajes que visitamos en esta lejana necrópolis.
Atrás van quedando los senderos, los bosques, las tumbas románicas, góticas y
egipcias; así como también la atenta mirada de esos cientos de rostros fundidos
en bronce, que nos acompañaron en nuestra infatigable búsqueda.
Hoy hemos dado una nueva mirada al
Cementerio de Père-Lachaise de Paris, una mirada criolla que obvió a los
grandes personajes mundiales que reposan entre sus muros, en pos de enfocar sus
esfuerzos en conocer la historia de un grupo de compatriotas que abandonó
nuestro país hace muchos años, para hacer su vida en la capital francesa, y que
desde su vereda aportaron –en menor o mayor medida- su grano de arena en la
historia del siglo XX. Este reportaje es un pequeño homenaje a esos chilenos
trasplantados, un golpe a la frágil memoria de nuestros ciudadanos y una nueva arista
en el patrimonio nacional, esta vez ubicado a más de 11 mil kilómetros de
distancia…
Autores:
Fernando Imas Brügmann
Mario Rojas Torrejón.
C 2016. Prohibida su reproducción total o parcial.
Mausoleo de la familia Pansu, una de las más hermosas de Père-Lachaise en Paris. Fotografía Archivo Patrimonial Brügmann, 2016. |
Autores:
Fernando Imas Brügmann
Mario Rojas Torrejón.
C 2016. Prohibida su reproducción total o parcial.
Se prohibe la reproducción parcial o total del artículo. Derechos de propiedad intelectual protegidos en safeCreative.
[1] En: Journal Officiel de L’Empire Francais,
lunes 14 marzo 1870.
[2]
En: Silva, R. Alberto Blest Gana. Editorial Zig Zag, Santiago de Chile. 1953.
Pág. 156
[3]
Texto original: “Les obsèques
de M. Albert Blest-Gana, ancien ministre du Chili à Washington, à Londres et en
dernier lieu en France, commandeur de la Légion d’honneur, ont été célébrées
hier matin, à dix heures, à la Madeleine. Des couronnes couvraient le cercueil,
dont une adressé par la délégation chilienne à la Societé des nations. Une
députation d’officiers de la place de Paris, dans le cortège, représentait les
honneurs militaires. L’absoute a été donné par le curé de la paroisse, l’abbé
Langlois. Le deuil a été conduit par M. Henri Marino, petit-fils du diplomate
disparu; la baronne de Batz et Mme Blanco Blest Gana, ses filles, et les autres
membres de la famille. Sous le péristyle de l’église, un discours a été
prononcé par M. Ibanez, ministre du Chili. Le cercueil a été déposé dans les
caveaux”. Valfleury. Le Gaulois, Dimanche 14 novembre 1920.
[4]
En: Official Gazette of the United States Patent Office. Vol 317, pág. 364
[5]
En: Gonzalez-Vergara, R. Teresa Wilms Montt, un canto de libertad. Editorial
Grijalbo, Santiago de Chile. 2009. Pág. 273
[6]
Edwards, J. Antología de familia. Editorial Sudamericana, Santiago de Chile.
2002. Pág. 96
[7]
Herboso, F. Reminiscencias de viaje. J.M. Herrera Irigoyen y Ca. Caracas,
Venezuela. 1905. Pág. 97
6 comentarios:
Felicitaciones por este reportaje , nunca es tarde para aprender de tantos commacionales qiebvivieron en Europa y en especial en París.
Felicitaciones por este reportaje , nunca es tarde para aprender de tantos commacionales qiebvivieron en Europa y en especial en París.
Notable trabajo de investigación!!!
Excelente reportaje, como siempre. Sólo quería señalar una pequeña errata: el apellido es Rubinstein, no Rubinnshtein (texto junto a la foto de Carlos Morla Lynch).
Excelente artículo sobre chilenos por el mundo y en especial en la Ciudad Luz.
Muchas gracias.
Me hizo viajar en el tiempo a Europa, conocer a personajes chilenos casi todos desconocidos y en un ameno relato.
Felicitaciones.!!!
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