Soportó
saqueos, incendios, turbas enardecidas y una Guerra Civil; pero fue la picota
la que sepultó para siempre esta aristocrática vivienda de la calle Dieciocho. Desde
ese momento son muchos quienes han hablado de ella, evocaciones en su mayoría
breves y llenas de imprecisiones que fueron creando un velo de misterio que lo
hizo un desconocido para las nuevas generaciones.
Una fotografía encontrada en un mercadillo de Madrid nos dio luces de su ubicación exacta, y a partir desde ese día concentramos nuestros esfuerzos en lograr recabar la mayor cantidad de
antecedentes para redescubrir este palacio, y saldar una deuda con la historia
residencial de la ciudad de Santiago. Tras dos años de trabajo, compartimos con
ustedes un extracto del resultado de nuestras investigaciones…
Buscando en los viejos libros, podremos constatar
que el palacio Echaurren es recordado por ser escenario de uno de los más
brillantes eventos sociales del siglo 19. Si se escarba un poco más
encontraremos que algunos lo catalogaron como un verdadero museo de
antigüedades, y otros lo evocarán por ser la primera vivienda chilena en contar
con luz eléctrica. Ahondando en la historia veremos que fue saqueado durante la
Guerra Civil de 1891, y siendo mucho más acuciosos encontraremos su silueta
camuflada en una de las más renombradas obras del escritor Luís Orrego Luco: la
novela Casagrande. Situado al final de la calle Dieciocho –como todos los
cronistas coincidían- su ubicación exacta se había perdido con la desaparición
de las generaciones que lo conocieron, y la falta de material documental nos
hacía pensar que su legendaria presencia había perdurado tan sólo unos pocos
años. Para nuestro pesar, habíamos descubierto que una de las más
difundidas imágenes del palacio que aparecía en la monografía de Eugenio
Pereira Salas titulada “La Arquitectura Chilena del siglo XIX” de 1956, era un error del autor, pues la casa que se indicaba como palacio
Echaurren, había sido confundida con la Quinta de Eduardo Mac Clure ubicada en la calle San Ignacio, a la altura del Parque
Cousiño. Con esto sepultábamos otro registro de esta casa, y parecía que ya
no quedaban lugares donde recabar información.
Casa de Eduardo Mac Clure, en el Parque Cousiño, la que fue confundida con el palacio Echaurren por Eugenio Pereira Salas. |
Afortunadamente, el 2012 compramos una antigua fotografía en la que se veía la silueta de un edificio neoclásico oculto tras los árboles de un
parque y altas rejas de fierro; era el palacio Echaurren. Pero la foto no era
tan sólo un buen registro iconográfico, también tenía un alto valor por una
inscripción casi ilegible que podíamos ver en el borde, escritura en tinta que
logramos descifrar tras muchos intentos: “Diez
y Ocho 620. Esta casa fue construida por Víctor Echaurren, que ustedes
conocieron en Madrid…”, leímos con sorpresa. Habíamos obtenido por fin la
dirección exacta de esta olvidada residencia santiaguina, numeración que fuimos
a conocer de inmediato, constatando que en el sitio hoy se anuncia la construcción de una torre de treinta pisos. Para desentrañar la historia de este inmueble, debemos transportarnos más 132 años atrás, cuando la Calle del Dieziocho vivía una fiebre constructiva sin igual, impulsada
por una burguesía opulenta que basaba su fortuna en la minería, el comercio,
los bienes raíces y la agricultura. Por ese entonces, la familia Ovalle pone en
venta un sitio en esta conocida calle, el que es adquirido por don
Víctor Echaurren Valero, un destacado abogado que había vuelto a Santiago tras
cumplir misión diplomática en Washington y Paris. Traía consigo un cargamento
nunca antes visto en Chile: una valiosa colección de pinturas, esculturas,
piezas arqueológicas, retablos medievales e infinidad de curiosidades;
escogidas con ojo experto, en sus viajes por Europa, África y Medio oriente. Es
que Echaurren era un verdadero amante del arte, la historia era
su pasión y el coleccionismo, más que una moda, era para él una necesidad de
vida. Su atrayente personalidad le había valido numerosos amigos, carisma que
no sólo profesó con sus más cercanos, sino que con todo aquel que quisiera
empaparse con la historia artística mundial. “Era de una bondad inextinguible, dadivoso, admirador fervoroso del
arte, su ideal supremo, sincero en sus manifestaciones, noble en sus
sentimientos, franco, espontáneo y cariñoso; amante de la popularidad y del
poder, diligente en el servicio ajeno y magnetizador de voluntades y de almas.
Poseía el don del hipnotismo y hacía pruebas iguales o parecidas a las de
Onofroff…”[1].
El carismático Echaurren necesitó entonces de una residencia a la altura que
reflejara su pasión por las artes aplicadas, fuera lo suficientemente amplia
para acoger su colección de antigüedades y contara con deslumbrantes salones
para recibir a sus numerosas amistades. No
sabemos con precisión quién fue el encargado de diseñar este palacio, que destacó de inmediato dentro del panorama constructivo
no sólo por su llamativa fachada neoclásica, sino que por estar dispuesto al
centro de un parque, rompiendo por completo con la trama de fachada continua
que imperaba en el centro de Santiago, con escasas excepciones como el palacio Cousiño, la Quinta Meiggs o el palacio Concha Cazotte en ese momento.
El palacio Concha Cazotte en la Alameda. c. 1910. Archivo Fotográfico de Rosario. - Palacio Cousiño Goyenechea, 2009- Quinta Meiggs, 1906. |
Fotografía del palacio Echaurren que perteneció a una colección española, y que llegó a nuestras manos el año 2012. En ella se puede ver la dirección exacta de la casa en la calle Dieciocho. c. 1920. Archivo Patrimonial Brügmann. |
"La Melodie" o "La Música" de Carrier-Belleuse |
El área norte del palacio albergaba una serie de recintos diseñados especialmente para satisfacer las inclinaciones artísticas de Echaurren. La biblioteca en estilo Francisco I, conservaba estanterías con valiosos libros, panoplias, bustos de mármol, muebles renacentistas y los retratos de la primera Marquesa de Cañada Hermosa y el de los Condes de
San Miguel de Carma. Completaba la sala una chimenea de madera tallada, y en el cielo, se había dispuesto un plafón con
la figura de Homero cantando La Odisea. Contigua a la biblioteca estaba el Museo de antigüedades,
un espacioso recinto cuadrado donde se dispusieron bustos de personajes históricos, frisos de Herculano, y una colección de monedas antiguas. Distribuida con orden, se
distinguían cuatro colecciones arqueológicas: la Egipcia con piezas funerarias,
estatuas y una momia; la Pompeyana con relieves, mosaicos y un colorido fresco
obtenido en la excavación de una casa en esa ciudad; la Grecorromana con
ánforas, relieves, vasos, amuletos y utensilios; y por último la Veneciana,
compuesta por numerosos cristales antiguos.
Luego se encontraba la Galería de Pinturas, donde se organizaban bajo un plafón de Francisco Pizarro descubriendo Perú, más de 200 óleos de incalculable valor, entre ellos obras de Camille Corot, Jules Dupré, G. La Roque, Blay, Ángel Lizcano, Van Dyck, Antonio Mancini, Tomasso Minardi, óleos de
los chilenos Pedro Lira, Pascual Ortega, Juan Francisco González, Álvaro
Casanova y Joaquín Fabres; y ocupando casi todo el muro oriente, “El Tasso” del
famoso pintor italiano del siglo XVI, Giovanni Guerra, autor del fresco que
conecta la Capilla Sixtina con la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Junto a este espacio se ubicaba la Sala de
Fumar, que conectaba con los departamentos privados de Alfredo Echaurren, en el
pabellón norte con salida al jardín posterior.
Reconstrucción de la planta del palacio Echaurren hacia 1910, realizada en base a los planos de aguas, por Mario Rojas Torrejón. Brügmann, 2016 |
El segundo nivel era ocupado por un vestíbulo que
distribuía los dormitorios: el primero era el de Mercedes Herboso de Echaurren,
en estilo bizantino, decorado con cortinajes bordados en Istanbul, espejos venecianos, óleos religiosos, dos terracotas de Carrier-Belleuse y una cama en estilo
oriental sustentada por cuatro quimeras. Por una puerta se accedía al Boudoir, en
estilo italiano, y a la sala de Toilette, con muebles de seda recamada de oro y
plata; ambos espacios tenían plafón en los cielos, titulados “El Trovador” y
“La Aurora”, respectivamente. Vecina a estas habitaciones, se encontraban los
departamentos privados de Manuela España de Herboso –la madre de la dueña de
casa- compuesto por tres salas. En el otro extremo, se ubicaba el dormitorio de
Víctor Echaurren, decorado con finos muebles de felpa bordada, y en el cielo un
plafón con una alegoría de Diana y Endimión.
El parque del palacio había sido diseñado a la
inglesa, con grandes árboles y estrechos senderos, decorado por algunas
esculturas de mármol. En un extremo se ubicó una amplia pajarera para albergar
numerosos ejemplares de pájaros exóticos y en otro, existía un invernadero de
vidrio y metal, donde se criaban flores, que rodeaban un pequeño lago con
cascadas y grutas. Hacia el sur, tras un muro, se desarrollaba el área de
servicio, una amplia caballeriza y cocheras con salida a la calle San Ignacio.
La sorprendente calidad y lujo de los muebles fabricados por la Casa Fratelli Testolini de Venecia, se ve reflejado en el catálogo de la mueblería publicado a fines del siglo XIX. Seguramente los muebles que encargó Victor Echaurren para su palacio eran parecidos a estos, los que desafortunadamente desaparecieron tras la Guerra Civil de 1891. Fotografía en: Basana, Andrea. La Ditta dei Fratelli Testolini: storia, produzione, il mobile a grotta. Universidad de Venecia. 2015
|
Una de los frescos que decoran la sala que antecede la Capilla Sixtina y la conecta con la Basílica de San Pedro en el Vaticano, realizada en 1590 por el pintor Giovanni Guerra, el mismo autor de "El Tasso", obra que decoró el salón de pinturas del palacio de Víctor Echaurren, y que desapareción tras la Guerr Civil de 1891. http://romapedia.blogspot.cl/2015/04/vatican-museums-apostolic-vatican.html |
El Baile inaugural de 1885
“Se hacen activos arreglos para el baile
de fantasía que dará en su casa del Dieziocho, el señor Victor Echaurren Valero
la noche del jueves 24 del presente. Desde hace días una legión de operarios se
ocupa de transformar esa morada en una verdadera mansión de hadas, digna de las
Mil y una noches…”, publicaba el diario El Ferrocarril en septiembre
de 1885. No eran pocos los diarios que anunciaban el evento, pues la fiesta con que el señor Echaurren inauguraría su palacio y celebraría el cumpleaños de su mujer Mercedes Herboso, representaba el regreso de los lujosos bailes de fantasía a Santiago, ciudad que no vivía tal nivel de expectación desde que la familia Vicuña había inaugurado su palacio de La Alhambra en la calle Compañía. Sin embargo, la mayor
particularidad de esta fiesta era el uso de la luz eléctrica, generada por un motor que
Echaurren había importado desde la Casa Edison. Era la primera vez en Chile
que se utilizaba esta tecnología en una vivienda particular, y aunque las
ampolletas iluminarían parcialmente algunos sectores del palacio; su presencia
marcaría un precedente que más tarde impulsó la creación de una red estable de
luz eléctrica para iluminar edificios privados en el centro de la capital
chilena.
Tras una intensa lluvia, la noche del 24 de
septiembre de 1885 cientos de coches comenzaron una lenta procesión por la
calle Dieciocho hasta llegar a las inmediaciones del palacio. Treinta guardias
de la policía montada custodiaban el tránsito, mantenía alejados a los cientos
de curiosos y dirigían el ingreso de los coches por el sendero del parque. Un
sol dorado y dos estrellas formadas por bombillas eléctricas iluminaban la reja
perimetral de la casa, mientras que la fachada estaba iluminada por decenas de
ampolletas eléctricas y en el centro del pórtico una serie de luces de gas
formaba un escudo chileno. El vestíbulo y los salones habían sido
iluminados por luces eléctricas, de gas y bujías que hacían resplandecer el
interior del palacio. Para un Santiago acostumbrado a la ténue luz del gas, el
espectáculo que brindaba la casa esa noche, debe haber sido realmente impactante.
Los convidados bajaban de sus coches, subían las escalinatas del pórtico e
ingresaban a la casa; eran recibidos por Mercedes Herboso de Echaurren vestida
con un traje inspirado en la bandera chilena, con chaqueta azul y pollera roja
de terciopelo, realzado por encajes blancos. Del cuello y la cabeza colgaban
numerosos diamantes, pero lo que más llamó la atención era una enorme estrella
de brillantes dispuesta en la solapa. La acompañaba su marido, Víctor
Echaurren, vestido de cortesano, quien con extrema
gentileza alababa los disfraces de cada invitado. Junto a ellos se encontraba
el hijo mayor del matrimonio, Víctor Manuel de tres años, vestido de príncipe turco; y Manuela España de Herboso, disfrazada de Isabel La
Católica.
Mercedes Herboso de Echaurren vestida como bandera chilena, y Víctor Echaurren Valero de cortesano francés. Fotografías 1885, Colección Particular. Coloreadas por Brügmann, 2016.
Luego de las cortesías habituales, los concurrentes invadían los salones, todos decorados con flores, mientras observaban
atentos el disfraz de cada uno. En el descanso de la escalera se encontraba la
orquesta, dirigida por M. Varloteau, esperando ejecutar la primera pieza del
programa, que había sido entregado a cada invitado. Todo había sido pensado para agasajar a los asistentes al baile: el
parque posterior fue convertido en un paseo encarpado animado por la música de la Orquesta del
Batallón Santiago N°1, y los chalets del parque habían sido convertidos en pequeños buffet de cerveza y ponche. Dentro del palacio, los departamentos del área norte,
servirían de Sala de Fumar y Cantina, que ofrecería licores a los hombres. Por
otro lado, el segundo nivel, fue habilitado especialmente para las señoras como
un área de descanso, donde M. Rostel, el estilista de moda, se ocuparía de
arreglar cualquier desperfecto en los estrambóticos peinados de las asistentes. Pasada las diez de la noche se inicia el primer compás, todos corren hacia el hall donde ordenadamente se disponen para bailar, “la orquesta ejecuta un vals, coloquémonos
en una de las gradas de la soberbia escalera del vestíbulo, i echemos una
mirada hacia abajo. El espectáculo de los pintorescos trajes i de la pedrería
ofusca la vista; el suave murmullo de las alegres parejas arrulla
voluptuosamente el oído”, expondrá el periodista Eduardo Hempel en el
diario El Ferrocarril.
Blanca Vicuña S. (Paloma mensajera). MHN, retoque Brügmann. |
Entre la multitud era posible divisar a Blanca Vicuña
Subercaseaux, la hija del recordado Intendente, vestida de paloma mensajera; a Ana
Echazarreta disfrazada de Africana, quien se convertiría en Primera Dama de
Chile treinta años después; a Carolina Iñiguez de Pereira, personificando a la
Marquesa de Pompadour; a Elena Roberts de Correa, como Dama Luis XVI; a la
viñamarina Mercedes Álvarez de Vergara, vestida de elegante etiqueta luciendo
en sus dedos dos enormes solitarios de brillantes; también a Delia Vergara representando
una pescadora; a Elisa Freire de Napolitana; a Lucía Concha como Helena de
Troya; a Constanza De La Motte Du Portrail de florista; a Carolina Zañartu de Larraín, en traje de etiqueta, y su hija Lucía, vestida de Reina de Lahore; a Rosa Orrego y Juanita Ovalle Vial de orientales; a Isabel
Cazotte de Echeverría, disfrazada de Reina de España; a Julia Lynch personificando
a la diosa Diana; a Isabel Bello como una sombría maga; a Manuela Real de Azua como
la emperatriz María Teresa de Austria; a Teresa Cazotte de Concha vestida de Odalisca; o a Virginia Cerda de
Izquierdo representando a la decapitada María Antonieta.
Cuando la música hacía un alto, los asistentes
salían a tomar aire o beber un trago en alguno de los salones habilitados. Del
brazo de su mujer se paseaba José Francisco Vergara vestido de etiqueta;
mientras el Ministro del Interior Ramón Barros Luco conversaba animadamente con
el General Manuel Baquedano, en traje de parada. Siempre rodeado de amigos deambulaba
por los salones, el joven Emiliano Figueroa vestido de Paje de Carlos V, quien
esa noche quedó perdidamente enamorado de Leonor Sánchez Vicuña, la que a pesar
de la oposición familiar, se convertiría en su mujer un año más tarde; y
presidiría junto a él, los festejos del Centenario cuando asume la Presidencia
de Chile en 1910. Más allá, en un rincón del salón de fumar, los diplomáticos
extranjeros se ponían al día con las últimas novedades de la lejana patria: M.
Cottu, Secretario de la Legación de Francia; Mr. Sierths, Secretario de
la Legación de Estados Unidos; J. Salazar, de la Legación de Ecuador; el
cronista austriaco-francés Charles Wiener; y entre ellos, Jean Bainville, artista francés grabador de la Casa
de Moneda y uno de los pioneros de la fotografía en nuestro país.
Rosa Orrego y Juanita Ovalle Vial decidieron inspirarse en el lejano medio oriente para la elección de sus trajes; ambas usaron grandes abanicos de marabúes, pedrerías, vistosas telas y brazaletes dorados. Fotografía Spencer y Cía. 1885. Colección MHN, retoque digital Brügmann.
Se encontraba también Fernando Álamos disfrazado de turco; José Manuel Borgoño, Elías y José María Balmaceda en traje de corte; Carlos Concha Subercaseaux vestía de torero; Emilio Rojas Magallanes personificando a Vasco de Gama; Enrique Lynch era el dios Mercurio; Mariano Melo Egaña era el General Lafayette; Eugenio Ossa vestía de Emperador de Austria; Jorge Phillips vestía de Sir Douglas; Fernando Herboso personificaba a Enrique III; Luis Pereira Cotapos, Benjamín Vicuña Mackenna y Juan Luis Sanfuentes vestían de etiqueta; Eduardo Suarez Mujica era Felipe II; Javier Varnaghen era el Shah de Persia; Samuel Cerda representaba a Napoleón III; Alberto Correa S. era un caballero medieval; Ricardo Lecaros era un mosquetero; Javier Larraín personificaba a Pedro II de Brasil; Juan Manzano era el pintor Rubens; Víctor Prieto era Napoleón I; Miguel Prado era un trovador veneciano; César Vicuña era un caballero Luis XV; Carlos Zañartu era el Fígaro de Sevilla; Joaquín Eyzaguirre era un pirata; Samuel Izquierdo era Luis XVI; mientras que el ingenioso Samuel Rodríguez representaba la modernidad del telégrafo disfrazado de cable submarino, y repartía entre los asistentes numerosos telegramas que sacaban carcajadas.
A las doce de
la noche se abre el comedor, que resplandecía con su cristalería de bohemia, porcelanas de sévres y plata vermeil; donde se ofrecían frutas, champagne, licores, fiambres y
confites. El buffet era atendido por el experto Manuel Riquelme, apoyado por
una comisión de jóvenes compuesta por Carlos Correa Toro, Francisco Herboso,
Alberto Correa Sanfuentes, Luis Echeverría Larraín y Fernando Herboso. La
fiesta terminó cerca de las seis de la madrugada, “el alba clareaba, iluminando con luz cenicienta rostros amarillentos
de los invitados que salían del baile... casi todos los coches
habían partido. Varios muchachos de fisonomías amarillentas y trasnochadas, mal
cubiertos los trajes de seda con macfarlanes y abrigos modernos que
desentonaban singularmente, se arrojaron, bostezando, en victorias de
alquiler…”, escribirá Luis Orrego Luco en su novela Casagrande, evocando su
percepción de la fiesta donde asistió vestido del Emperador Carlos de Austria.
El
baile acaparó las noticias durante los días posteriores, se contaban los
pormenores, se hacían listas de invitados, se comentaban los trajes, se
describía el palacio y se halagaba a sus propietarios. La afamada casa
fotográfica Díaz y Spencer anunció también que el señor Víctor Echaurren había
encargado un cuadro representativo de la fiesta, y que para eso invitaba a los
asistentes a ir a su estudio con el respectivo disfraz para hacerse un retrato.
Con el tiempo, la fiesta fue denominada como “La de los presidentes”, pues a
ella habían asistido los futuros presidentes de Chile, Ramón Barros Luco, Juan Luis Sanfuentes y Emiliano Figueroa. Es probable que también haya asistido el
presidente en ejercicio Domingo Santa María, y José Manuel Balmaceda, amigo de
la familia, pero no encontramos referencias bibliográficas al respecto.
Montaje fotográfico con los asistentes al baile Echaurren, desde donde se puede desprender cómo lucieron algunos de los invitados, y lo más relevante, muestra una aproximación de las características que tenía el hall de la mansión hacia 1885, con su pavimento de mármol, escalinata central, boiserie, y diversos objetos decorativos. Al centro se puede ver a Mercedes Herboso y a su izquierda, a Víctor Echaurren. Fotografía Díaz y Spencer, 1885. Colección MHN. En: Catálogo "Baile y Fantasía, baile Concha Cazotte 1912". |
La fiesta fue
comentario obligado de todos los santiaguinos, y perduró en el recuerdo mucho
más que el tiempo que habitó la familia su mansión. Meses después del baile, Víctor
Echaurren parte rumbo a Europa sirviendo al gobierno chileno en diversos
asuntos. Regresará en 1888, pero extrañamente no habitará su palacio de la calle Dieciocho, pues ese mismo año lo había vendido. Se trasladará entonces a una vivienda en la Alameda, donde volverá a distribuir su colección de arte. En 1891 es elegido como el Primer Alcalde de Santiago bajo la ley de comuna autónoma, cargo que asumirá entre la debacle política que significó la Guerra Civil. En septiembre debe abandonar la alcaldía y refugiarse en la Embajada de España, no sin antes gestionar el refugio de la familia del
Presidente en la legación de Estados Unidos, y la del mismo Balmaceda en la
legación Argentina. Desde ahí escucha los terribles sucesos que vive Santiago, cuando las celebraciones por el triunfo de los congresistas se salen de control, y una turba enardecida por las exaltaciones políticas avanza sobre las casas de los partidarios del gobierno saliente, destruyéndolas. Su propia mansión es víctima de los saqueos, su valiosa colección de arte es despedazada. Ya no vale la pena enumerar las obras que se perdieron, piezas que paradójicamente el mismo Echaurren había decidido donar al Estado Chileno para formar parte del Museo de Bellas Artes.
El pintor Roberto Matta (1911-2002). Foto Revista SuCasa. |
El castillo Echaurren en la caleta El Membrillo, de Valparaíso. Fotografía www.plazawaddington.cl
Nuevos propietarios
Juan Eduardo Mackenna Astorga (1846-1929) |
Hacia 1890 es designado por el Presidente Balmaceda como Ministro de
Relaciones Exteriores, Culto y Colonización, cargo que aceptó no sin criticar
algunos aspectos de la gestión del mandatario. Sin embargo, su vínculo con el
gobierno marcará para siempre su vida: al estallar la Guerra Civil fue
condenado públicamente como uno de los principales actores del gobierno. Intentó en reiteradas ocasiones realizar un trato con las
tropas congresistas; y tras los fracasos no tuvo otra opción que refugiarse en
la Legación de Estados Unidos, mientras su mujer Margarita Eyzaguirre y sus hijas eran escondidas por las monjas del Hospital San Borja.
Fue en ese momento cuando la situación en la capital se sale de control, la multitud que celebra el triunfo del nuevo gobierno comienza a destruir todo lo que se vinculara al Balmacedismo: el despacho presidencial en La Moneda es destrozado, locales comerciales son saqueados, cientos de vidrieras son destruidas, monumentos son derribados, personas son asesinadas. Las viviendas particulares de los representantes del gobierno saliente son foco de la ira, en el Palacio Ovalle vuela un piano de cola desde el segundo piso, mientras que La Alhambra de Claudio Vicuña es totalmente desvalijada; la casa de Rafael Balmaceda - hermano del presidente- es destruida, la de Adolfo Valderrama con su valiosa biblioteca es arrasada; y un centenar de hombres ingresa a la casa de Adolfo Eastman, último presidente del Senado, a quien encuentran oculto junto a su mujer en un pequeño ascensor. Le perdonan la vida, pero la casa es totalmente desmantelada. Como es evidente, el palacio de la calle Dieciocho no se salva de los saqueadores, el mismo Mackenna recordará años más tarde que sólo las murallas de ladrillo se salvaron de los robos. Un grupo de jóvenes subió a caballo la escalera principal, arrasando con todo a su paso, atrás la muchedumbre arrancó puertas, ventanas, rejas, paneles y los finos muebles adosados, rompiéndolos a hachazos. Los valiosos cortinajes, las esculturas, pianos, lámparas, y hasta los carruajes fueron robados. Una escultura de mármol del escultor J. Cambos y premio en la Exposición de Paris, fue destrozada con un combo; mientras que el excepcional óleo "El Tasso" terminó cortado por pedazos y repartido entre los saqueadores.
Fue en ese momento cuando la situación en la capital se sale de control, la multitud que celebra el triunfo del nuevo gobierno comienza a destruir todo lo que se vinculara al Balmacedismo: el despacho presidencial en La Moneda es destrozado, locales comerciales son saqueados, cientos de vidrieras son destruidas, monumentos son derribados, personas son asesinadas. Las viviendas particulares de los representantes del gobierno saliente son foco de la ira, en el Palacio Ovalle vuela un piano de cola desde el segundo piso, mientras que La Alhambra de Claudio Vicuña es totalmente desvalijada; la casa de Rafael Balmaceda - hermano del presidente- es destruida, la de Adolfo Valderrama con su valiosa biblioteca es arrasada; y un centenar de hombres ingresa a la casa de Adolfo Eastman, último presidente del Senado, a quien encuentran oculto junto a su mujer en un pequeño ascensor. Le perdonan la vida, pero la casa es totalmente desmantelada. Como es evidente, el palacio de la calle Dieciocho no se salva de los saqueadores, el mismo Mackenna recordará años más tarde que sólo las murallas de ladrillo se salvaron de los robos. Un grupo de jóvenes subió a caballo la escalera principal, arrasando con todo a su paso, atrás la muchedumbre arrancó puertas, ventanas, rejas, paneles y los finos muebles adosados, rompiéndolos a hachazos. Los valiosos cortinajes, las esculturas, pianos, lámparas, y hasta los carruajes fueron robados. Una escultura de mármol del escultor J. Cambos y premio en la Exposición de Paris, fue destrozada con un combo; mientras que el excepcional óleo "El Tasso" terminó cortado por pedazos y repartido entre los saqueadores.
El
salón dorado del palacio Ovalle Vicuña, en la calle Compañía, presenció
el saqueo y destrucción de su mobiliario durante la Guerra Civil de
1891; a pesar de sobrevivir a este suceso, su historia terminó el año
2004 cuando es desmantelado totalmente y posteriormente vendido.
Fotografía 2004, gentileza John Chamberlain. - Patio del Palacio
Alhambra, propiedad de la familia Vicuña Subercaseauxdurante la Revolución de 1891, también fue saqueado y destruido. Fotografía Fernando Imas, 2015. Archivo patrimonial Brügmann.
Los bienes de
Mackenna son confiscados, es acusado de pagos ilegales y robo en la Casa de
Moneda durante la presidencia de Balmaceda; se le prohíbe vender las
propiedades que no le son enajenadas. Su nombre figura en los periódicos como
enemigo de los congresistas; luego de algunos días, partirá al exilio junto a
su familia en Estados Unidos, y volverá recién en 1893 cuando ya los ánimos
políticos se habían calmado. Se centró entonces en recuperar su fortuna, sus
propiedades e industrias confiscadas en el norte del país; se dedica
activamente a su profesión de abogado, y tan sólo tendrá unas pocas apariciones
políticas, como el apoyo que brindó a la candidatura de Federico Errázuriz
Echaurren. Desconocemos el estado real en que quedó convertido el palacio de la calle Dieciocho, la mayoría de sus artesonados, paneles y lujosos ornamentos desaparecieron con la Guerra Civil. Lo más probable es que se debieron hacer profundas reformas, lentamente la mansión recuperó su viejo esplendor. En ese lugar vivió
Juan Mackenna junto a su mujer Margarita Eyzaguirre Echaurren, y vio crecer a sus seis hijos:
Juan, Eduardo, Marta, Rebeca, Luz y Margarita, a quien todos llamaban Margot,
famosa por su belleza y espontánea personalidad sumamente alegre.
Rebeca Mackenna Eyzaguirre casada con Gustavo García de la Huerta y Luz Mackenna Eyzaguirre, casada con Fermín Vergara, crecieron en el palacio de la calle Dieciocho. Fotografías en Album la Mujer Chilena, 1908.
Margot Mackenna
Eyzaguirre conocida por su belleza, se casó con Carlos Edwards Mac
Clure, mientras que su hermana Marta se casa con Emilio Orrego Pardo, ambas vivirán
en el palacio de la calle Dieciocho. Fotografías en Revista Selecta
1912, y Album la Mujer Chilena, 1908.
La casa entonces comenzó a congregar a gran parte de la sociedad de Santiago, en pequeñas matinées, comidas y fiestas; que tuvieron al parecer una breve interrupción en 1905, pues algunas referencias indican que la propiedad sufrió daños durante la Huelga de la Carne, una manifestación masiva que se generó como protesta al alza del impuesto a la carne argentina durante el gobierno de Germán Riesco. La ausencia de la milicia capitalina, generó un paulatino saqueo de comercio, hechos en un principio aislados, que se convirtieron en una verdadera ola de destrucción que invadió las calles por dos días. Una vez más las vidrieras eran quebradas a piedrazos, los incautos eran asaltados para robar sus pertenencias, algunas viviendas fueron saqueadas, monumentos como el de Los Escritores de la Independencia y la Fuente de Neptuno terminaron destruidos; y no fueron pocos los abatidos por una bala en una serie de confusos incidentes.
Caricatura del Presidente Riesco satirizando sobre el alza del precio de la carne argentina, el principal motivo
de las manifestaciones de 1905.
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A la fiesta asistió todo el mundo empresarial,
social y político. El diario El
Mercurio expondrá la lista de más de 350 invitados que asistieron al baile, que
podría haberse denominado también como “de los presidentes”, pues ahí estaba el
Presidente de la República en ejercicio, Pedro Montt junto a la primera dama
Sara del Campo, el saliente mandatario Germán Riesco con su mujer María
Errázuriz, el futuro presidente Juan Luis Sanfuentes acompañado de Ana
Echazarreta de Sanfuentes; y Rosa Rodríguez del brazo de su marido Arturo
Alessandri Palma quien se convertirá en presidente de Chile en 1925.
En los salones
caminaba también el pintor Pedro Lira, el periodista dueño del diario El
Ferrocarril, Joaquín Díaz Garcés; el
político Marcial Martínez Cuadros, el médico Federico Puga Borne, el
diplomático Mariano Fontecilla, el político Ricardo Matte Pérez, el abogado
Samuel Claro Lastarria, y volvía a esos
salones el escritor Luis Orrego Luco. El Decano del Cuerpo Diplomático José Arrieta Perera era acompañado de su mujer Mercedes Cañas, y del nuevo ministro
del Uruguay Dionioso Ramos Montero; otros diplomáticos eran Karl Von Buch,
encargado de negocios de Alemania; el escritor Eduardo Poirier, Ministro de
Guatemala; Rafael Elizalde, Encargado de Negocios de Ecuador; Enrique Lisboa,
Ministro de Brasil, Paul Déprez, Ministro de Francia; el Conde Ercole Orfini,
Ministro de Italia; Sabino Pinilla, Ministro de Bolivia; Allen C. Keer, y
Arthur Stewart Raikes de Gran Bretaña; el barón Giskra, Ministro de
Austria-Hungría; el Ministro de Perú, Manuel Álvarez Calderón junto a su mujer
Elodia Roel, e hijas; y el Ministro de México, Miguel Covarrubias, acompañado
de la carismática Rosa Lefort de Covarrubias, que en ese momento residían en la
Quinta Meiggs.
El Decano del Cuerpo Diplomático José Arrieta Perera junto al Ministro del Uruguay, Dionisio Ramos Montero; a la derecha Mercedes Cañas de Arrieta, en traje de etiqueta. Fotografías gentileza familia Marín Arrieta, Archivo Patrimonial Brügmann.
En uno de las salas se divisaba la elegante silueta del abogado Antonio Huneeus Gana junto a su mujer Magdalena Valdés, al político Abdón Cifuentes con su señora Luz Gómez, y su hijo el arquitecto Manuel Cifuentes. Regresaba al palacio Blanca Vicuña Subercaseaux, esta vez acompañada de su marido el General Salvador Vergara, uno de los impulsores del balneario de Viña del Mar. Y en un rincón se divisaba al joven matrimonio de Luis Undurraga García-Huidobro y Ana Fernández, quienes más tarde construirían un palacio neogótico en la Alameda, uno de los iconos de la arquitectura nacional. Conversando animadamente se podía ver a Luisa Lynch de Morla, cuya belleza fue inmortalizada por el escultor francés Rodin, busto tan valioso que el gobierno francés lo atesoró y hoy se encuentra en el museo del artista en Paris. Se paseaba muy cerca José Pedro Alessandri del brazo de Julia Altamirano, su mujer, quien inspiró el nombre de su hacienda en Ñuñoa; también se podía ver a Blanca Ossa de Balmaceda, Julia Gandarillas de Larraín, Amalia Rodríguez de Besa, Victoria Quesney de Campino, Inés Neuhaus de Sotomayor, Clemencia Palma de Echeverría, Carmela Undurraga de Mackenna, Teresa Sanfuentes de Zañartu, Ana Lyon de Ariztía, Rebeca Sánchez Videla, Sara Covarrubias de Ossa, Inés Rivas de Errázuriz, María Lecaros de Undurraga, Aurora Badilla de Calvo, Sara Valdés de Balmaceda (la suegra de la escritora Teresa Wilms), María Salas de Claro, María Palma de Vial, Elena Blanco de Fabres, Constanza de Agüero Herboso y la hermosa Ida Zañartu Luco de Subercaseaux.
Fachada del palacio Mackenna en 1906, durante la fiesta de re inauguración. Revista Zig Zag.
Algunos de los asistentes al baile posando en la escalinata principal, durante la fiesta de re inauguración de 1906. Revista Zig Zag. |
Rosa Lefort de Covarrubias, la mujer del Ministro de México, era famosa por su extrovertida personalidad que reunía a todos los santiaguinos en la Quinta Meiggs, desde donde se iniciaban los corsos de primavera que organizaba. - Madame Deprez, la mujer del Ministro de Francia, también era una infaltable de los eventos sociales, y asistió al baile de la familia Mackenna en 1906. Revista Zig Zag.
Adelina Roel de Álvarez Calderón junto a sus hijas, la familia del Ministro del Perú, vivian en la esquina de Catedral con Morandé, donde reunían a la juventud de Santiago. En 1906 asistieron a la fiesta del palacio Mackenna.Revista Zig Zag.
En uno de las salas se divisaba la elegante silueta del abogado Antonio Huneeus Gana junto a su mujer Magdalena Valdés, al político Abdón Cifuentes con su señora Luz Gómez, y su hijo el arquitecto Manuel Cifuentes. Regresaba al palacio Blanca Vicuña Subercaseaux, esta vez acompañada de su marido el General Salvador Vergara, uno de los impulsores del balneario de Viña del Mar. Y en un rincón se divisaba al joven matrimonio de Luis Undurraga García-Huidobro y Ana Fernández, quienes más tarde construirían un palacio neogótico en la Alameda, uno de los iconos de la arquitectura nacional. Conversando animadamente se podía ver a Luisa Lynch de Morla, cuya belleza fue inmortalizada por el escultor francés Rodin, busto tan valioso que el gobierno francés lo atesoró y hoy se encuentra en el museo del artista en Paris. Se paseaba muy cerca José Pedro Alessandri del brazo de Julia Altamirano, su mujer, quien inspiró el nombre de su hacienda en Ñuñoa; también se podía ver a Blanca Ossa de Balmaceda, Julia Gandarillas de Larraín, Amalia Rodríguez de Besa, Victoria Quesney de Campino, Inés Neuhaus de Sotomayor, Clemencia Palma de Echeverría, Carmela Undurraga de Mackenna, Teresa Sanfuentes de Zañartu, Ana Lyon de Ariztía, Rebeca Sánchez Videla, Sara Covarrubias de Ossa, Inés Rivas de Errázuriz, María Lecaros de Undurraga, Aurora Badilla de Calvo, Sara Valdés de Balmaceda (la suegra de la escritora Teresa Wilms), María Salas de Claro, María Palma de Vial, Elena Blanco de Fabres, Constanza de Agüero Herboso y la hermosa Ida Zañartu Luco de Subercaseaux.
Lucía Guzmán D. Colección MHN, en "Retratos de Mujer 1880-1920". |
Busto de Luisa Lynch de Moral, esculpido por Auguste Rodin, actualmente en el Musée Rodin de Paris - Carlos Edwards Mac Clure, quien se casará con Margot Mackenna Eyzaguirre. Fotografía gentileza Jaime Ross.
Carmela Undurraga García-Huidobro asistió al baile de 1906 y años más tarde se casó con Juan Mackenna Eyzaguirre - Inés Neuhaus Ugarteche se casó con el político radical Rafael Sotomayor, ambos fuerons invitados a la fiesta del palacio Mackenna. Fotografías en "La Mujer Chilena", 1908.
Ida Zañartu Luco, quedó viuda muy joven de Benjamín Subercaseaux, casándose más tarde con Rodolfo Wedeles; fue en el Santiago de 1900, junto a su hermana Inés, una de las bellezas santiaguinas - Por similares motivos era destacada Lucía Besa Rodríguez, quien se casó con Guillermo Lyon Lynch, quedando viuda en 1930, en plena crisis económica, que con inteligencia pudo sortear para mantener a su familia. Ambas asistieron al baile Mackenna. Fotografías en "La Mujer Chilena", 1908.
En julio de 1912 el palacio vive otra fiesta de
grandes dimensiones cuando se anuncia el estreno de Margot Mackenna, quien ya
se había presentado junto a algunas amigas en la sobresaltada fiesta de la
familia Morandé Campino también en la calle Dieciocho. Margot, venía llamando la atención hace un tiempo
por su belleza; su personalidad vibrante la hacían una invitada obligada a
todos los eventos sociales, y figuraba su retrato en todas las magazines de la época, incluyendo el concurso de belleza de Revista
Zig Zag; y en la Revista Selecta, una publicación destinada al arte y la
literatura dirigida por Luis Orrego Luco. Del esplendor de la fiesta comentará también el cronista Hernán Díaz
Arrieta –Alone-, quien rememorará: “En el
vasto hall brillante e iluminado, bajo las lámparas, delante de todos, Arturo
Walker rodeó con un brazo la cintura de Margot Mackenna y, levantando en alto
el otro, le cogió la mano…”[8],
dando inicio a uno de los bailes de estreno más recordados por su
generación.
La joven Margot un
par de años más tarde se compromete con Carlos Edwards Mac Clure, un exitoso
hombre de negocios, director del diario El Mercurio, y un amante del arte, gusto
que había heredado de su madre, María Luisa Mac Clure, quien reunió una de las
colecciones artísticas más importantes de América en su palacio de calle
Catedral.
Margot Mackenna y su hija Margarita. c.1920, Colección particular. |
El matrimonio parte rumbo a Europa, son figuras
importantes en la colonia chilena que frecuentan los salones de Paris. A su
regreso se incorporan a la activa vida social santiaguina, la animada personalidad
de Margot reúne multitudes en los salones, y hacia 1919 ese magnetismo queda en
evidencia cuando junto a María de la Luz Ossa, organizan un Baile Japonés en el
Club Hípico de la calle Agustinas, que se convierte en una de las celebraciones
más exóticas y recordadas de la historia social de la capital. La familia Edwards Mackenna residirá en una espaciosa mansión en
la Alameda, levantada por los arquitectos Alberto Cruz Montt y Ricardo Larraín
Bravo; donde el señor Edwards distribuyó su colección de arte que incluía una
serie de paneles franceses del siglo XVIII obras del decorador Jean Pillement,
pinturas de Jan Fyt, sarcófagos romanos, tapicerías del siglo XVI, boulles,
esculturas de mármol, bargueños italianos, biombos, exóticas piezas chinas y el
retrato de Margot junto a sus hijos pintado por el italiano Giovanni Boldini .
Estas valiosas piezas recibieron al Príncipe de Gales cuando se hospedó en la
casa durante su visita a Chile en 1925, presidiendo notables veladas bajo la
enorme lucarna oval que aún se conserva, gracias al cuidado prestado por sus
actuales propietarios, los descendientes del ciudadano español, don Facundo Casas de Castro.
El palacio Mackenna en la calle Dieciocho continuó en la familia hasta 1924, cuando tras la muerte de Margarita Eyzaguirre, la sucesión vende la propiedad en un remate público. Desconocemos el por qué Juan Mackenna no continuó viviendo en su palacio a pesar de haber sobrevivido a su mujer, morirá en 1929 en la ciudad de Buffalo, Estados Unidos. El comprador del palacio es Fernando Márquez de la Plata Echenique, reconocido investigador e historiador chileno, quien obtuvo el título de arqueólogo en la Universidad de Madrid, y había sido colaborador del alemán Hugo Obermaier y uno de los testigos del descubrimiento de la cueva de Altamira. En Chile dedicó su vida a la investigación del mobiliario, artesanía y platería de la época colonial y decimonónica; siendo también un experto anticuario y coleccionista.
Algunos aspectos de la espaciosa mansión de la familia Edwards Mac Clure en la Alameda, entre la avenida Brasil y la calle , construida por los arquitectos Alberto Cruz Montt y Ricardo Larraín Bravo en la década de 1920. Aun conserva parte de sus características originales gracias a los cuidados prestados por sus actuales propiestarios, los descendientes de don Facundo Casas de Castro. Fotografías Fernando Imas, 2015. Archivo Patrimonial Brügmann.
El palacio Mackenna en la calle Dieciocho continuó en la familia hasta 1924, cuando tras la muerte de Margarita Eyzaguirre, la sucesión vende la propiedad en un remate público. Desconocemos el por qué Juan Mackenna no continuó viviendo en su palacio a pesar de haber sobrevivido a su mujer, morirá en 1929 en la ciudad de Buffalo, Estados Unidos. El comprador del palacio es Fernando Márquez de la Plata Echenique, reconocido investigador e historiador chileno, quien obtuvo el título de arqueólogo en la Universidad de Madrid, y había sido colaborador del alemán Hugo Obermaier y uno de los testigos del descubrimiento de la cueva de Altamira. En Chile dedicó su vida a la investigación del mobiliario, artesanía y platería de la época colonial y decimonónica; siendo también un experto anticuario y coleccionista.
Fernando Márquez de la Plata E. (1892-1959) |
El hall del palacio Echaurren cuando era propiedad de la familia Márquez de la Plata, hacia 1939. |
Tan sólo quince años ocupó la propiedad esta familia, en 1940 la adquiere el Consejo de Defensa Nacional del Niño, institución que realiza las mayores transformaciones al inmueble. El pórtico de la fachada es cerrado convirtiéndose en tres salas, el hall es dividido, se incorpora una escalera secundaria, y salas anexas. Las habitaciones principales presentan divisiones, así como también los pabellones de remate. El jardín posterior es convertido en oficinas y patio; en el segundo nivel se subdividen los espacios en numerosas habitaciones, para adecuar el edificio a los nuevos requerimientos. La institución parece haberla utilizado pocos años, hacia la década de 1950 no existe rastro de la vieja construcción. Es el fin del mítico palacio Echaurren…
Resulta curioso pensar en el destino que sufrieron
la mayoría de las residencias que llenaron de orgullo a los santiaguinos y
acapararon las portadas en las publicaciones de principios del siglo XX. Una a
una fueron arrasadas por la picota, la dinamita o las maquinarias, derribando
para siempre no sólo ornamentaciones únicas, sino que sepultando para siempre
parte importante de los sucesos que compusieron nuestra historia nacional. Santiago
hoy en día es una ciudad caníbal, se autodestruye como ninguna otra urbe de Latinoamérica
en pos de un repoblamiento mal aplicado y un proceso de modernización mal diseñado
durante décadas. Los arquitectos en su momento tampoco hicieron bien su tarea,
se les educó considerando a estas construcciones meras réplicas de una
arquitectura foránea que no nos representaba; sin comprender su contexto, su
impacto y la importancia de conservarlos. Víctima de ese proceso fue el palacio
Echaurren, transformado sin respeto y demolido en el más completo anonimato.
Este reportaje es un pequeño homenaje que busca rescatar la historia de este
inmueble, contextualizar su importancia y por sobretodo llamar la atención de
las autoridades, para que no se sigan cometiendo los mismos errores en el
escaso patrimonio arquitectónico que hoy nos va quedando.
Autores
Mario Rojas Torrejón
Fernando Imas Brügmann
Brügmann, 2016 C
Este es sólo un extracto de nuestra investigación, si tienes más información de la casa, te gustaría
aportar con imágenes o algún antecedente nuevo, no dudes en escribir a contacto@brugmann.cl; y así contribuirás
junto a nosotros al rescate de la memoria patrimonial de todos los chilenos.
2016. Prohibida su reproducción total o parcial.
Se prohibe la reproducción parcial o total del artículo. Derechos de propiedad intelectual protegidos en safeCreative.
[1] En: Figueroa, V. Diccionario
Histórico, Biográfico y Bibliográfico de Chile. Tomo II. Ballcels & Co,
editores. Santiago de Chile, 1928. Pág. 629
[4] En: Gallardo, E. Roberto Matta Echaurren. Formación del genio y del caballero. En Escaner Cultural, revista virtual de arte contemporáneo. Abril de 2011.
[4] En: Gallardo, E. Roberto Matta Echaurren. Formación del genio y del caballero. En Escaner Cultural, revista virtual de arte contemporáneo. Abril de 2011.
[8]
En: Díaz, H. Alone, Pretérito Imperfecto. Editorial Nascimiento, Santiago de
Chile. 1976. Pág. 117
1 comentario:
Mis mayores felicitaciones por el gran esfuerzo de investigación que han hecho en rescatar tanta belleza arquitectónica del olvido. Saludos desde Concepción de Iván Valeria
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